Manuel Gómez Sabogal
Conocí a Abdul en la Universidad del Quindío. Era portero en la institución, pero grande de corazón.
Abdul había sido nombrado el 19 de diciembre de 1985. Abdul iniciaba en esa época su labor como vigilante, portero y, además, en sus tiempos libre, escribía historias, las cuales plasmaba en un cuaderno. Cuaderno que llevaba siempre, porque no deseaba perder el tiempo y en su hora de almuerzo, escribía.
Allá, en el edificio Catalina, donde funcionaba Bienestar Universitario, él era el portero. Allí lo conocí. Tuve la bella oportunidad de saber quién y cómo era.
Muchas anécdotas hubo y experiencias geniales. Además, hubo una muy especial y la cual detestó siempre, porque la escribí y la leyeron muchos. Fue cuando se le robaron la puerta al portero, que era él. Eso fue en 1987.
Luego, publico un pequeño libro con algunas de sus historias y allí había una en la cual se “desquitaba” del texto que yo había escrito.
Con Abdul, encontré a Carlitos Jaramillo. Carlitos había sido portero en el Seminario Menor San Pío X y fue “inventariado” para pasar a la Universidad del Quindío como vendedor de dulces, trabajo, o mejor, disfrute que desempeñó hasta cuando un día se fue a Montenegro, donde falleció.
Años después, Abdul falleció. Me invadió la tristeza, pues era una gran persona y nos hicimos grandes amigos.
En 2006, llegué como director de comunicaciones de la Universidad La Gran Colombia en Armenia.
Cuando llegué a la oficina de publicaciones y conversé con cada uno, decidí detenerme a averiguar por el periódico de la institución. La primera pregunta que escuché por parte de Johann fue si había trabajado en la Universidad del Quindío. Me causó sorpresa y curiosidad. Pero me llamó la atención cuando me dijo que su abuelo hablaba mucho sobre mí y me quería. ¿Quién era? Abdul Grisales. Me habló de él y sentí un estremecimiento grande. Mis ojos brillaron, porque había lágrimas que deseaban salir. No las dejé.
Recordar a alguien tan especial, sentir de nuevo a esa persona, siempre hará que mi alma se ilumine, porque son recuerdos hermosos. Por eso, le doy gracias a Dios.
Inmediatamente, la película se me regresó y esos bellos recuerdos hicieron mella. Abdul, esa persona que para mi fue siempre un gran hombre. A quien miré con respeto y a quien, en muchas ocasiones saludaba con un abrazo, pues significó mucho para mí. Era un portero, un vigilante en la Universidad del Quindío. Para mí, era alguien mucho más que un portero o un vigilante.
Era un soñador. Era una persona amable, agradable, sincera y muy honesta. Las cosas buenas se reflejaban en él. Su humildad y sencillez escondían grandes cualidades, como si no quisiera mostrarlas.
Hay personas que se van para siempre, pero sus recuerdos son siempre imborrables. Y Abdul Grisales significó mucho para mí.