Aldemar Giraldo Hoyos
“El escultor Policleto tituló Kanón su tratado sobre las proporciones físicas ideales. La figura humana perfecta mide, afirmó, siete veces el tamaño de la cabeza. Parece que su escultura el Doríforo ejemplificaba esas medidas masculinas deseables – e inauguró la dictadura de la imagen: los jóvenes se atormentaban en el gymnásion soñando con esculpir su cuerpo a imagen y semejanza de ese modelo de mármol” (Vallejo,2020, pág.370).
Policleto, llamado «el Viejo» para diferenciarlo de Policleto el Joven, fue un escultor griego en bronce del siglo V a. C. nacido en Argos o Sición. Junto con los famosos Fidias, Mirón y Cresilas, es el más importante escultor de la Antigüedad clásica; parece que muchos jóvenes y adultos de hoy van al gimnasio o levantan “bultos” para cincelar el cuerpo, verse hermosos e impresionar a los demás; aunque “El Viejo” ya no vive, tratan de imitar su famoso Doriforo y estar de acuerdo con los cánones; no en vano, prefieren vestidos que dejen ver o entrever sus abultados músculos o sus exquisitas “chocolatinas”, sin embargo, por ignorancia o desconocimiento, hacen caso omiso de la recomendación: la proporcionalidad como definición de belleza en su célebre Canon. La moda es así en hombres y mujeres que dedican grandes jornadas al llamado culto al músculo, frente a un espejo que no sea traicionero y que esté ubicado cerca a los ventanales para poder ser vistos desde afuera.
Algo preocupante es el consumo de sustancias para mejorar el desempeño deportivo: suplementos de proteína o de ácido nucleico (creatina); bebidas energéticas y estimulantes, vitaminas, minerales, incluso, esteroides anabólicos. No es raro encontrar en esos lugares jovencitas que se inyectan estrógenos (hormona femenina que es es particularmente importante para el crecimiento muscular; dicha hormona abunda y se activa durante la ovulación; puede incrementar la producción de proteína y, con ella, estimular la construcción de músculo).
Muchos “ratones de gimnasio” y consumados atletas usan, comúnmente, creatina para mejorar el rendimiento del ejercicio y aumentar la masa muscular; también se usa para los calambres musculares, la fatiga, la esclerosis múltiple (EM), la depresión y muchas otras condiciones; lo grave es que no existe una buena evidencia científica que respalde la mayoría de estos usos. El uso desmedido puede causar algunos efectos secundarios, como el aumento de la creatinina en la sangre, por lo que se ha llegado a asociar su consumo con la aparición de problemas en el hígado y los riñones; algunos médicos y fisiólogos recomiendan, en vez de esa farmacopea irresponsable y peligrosa, recurrir a una dieta rica en carne y pescado para obtenerla a través del laboratorio digestivo.
Circulan, fácilmente, como enemigo oculto de muchos fisicoculturistas, los esteroides anabolizantes (versiones artificiales de la testosterona), utilizados cuando se quieren ver resultados rápidamente; su utilización implica muchos riesgos, como aparición del acné, problemas hepáticos, incluyendo cáncer de hígado; hipertensión, alteración en los niveles del colesterol, problemas cardíacos, pudiendo darse el infarto; daño renal, comportamiento agresivo, caída del cabello, crecimiento de los senos, bajo número de espermatozoides e infertilidad; encogimiento de los testículos y pérdida de la líbido. Específicamente, en mujeres, también puede causar cambios en el ciclo menstrual, crecimiento del vello corporal y facial, calvicie de patrón masculino y voz grave. Repentinamente, lo esperado se convierte en un calvario o, en últimas, en una tragedia. Antes de pasar al siguiente párrafo tengo una pregunta para los lectores que son padres de familia: ¿Saben ustedes por qué sus hijos van al gimnasio, qué hacen allí, quién los asesora y qué sustancias consumen?
El culto al cuerpo es, realmente, una obsesión por el estado del propio físico, lo que conduce a llevar una vida centrada en los ritos para mantener, conseguir o tener, un determinado aspecto; ese culto puede convertirse, verdaderamente, en una enfermedad llamada vigorexia, esa alteración de la salud que se caracteriza por la preocupación excesiva de ser débil y no tener suficiente desarrollo del músculo en el cuerpo, aunque la realidad indique lo contrario. Sobra advertir que no todos los gimnasios son adoradores de Policleto, ni todos los gimnastas son pichones de Charles Atlas o de Dorian Yates y, menos, tíos de Hércules o de Sandow. Como decía mi abuelo Bonaparte: “El coraje no es tener fuerza para continuar, es seguir cuando no tienes fuerza”.