La nobleza

1 septiembre 2022 3:36 pm

Compartir:

Roberto Estefan Chehab

En general las personas al nacer empiezan un proceso complejo que nunca se detendrá, además del desarrollo natural e integrado de su bio- psicología se conjuga el proceso mismo, pero muy particular, del aprendizaje, el manejo de las emociones y experiencias y el impacto que en ello tiene cada contexto. Todo proceso tiene un inicio, una meseta y un declive y en el infinito abanico de posibilidades puede haber una flexibilización y una constante probabilidad de adecuación, madurez y, por ende, cambios permanentes. El niño es mas concreto, el adulto es mas formal y el anciano mas flexible si todo se da aceptablemente. El niño, entonces es como una esponja que absorbe casi todo lo que observa, tiende a imitar, a compararse, a buscar aceptación y seguridad. El adolescente, es rebelde al estar entre lo concreto y lo “formal”, o sea, ya no “traga entero” pero esa situación conlleva angustia, confusión y culpa al tratar de abandonar muchos de los paradigmas que antes no se cuestionaba mucho: es lo normal, pero genera conflicto interno y externo que se proyecta en su relación familiar y social. El adulto, ya en su rol de responsabilidad en toma de decisiones y desempeño armónico respecto a ellas, siempre mantendrá un nivel de estrés que en ocasiones aumenta hasta generar malestar, sufrimiento y pugnas; el anciano que ha trasegado tiende a resistirse a cambios que riñan con la escala de los valores que soportaron su camino pero igual, intenta comprender sin asombrase, ni reaccionar de manera inmutable a temas que otrora hubiesen sido generadores de graves enfrentamientos pero es férreo y a veces duro : ya ha pasado por tantos caminos aprendiendo, triunfando, cambiando, cayendo y levantándose, llorando y resurgiendo, que su capacidad de síntesis le da sabiduría y serenidad. Sabe mejor que nadie que nada es para siempre y todo recomienza mañana, o en el segundo inmediatamente siguiente: se necesita tiempo y madurez para llegar a eso. Solo es innegociable la preservación de sus sistemas biológicos, integrativos y funcionales.  Y entonces, en todo el camino desde nacer hasta morir habrá mil momentos de desacuerdos y molestias lo que no implica intenciones de maltratar a nadie, aunque ocurra muchas veces. La gente casi siempre tiene su manera de ver la vida, su vida y, de “sufrirla o gozarla” y por eso es importante que desde la infancia se enseñe el respeto por las diferencias. Es básico aprender a no tomarse las cosas como un asunto personal, es adecuado orientar a los niños para que se “pongan en los zapatos del otro” y eviten alimentar la maleza del rencor y la venganza. Es válido defender lo que se cree, pero sin demeritar al que no lo siente así y es sano aprender a alejarse de lo que se torna inmanejable sin dejar una estela de rabia en un pasado irrecuperable. Mañana puede ser mejor y si sanamente se acepta, no habrá falta de perdón: habrá proactividad y aceptación de mejores opciones para lo que está por hacerse. Las buenas almas sienten dolor por sus errores y desean superarlos. Sienten sufrimiento por sus ingratitudes y yerros y añoran ser entendidos y disculpados. No hay nadie que no merezca la oportunidad de ser escuchado. La inteligencia sirve básicamente para eso: ser mejores cada día y de igual manera, permitirle a los demás lo mismo. Y cuando, en el sendero aparecen algunos que insistan en continuar con oscuridad y destrucción, lo ideal es alejarlos, sin odio, sin belicosidad, sin frustración deseando que algún día encuentren una luz que edifique: ser nobles no es nada distinto a impedir el crecimiento de sentimientos mezquinos, teniendo la altura para dar la mano con afecto, sin ingenuidad, esperando que ambas partes sean honestas y humildes. Todos necesitamos la oportunidad de ser  mejores de aquí en adelante dejando atrás lo inmanejable para seguir avanzando amorosamente.  

[email protected]   

El Quindiano le recomienda