Escuchar y no ignorar son algunas claves que deben tener en cuenta los ciudadanos a la hora de evitar el suicidio, una labor que nos compete a todos, teniendo en cuenta que la pandemia dejó en evidencia las necesidades de velar por la salud mental en la población.
Así lo plantea el Ministerio de Salud, al indicar que la conducta suicida es un grave desenlace en salud mental relacionado con debilitamiento de redes de apoyo social, brechas sociales y económicas, aculturación, violencia escolar, disfuncionalidad familiar, baja autoestima, depresión y consumo de alcohol. En el país la tasa de mortalidad por suicido ha venido en aumento, pasando de 5,1 por 100.000 en 2005 a 5,29 en 2020.
Por cada suicidio en mujeres suceden 4 en hombres, de acuerdo con el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE). En 2021 se registraron 2.962 suicidios en Colombia, aumento que coincidió en la mayoría de los países.
Estas muertes representan un 7,8 % más que las registradas en el 2020 (2.748) y 1,2 % más que las del 2019 (2.927).
Los departamentos de Risaralda, Caldas, Quindío, Vaupés, Tolima, Putumayo, Amazonas, Nariño, Huila, Antioquia, Casanare, Meta, Guaviare, Boyacá, Caquetá, y Norte de Santander presentaron tasas de incidencia superiores a la tasa nacional.
El factor de riesgo presente en la mayoría de los casos de intento de suicidio es el antecedente de trastorno psiquiátrico (38,0%), que incluye el trastorno depresivo en mayor proporción (86% de los 11309 casos con trastorno.
Es deber, tanto del Estado como de la ciudadanía, posicionar la salud mental como intrínseca al desarrollo y al bienestar, y como parte fundamental del derecho a la salud, así como fortalecer una atención integral y continua, que esté centrada en las personas, las familias y comunidades con perspectiva comunitaria y procurar por reducir el estigma y la discriminación.