James Padilla Mottoa
La historia es la historia y ella por sí misma no es justa o injusta; injustos suelen ser aquellos que pretenden escribirla, maquillándola o tergiversándola para favorecer intereses particulares.
Esta introducción para contarles un capítulo de nuestra historia deportiva que ha sido relatado con una gran injusticia, borrando de un plumazo nombres y actuaciones de quienes jugaron papel preponderante en aspectos trascendentales en la historia deportiva de Armenia y el Quindío:
Esta historia es la de la génesis del estadio nuestro, el estadio Centenario, muy de moda por estos días con la iniciativa del alcalde José Manuel Ríos de agregarle a su nombre el del gran dirigente deportivo Gustavo Moreno Jaramillo.
He escuchado con asombro muchos relatos atrevidos sobre quiénes fueron gestores en la construcción de la hermosa obra del deporte quindiano, relatos inspirados en el solo afán de lisonjear a algunos actores políticos de regular actuación.
Pero asombra más el olvido o la premeditada decisión de ignorar hombres y nombres de quienes tuvieron papeles protagónicos en esa linda historia.
Uno de esos nombres es el de Alberto Gómez Mejía, exalcalde de Armenia, quien acogió el clamor de otros dirigentes y de un gran sector de la prensa deportiva para sumarse con gran decisión al trabajo de sentar las bases del escenario que requería urgentemente la capital quindiana.
Alberto se interesó por una idea que llevó a su despacho y al conocimiento de los periodistas el arquitecto Diego Buriticá Baena (q.e.p.d.). Esa idea que tenía nombre y apellido calaba fácil por abaratamiento de costos y por una reducción significativa en cantidad de obra y tiempo de ejecución. Diego Buriticá presentó la maqueta de un proyecto totalmente factible y al alcance de la economía local y con participación del departamento y la nación.
El alcalde tuvo la gentileza de socializar con el periodismo esta iniciativa y para tal efecto viajó hasta la capital del país para presentarnos unos perfiles más concretos de la iniciativa que ya empezaba a rodar. Estábamos en el Club de Empleados Oficiales asistiendo a un seminario internacional de fútbol que auspiciaban la Acord y la Fifa. Hasta allí llegó Alberto Gómez para contarnos los aspectos principales del ambicioso proyecto denominado "El Estadio de la Cañada". Llamado así porque se fundamentaba en la utilización de una gran parte de terreno firme que bordeaba una cañada para la construcción de las tribunas y una mínima estructura para cerrar la parte inferior de la misma, justo en el sitio donde hoy está el Coliseo Cubierto del Café.
La idea fue controvertida, pero al final fue el mismo terreno el que dijo la última palabra: no había suficiente firmeza para una obra de tal naturaleza. Se empezó entonces un peregrinaje con este proyecto por toda la ciudad. Fuimos al sector de La Adiela y luego a la compra de la hacienda Montecristo donde finalmente se dio comienzo a la obra que hoy es orgullo de todos los quindianos. Luego, vinieron dirigentes que impulsaron esta iniciativa para convertirla en realidad: Volney Toro Arbeláez, Jaime Lopera Gutiérrez, César Augusto Mejía, Guillermo Guinand, Rodrigo Gómez Jaramillo, David Barros Vélez, Jesús Antonio Niño Díaz y Mario Londoño Arcila, quien se encargó de dar el empujón final para la inauguración definitiva de nuestro estadio Centenario el 7 de febrero de 1987, con el partido Argentina – Perú, en el Campeonato Suramericano Sub-20 de aquel calendario.
Rodeando este empeño hubo siempre una junta especial, con representación de los distintos sectores sociales y en la cual el periodismo quindiano tuvo una participación decidida desde el primer momento, hasta que se colocó la última teja de la cubierta que aportó en su mandato el exgobernador Mario Gómez Ramírez.
Esta es la verdadera historia; lo demás es puro cuento. Alberto Gómez Mejía, no sólo ha sido importante por el Jardín Botánico del Quindío; lo ha sido también como protagonista principal de esta historia, junto a otro hombre que resultó decisivo para llegar a un final feliz: el arquitecto Francisco Ramos Pereira, otro que ya partió y quien hizo el diseño para esa hermosura que hoy tenemos.