James Padilla Mottoa
Sólo fue después de muchos años de trabajo cuando vine a pensar en la pensión y eso porque mi buen amigo y colega Gonzalo Uribe Aristizábal comenzó su campaña para lograr dicho beneficio para los periodistas de Colombia, aprovechando la palomita que le dieron en la Cámara de Representantes.
Antes de eso, en aquellos años juveniles, andábamos tan embelesados con las luces y el ambiente de la radio que nos parecía pecado pensar en el final de ese sueño. Porque es necesario expresar nuevamente que en aquellos tiempos ese sí que era un sueño: en las ciudades, sacando al párroco y al alcalde, el locutor y el periodista eran los personajes más distinguidos en la sociedad. Suena un poco exagerado, pero es cierto.
Para quienes tuvimos la fortuna de empezar a vivir ese sueño demasiado temprano, era una especie de burbuja mágica en la que los vientos de la popularidad y el respeto de las gentes nos envolvían por completo, sin pensar en la marcha inexorable de los años; porque cuando se es joven parece que los años pasaran más lentamente.
Pero llega el día en el que la realidad nos pone de frente ante el futuro y empezamos a pensar en el final de aquel sueño dorado de juventud; a pensar en la jubilación y en el día en que ya no haya más micrófonos, ni afanes de reportajes, ni libretos ni nada de aquello que ha sido nuestra vida. Entonces empezamos a armar otro sueño: lo que vamos a hacer con todo ese tiempo libre. Será lo que esperamos: leer los libros que no pudimos antes por falta de tiempo o también oír toda la música que nos gusta; ¿por qué no salir en las tardes o las mañanas a recibir aire puro en caminatas sin prisas y en paisajes imaginados?
Pues, mis amigos jóvenes y no tan jóvenes que ya han empezado a pensar en su jubilación, siento defraudarlos porque nada o muy poco de aquello que se ha esperado, se puede traducir en realidad.
No van a tener todo el tiempo que piensan, la dicha de un descanso sin límites es pura quimera, no será tampoco la oportunidad de hacer cuanto quieran; de la misma manera, no van a tener grandes cosas para entretenerse porque los amigos siguen laborando y no disponen de tiempo para gastarlo cotorreando con un viejo pensionado. Y no vayan a pensar en otro trabajo porque ya el tiempo y el cuerpo no dan para nuevas experiencias de ese tipo. Tendrán que aprender hasta de oficios domésticos porque ya van a tener a la otra "patrona" pidiendo colaboración día y noche, además, con vigilancia extrema sobre sus pasos, sin poder contar ya con la excusa de una "reunión de trabajo".
Les reitero que no es mi intención desanimarlos con todas estas cosas que les digo. Se las cuento porque son puras verdades, vividas desde la orilla lejana de mi retiro. Ah, pero no todo es malo: no tendrán que ver todos los días a ese patrón o patrona de tu antigua empresa, por lo regular una persona que sabe poco o nada de lo que tú haces o representas y que además te ha tratado sin consideración. Y, por si fuera poco, cada mes puedes ir al banco a cobrar la cuota de ese "baloto" que es la pensión que te ganaste con lucha, con sufrimientos, con tu vida misma.