Por Lucimey Lima Pérez
El hecho, por demás problemático, del consumo de sustancias es de extraordinaria relevancia en nuestros medios, nada nuevo, dirían muchos, pero inagotable tema, dirían muchos más. ¿Por qué? Porque sigue siendo un tema crucial en Salud Pública. Las características y las experiencias varían en cuanto a las culturas y a los lares del Planeta, pero tienen un elemento común que desgasta, detiene y, bien entendido, puede ser de ayuda: LA DUALIDAD.
Las estadísticas y las opiniones consensuadas reflejan que el 50% de las personas que fallecen en forma abrupta en sus domicilios u otras áreas familiares o accesibles, no hospitalizados, tienen al menos un diagnóstico de trastorno mental, lo cual puede incluir el abuso de sustancias (Psichiatric Services in Advance).
La muerte abrupta se considera cuando ocurre en ausencia de una enfermedad grave o terminal, cuando sucede por traumatismos de variada índole, por sobredosis de medicamentos o drogas no lícitas y otras causas accidentales que expliquen la razón del deceso.
Por otro lado, la propaganda sobre el consumo de alcohol, abierta y desmesurada, está estrechamente vinculada al comienzo temprano del consumo. Esto no solo ocurre a través de la televisión, la radio o el cine, sino por los múltiples medios sociales cuyo objetivo es vender a toda costa. Grandes influencias muy difíciles de regular.
El Código sobre los avisos de consumo de alcohol señala cuatro aspectos básicos: i) el mensaje no debe estar dirigido ni enfocado a menores de 25 años; ii) no debe estimular al uso excesivo; iii) no debe ligarse a efectos beneficiosos, tales, como incrementar el ánimo, favorecer el éxito o como ayuda terapéutica de cualquier tipo, por ejemplo, disminuir la ansiedad y iv) no debe anunciarse vinculado, aun en forma sutil, al trabajo o a cualquier otra actividad que requiera atención y concentración mental.
En mi posición de psicoterapeuta atiendo varios tipos de consumo de sustancias que conllevan a situaciones individuales, familiares, laborales y sociales muy comprometedoras y deletéreas. Por lo general en estrecha consonancia con el uso y abuso del alcohol como ¨psicofármaco¨. Y es justo ante esta disyuntiva que se aprecia la dualidad, muy frecuente en varias situaciones relacionadas con la salud mental, así como llamativas en el consumo de alcohol. Así que puntualizamos con un ejemplo que puede ser representado por más de un consultante.
El individuo con múltiples cargas emocionales, preocupaciones diversas, es decir, una persona con ansiedad elevada es el sujeto perfecto para consumir alcohol. Recalco que la ansiedad es natural y fisiológica, pero los niveles pueden desbordarse y afectar considerablemente la funcionalidad integral.
Una cara de la moneda es el alivio al tomar alguna bebida alcohólica. Cito lo que me comentaba un consultante: ¨Cuando bebo estoy contento, no me preocupa nada, me distraigo, disfruto el momento, es una relajación estupenda. Sin embargo, empiezo y cuesta detenerme hasta que termino con la botella (se refería al vino). Luego duermo muy bien¨. La misma persona refiere que al día siguiente no se encuentra a gusto, y no se refiere a la resaca del alcohol, sino a la exacerbación de los síntomas ansiosos, como un rebote de una pelota sobre un terreno ¨abonado¨, más ansiedad, más preocupación. ¿Por qué un medicamento con efectos ansiolíticos no produce lo mismo? Claro que existen muchas explicaciones, una de ellas es que el alcohol no es ni medicamento ni específico, no tiene un blanco preciso, un ansiolítico sí es mucho más dirigido, sin embargo, tampoco debe consumirse a la ligera. Así pues sucede la dualidad conductual: 1) ¨me alivia tomar, por tanto me cuesta dejar de hacerlo¨. 2) ¨me siento peor los días subsecuentes, necesito encontrar otro medio de alivio¨. Y es aquí donde intervienen las conductas que luego de pensar y sentir lo señalado, se busca una alternativa de comportamiento para aliviar y resolver las dificultades.
Esta dualidad de querer y no querer no es poco frecuente, es parte de la naturaleza humana y es un reconocimiento de sí mismo que ayuda a tomar decisiones a favor de la salud mental.
Como escuché hace muchos años, ¨las penas saben nadar¨ y no se referían al mar o a la piscina…
Psiquiatra, Psicoterapeuta, Neurocientífico
Investigador Titular Emérito del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC)
Especialista en Psicoterapia y Educador en CatholicCare, Hobart, Tasmania, Australia