Faber Bedoya Cadena.
La palabra fue el primer título valor en la historia de la humanidad. Cierto. Legitimaba transacciones de cualquier monto, plazos. Significaba legalidad, coherencia, lealtad, entereza, compromiso, seriedad y cumplimiento. La palabra empeñada era registro valido de la existencia de una obligación. El comprador de café prestaba plata para pagar los trabajadores, el anotaba en un cuaderno, y con “la cosecha le pagamos”. Siempre se cumplía. En el barrio existía la tienda que fiaba algunas cosas que faltaran en la casa. Ahí empezamos a conocer familias que “vivían al fiado” como decían los vecinos del barrio, o las familias que, por no pagar en la tienda, los servicios, o el alquiler, cambiaban de casa y barrio con mucha frecuencia. En las épocas de colegio se adquiría “a crédito” la ropa. En los almacenes Valher, principal, de don Aníbal Jaramillo, o en el Valher sucursal, de don Alfonso Cardona. En el Everfit de don Gustavo López Diez, almacenes Algra de don Alfonso Grajales, o en el almacén y sastrería Modas al Día, de Triana hermanos. Y apareció el crédito popular de ropa para hombre y mujer, al alcance de todos los empleados, con los almacenes Holguín, de don Adalberto Holguín, en franca competencia con Iván Botero Gómez. Édison un compañero de estudio y trabajo, era cliente y me llevó a los almacenes Holguín y sacamos a crédito, ropa de pies a cabeza. Eso hace apenas cincuenta y seis años. Para el mundo del comercio y otro rango de la población, existían los prestamistas de alto vuelo, como los tres Pedros. Uno en la calle 21 entre carreras 15 y 16, con su discreto almacén de telas, pero movía grandes sumas de dinero en efectivo. Prestaba en hipoteca. El otro Pedro en el parque Sucre, cafetero de grandes fincas, también prestaba en hipoteca. Y el otro, en la naciente avenida Bolívar. Era socio de las prenderías Nueva York, de los hermanos Agudelo, quienes prestaban en todo, hasta en la ropa, al módico 10 %. Eso hace apenas cincuenta y cinco años. En los muchachos de antes era común “empeñar” el reloj, la cadena, el anillo, que nos regalaban los abuelos.
Y se fue creando en la población una mentalidad al “debe”. Casi todo se podía adquirir a crédito. “viaje ahora y pague después”. Por módicas cuotas. Los electrodomésticos en Mora Hermanos, o en almacenes Víctor. La máquina de coser Singer, en Holguín Hermanos. Aparecieron los préstamos por libranza del Banco Popular. En el magisterio, por ejemplo, en esas épocas, la mayoría tenía libranzas de este banco. Era un banco oficial, del gobierno. Don Héctor, el encargado de las libranzas, a sus amigos les decía “su préstamo se te demora diez mil pesitos”. Y era más rápido el desembolso. Édison mi compañero de estudio y de trabajo tenía préstamo por libranza. Curiosamente a la salida del banco se situaba un señor conocido por todos, quien ofrecía prestamos, un poco más caro el interés, pero sin tantos trámites y rápido desembolso. Con solo firmar una letra con fiador. A Édison le serví de fiador con ese señor. Eso hace apenas cincuenta años. Hoy todavía tiene vigencia, año 2022, ese señor, ahora doctor, pero dejando la libreta de pagos. Sin trámites y rápido desembolso. Édison mi compañero de estudio y de trabajo, también tiene su libreta de pagos en esa oficina, porque necesitó una plata urgente, para atender una necesidad familiar.
En la actualidad, se creó una dependencia sin sustancia química, como la adicción al juego, al sexo, al trabajo, a los video juegos, a las compras, al ejercicio físico o vigorexia, son los deudores compulsivos, así como los bebedores o los comedores compulsivos. Y las ofertas se han incrementado exponencialmente. Todos los bancos privados ofrecen la modalidad de libranzas, las cooperativas, fondos de ahorro, asociaciones, empresas de préstamos mediante el descuento por nómina, regulados y legales. Esta es la oferta bancaria. Édison mi compañero de estudios escolares, universitarios y compañero de trabajo, tiene préstamos con tres cooperativas, y un banco, que le descuentan por nómina. Porque existe la extrabancaria, la cual creó un verdadero desorden económico, y tremendo caos mental y emocional en las personas y familias. Sin hablar de las connotaciones e implicaciones legales que esto conlleva. Es el préstamo gota a gota, paga diario, o semanal o mensual, sin tramites, solo con la cedula y un lugar fijo de residencia y de trabajo. Y a intereses que van entre el 10% y el 20%. Lo cual constituye un deterioro físico, mental y emocional, además del económico. Las personas clientes de estos prestamistas, literalmente,” hacen un hueco para tapar otro”. Prestan para pagar, lo cual nunca será pagar. Édison mi compañero, ya pensionado, nos comentaba que “se hace negocio con un señor, con solo nombre, y los cobradores a diario, son otros muy distintos y nada amigables”. El solo le debe a dos, paga semanalmente por adelantado. Pero son muchísimos los que caen en esta práctica, y son más los que anochecen y no amanecen, como un vecino nuestro que vendía exquisitos pandebonos en una esquina del barrio. No volvió, por un celador se supo que los prestamistas le habían secuestrado el horno, la mesa, la masa, y las herramientas para hacer el trabajo. Le debía dinero gota a gota, a cuatro señores. Y no se aguantaron su incumplimiento. Nadie volvió a saber de él. De Édison no volvimos a saber nada tampoco. Esto se ha convertido en un elemento constitutivo de la dimensión sicopatológica de la personalidad de cierta población. Sabemos por experiencia de primera mano, que en el Quindío esta adicción es pandémica.
En todos los programas de gobierno hay propuestas para acabar con esta modalidad de préstamos. Pero, así como en el adagio chino de “no hay que darle un pescado al hombre, hay que enseñarle a pescar,” sabemos, también, de primera mano, que la solución no es prestarle dinero, así sea al mínimo interés, es proporcionarle medios de obtención de recursos extra, con cambio de mentalidad en las relaciones con el dinero. Someterlo a asistencia a grupos de apoyo de “deudores compulsivos anónimos”, con práctica de doce pasos, elaborados entre todos. Estamos en época de cambio, si se unen varios deudores que viven un mismo dolor, se pueden obtener grandes soluciones. Así empezó el grupo que hoy es patrimonio de la humanidad.