Roberto Estefan Chehab
Algo que se impone como una necesidad urgente es recobrar el espíritu de cuerpo nacional. Nos hemos dejado llevar, sin ser muy conscientes quizá, a un juego eminentemente político, tema del que pocos sabemos realmente; a una división absurda y con nombres propios que han reemplazado a nuestro único y valedero gentilicio: colombiano. ¿Qué es eso de ser uribista, galanista o petrista? o peor aún: marxista, chavista… etc.… Solo una demostración de la frágil capacidad de nuestro criterio pues en realidad ninguna de esas u otras simpatías pueden conducir a despreciar la verdadera esencia que obliga a ser realmente consecuentes: somos colombianos. Y ser colombiano implica apostarle a la patria con claridad y amor: los líderes de diferentes planteamientos logran sus adeptos, pero rápidamente comienzan a descalificarse porque intentan implantar “una parte como si fuera un todo” y así, sin responsabilidad se induce al error más grave de todos que significa fragmentar el patriotismo y escindir las conductas para complacer a quienes se promueven como los dueños de las soluciones redentoras. Que error tan grande. En cualquier trabajo de pensamiento, en el que esté por encima la meta de una Colombia prospera, justa, con futuro y en paz, se encontrarán buenas y aterrizadas ideas que no son patrimonio exclusivo de gentilicios politiqueros alimentados por egoísmo y estrategias manipuladoras. Si se hace un juicioso análisis de las ideas y propuestas no dudemos: desde la esquina que sean planteadas saldrán interesantes y juiciosos estudios, resultado de trabajo, investigación y reflexión de muchas personas que aman a la patria. Ahí no existen colores que como banderas incitan a “ganárselas todas al otro”: es loable que las ideas liberales, conservadoras, de izquierda o de centro salgan a la luz y se sometan al análisis de toda la nación, sin distingos: las buenas semillas, no importa de donde vengan merecen ser sembradas en el suelo de nuestra democracia; nuestra incluye a todos. Si el objetivo es conseguir la paz con dignidad, la armonía y la equidad que no significa destruir ni arruinar sino revisar y ajustar para corregir los focos de la injusticia social que nadie niega en Colombia; si se trata de defender la democracia con base en prácticas de libre expresión, educación sin adoctrinamientos: propender por la información sin sesgos y el desarrollo de un sano y analítico criterio; respeto a la propiedad privada, bien habida y, al derecho a la salud no solo como como” generalidad de concepto” sino al buen trato de sus administradores y prestadores, a la oportunidad de la atención de acuerdo a la necesidad de la persona y no a la conveniencia del empresario (citas a meses ¿ya para qué?, medicamentos que no hay a tiempo, atención tardía… pagos a IPS, cumplidos sin dilaciones ni tretas sucias por ejemplo), si se trata de llegar a todos los rincones de la patria para asistir, cuidar y llevar orden, desarrollo, vivienda, progreso ¿Quién puede oponerse? insisto: eso solo aguanta el gentilicio de ser colombiano. Que absurdo segur en el tema de “esto no sirve porque lo planteo el “uribismo”, eso es una falacia porque viene del “petrismo”, “o lo otro hay que combatirlo porque es “neoliberal” … sin siquiera dar la oportunidad de mirarlo objetivamente. Mientras sigan las exclusiones absurdas, hay que revisar muy bien pues, seguro que por debajo se encuentra el fantasma malévolo de la corrupción, los intereses individuales, las cuotas y el deseo revanchista: todo eso es perverso. Construir un futuro a lo colombiano, entendiéndose: por todos, podría convertirse en un ejemplo para el mundo y el despertar de una nueva ideología: la de todos, la de Colombia con sus diferencias, sus particularidades, pero también su autenticidad: en vez de copiarnos, que nos copien. Rescatemos la pertenencia de ser un solo país, un solo gentilicio y orgullo y amor y un solo objetivo: Colombia. [email protected]