Por Fernando Jaramillo Botero
Su nombre hace homenaje a los indígenas Paucuras y es fundada en diciembre de 1831 cuando los colonos de la región deciden trasladar la ciudad de Arma Viejo al sitio escogido en razón a mayor facilidad para cultivar el café, plátano, caña panelera, frutales, así como también ganadería, cerdos y peces. Su gran oferta hídrica y agradable clima le permite grandes áreas cultivadas durante todo el año, diversificando la oferta y dándole a los campesinos otras alternativas de producción. En su escudo se destaca un león y 8 murciélagos que representan la fortaleza y la actitud vigilante que tienen sus habitantes.
Esta comunidad indígena se comportó valientemente y se considera fueron de los que mayor resistencia ofrecieron al invasor español, así mismo, tuvieron grandes confrontaciones con tribus vecinas donde capturaban prisioneros para engordarlos y comerlos en ceremonias especiales. La piedra Pipintá recuerda al gran cacique Quimbaya-Paucura, guerrero por excelencia y gran conductor de sus tropas quien libró varias batallas saliendo vencedor contra los ejércitos españoles que buscaban someterlos o exterminarlos.
Los pacoreños también son llamados “matracas” por la resonancia de un gran artefacto denominado matraca donde llaman e invitan a las ceremonias de Semana Santa a los feligreses golpeando fuertemente unas manijas de hierro contra los maderos de la caja ceremonial y que solo se usa en estas épocas del año, este artefacto cada vez entra en desuso y se cree que su origen es moro y era usado en España en las épocas de la dominación árabe.
La gastronomía se soporta en los frijoles y el sancocho acompañados de carne de cerdo y arepas de maiz, las rosquillas y alfajores de Sinforoso y sus hermanas son amasijos tradicionales del pueblo, la mazamorra y productos derivados del maiz complementan la oferta gastronómica de Pácora; la música popular se escucha en los cafés del pueblo y es muy común la surrunguiada en los corredores de las fincas cafeteras dando origen a pasillos y bambucos que en ocasiones llegan a sonar en las emisoras populares.
Mitos y leyendas también son populares destacándose “la leyenda de don Ángel”, “la maldición del padre Montoya”, “el diablo del alto del herrero”, o “el monstruo de los naranjos”, por ello sus pobladores son muy religiosos y asisten a las varias parroquias del municipio, el cementerio fue trazado por el italiano Neftalí Zancanto con diseño románico destacándose la precisión de sus líneas y la sencilles de sus paredes, así mismo, el centro histórico fue monitoreado por el arquitecto Juan Manuel Sarmiento Nova y su estudio contiene el diagnóstico y las fichas de inventario que acompañadas de un inventario fotográfico y los planos del sector dan origen al Acuerdo del Honorable Concejo Municipal que declara como centro histórico varias manzanas del municipio.
Desde su fundación se destacaron los caminos de arriería por donde mulas y bueyes transitaron con mercancías llevando el progreso a las montañas recién pobladas, el ingreso al pueblo era por la calle empedrada y se destacan los caminos de las Penitas, La Margarita, Los Morros, Palocabildo, Filobonito, El Topacio, La Palma o El Herrero, según destaca el Inventario Turístico de Pácora.