Samaria Márquez Jaramillo
El concepto jurídico del 8 de marzo de 2012, del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, entorno a la legislación colombiana vigente aplicable a la destrucción, daño, retiro o afrenta del escudo, estandarte, bandera u otro símbolo expuesto públicamente, por parte de un Estado extranjero o por una representación de ese Estado, vistos en la sentencia C-575 de 2009, en uno de los apartes más notables del fallo afirma que ninguno (a) podrá poner en entredicho los valores encarnados en el símbolo y que, por el contrario, la decisión de impedir el castigo de la conducta agresiva sólo refrenda los valores de tolerancia, pluralidad y libertad que dicho símbolo representa. En consecuencia, a juicio de la Corte, la importancia simbólica no se protege con acciones sancionatorias, sino mediante la educación en los valores sociales".
Cuando se puso de pie toda la representación diplomática llegada para la posesión del presidente y El Preparado, Felipe Juan Pablo y Alfonso de Todos los Santos, de Borbón y Grecia, su majestad rey de España orondamente se quedó sentado mirando hacia su alrededor, irrespetó la Espada de Bolívar, tanto como la irrespetó el presidente Petro al convertirla en objeto de disputa y demostración de poder puesto que bien podía el recién posesionado presidente de la República referirse a ella sin exigir como su primera orden en ejercicio del máximo poder en Colombia, la presencia física del honroso legado de Bolívar, catalogado siempre como tácito símbolo patrio, también mancillado en épocas que una reconciliación nacional pide olvidar.
El 20 de julio de 1810 una heroína anónima gritó al hijo que la acompañaba: Ve a morir con los hombres; las mujeres marcharemos adelante, presentaremos nuestros pechos al cañón y que la metralla caiga sobre nosotras. Tú y los hombres salvados de la primera descarga pasen sobre nuestros cadáveres, apodérense de la artillería y liberen la patria". Bogotá 20 de Julio de 1810.
Yo no alardeo de tanto patriotismo, pero aun por mis venas corre la sangre heredada de mi abuelo, liberal y agnóstico, que cuando en Semana Santa en alguna procesión transitaba la Cruz por las calles de La Tebaida, él en un andén se quitaba el sombrero y luego a mi pregunta de por qué lo hacía si no creía en ella, me contestaba: ¡Hay que respetar mija!