En defensa de los tenis

26 agosto 2022 5:06 pm

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Jimena Marín Téllez

Ya había escrito una columna hace algún tiempo sobre la revolución de los tenis blancos, pero los hechos recientes me impulsan a escribir otra en defensa de la libertad individual, representada en los mismos tenis.

La Ministra de Minas y Energía, Irene Vélez, decidió usar tenis para un evento con su homóloga española. Esto, según algunos, es una afrenta a los protocolos y un insulto a la ministra ibérica, quien sí acudió a la cita en tacones.

A nadie le importó lo que discutieron las dos ministras, ni si ese encuentro ponía en riesgo nuestra soberanía energética. La discusión estuvo centrada en una crítica a la vestimenta de la Dra. Vélez.  

Aunque es claro que en temas de relaciones diplomáticas hay ciertos protocolos que se han usado siempre y que escandalizan cuando se rompen, hay que ser muy obtusos para no identificar que los tiempos están cambiando y que es posible que esa negación a la comodidad femenina sea un tema de otras épocas.

Hasta hace unos 3 o 4 años era impensable ir a una reunión formal en algo distinto a tacones. Hoy, después de una pandemia que nos hizo quedarnos en casa por meses y migrar a la reunionitis virtual, muchas empresas e instituciones han flexibilizado las reglas. Por ejemplo, en mi anterior trabajo, donde era obligatorio el uso de tacones para las mujeres y el traje y corbata para los hombres, ya es posible que los trabajadores asistan relativamente informales.

Sin embargo, aún existen muchos lugares donde siguen prevaleciendo los códigos de vestimenta pre-Covid19. Esto, en mi opinión, es un rezago de antiguas épocas dominadas por una nula movilidad social, donde había aristocracia y personas con mejor sangre que otras.

Es decir, considero que el tema de vestirse “elegante” tiene cierto simbolismo donde consideramos que debemos vestirnos con ciertos parámetros para impresionar a personas que son mejores que nosotros, de “mejor clase” o que son, al menos, nuestros iguales. Esto tiene gran similitud con las grandes fiestas que se celebraban en los castillos reales europeos, donde los nobles y aristócratas se ponían su mejor vestido para asistir.

Mejor dicho, nadie se pondría un saco y corbata si va a donde quien considera su inferior.

Por lo tanto, para mí, el tema de vestirse elegante es simplemente una perpetuación de la creencia de que no todos somos iguales, sino que algunos merecen más atención y respeto que otros.

Más allá de eso, nos está limitando nuestra libertad individual, pues estamos yendo en contra de nuestros propios deseos, al cercenar nuestra comodidad en pro de una convención social.

En otras palabras, el traje, la corbata y los tacones son simplemente la forma en la que la sociedad me limita lo que quiero y lo que debería hacer por mi bienestar, por cumplir unos protocolos que solo buscan que unas personas sean menos que otras.

Por último, me parece inconcebible que las personas estén más preocupadas por los tenis de la ministra que por sus ideas en cuanto a la exploración petrolera o la compra de gas a otros países. Es decir, el hecho de que la Dra. Irene use tenis o tacones no la hace más o menos competente.

Debemos dejar de medir a las mujeres y a los hombres por su ropa y debemos empezar a medirlos por sus capacidades para cumplir el rol que les fue asignado. Esto haría que más personas verdaderamente buenas llegaran a los cargos de empresas y entidades, independientemente de su gusto o su elección por la comodidad propia.

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