Jhon Faber Quintero Olaya
El jurista chino Baoscheng Zhang ha planteado que “una sociedad que atraviesa por alguna transformación se caracteriza por la coexistencia de nuevas ideas con otras más tradicionales u ortodoxas”, lo cual sin duda se acerca a las pretensiones del nuevo gobierno. El Presidente Petro en diferentes escenarios ha publicitado su gestión como la del cambio, es decir, un modelo inédito frente a la tradición institucional de Colombia. Las intenciones de mejorar deben ser aplaudidas, pero el cuidado, la prudencia y el juicio en la construcción del esquema de gobierno son tareas gigantescas en este histórico propósito.
El actual periodo constitucional apenas inicia, pero los anuncios sin contenido generan terribles expectativas en una sociedad que espera mucho y tiene poca paciencia. Los heredados problemas de distribución de la tierra acompañados de declaraciones populistas sobre una reforma agraria fueron gasolina para la invasión de una propiedad privada que hoy, paradójicamente, obliga a una negociación o al uso de la fuerza. El cumplimiento de la Ley es una responsabilidad del mandatario y, por ende, el respeto por la propiedad privada.
Sin embargo, el fuego no se ha apagado y, por el contrario, la ambiciosa reforma tributaria tiene a toda la Nación discutiendo sobre la posibilidad de nuevos impuestos. En este tema se debe reconocer que ya se cuenta con un proyecto sobre el cual se pueden hacer los análisis, cuestionamientos y contrapropuestas. La ambiciosa cifra de recaudo divide aún más a la ciudadanía, al tiempo que se anuncian marchas, sin completar al menos 100 días de mandato. Sin embargo, la necesidad de la solidaridad apremia porque el hambre y la pobreza inundan muchísimas regiones de Colombia.
En contraste con esta iniciativa de tributos, se han realizado anuncios sin ningún tipo de planeación o estructura para la discusión colectiva. El primero de ellos es el de la transición energética y que incluso llevó a la titular de la cartera de minas a sugerir la dependencia de un Estado extranjero en materia de gas. Luego, las retractaciones se hicieron tan constantes en este sector como las dudas ciudadanas sobre la idoneidad de la designada.
Así mismo se ha procedido en pensiones e hidrocarburos anticipando una paranoia general que crece como el dólar y la inflación. El Gobierno no puede seguir en esta senda respetable en una campaña, pero inadmisible en el ejercicio de la autoridad. Se debe, en primer lugar, construir el Plan de Desarrollo y luego concentrarse en su ejecución desde la filosofía e inversiones previstas en él. Por ello, el artículo 339 constitucional indica con claridad suficiente que este documento debe tener una “parte general y un plan de inversiones de las entidades públicas del orden nacional”. De allí que sea la carta de navegación para los cuatros años en curso.
Para la construcción de este instrumento de progreso el Jefe de Estado ha indicado que se realizarán unos diálogos regionales vinculantes, generando nuevamente ambigüedad sobre el alcance de estas conversaciones. En primer lugar, se ha expresado que se tiene una metodología por parte del Departamento Administrativo de Planeación para consolidar las necesidades descritas por la comunidad, sin que se tenga claridad sobre la forma como será obligatoria la conclusión de cada mesa. Esta duda puede resolverse de diferentes formas: por ejemplo, atando el componente de inversiones del proyecto de ley a la síntesis de estos encuentros. Sin embargo, queda un interrogante: ¿Se limitará la construcción del Plan de Desarrollo a los diálogos regionales?
En segundo término, la concurrencia y participación regional no es equivalente en todo el País. Verbigracia, en el Departamento del Quindío no se tiene prevista ninguna actividad con este enfoque institucional. Por ende, es válido cuestionarse: ¿Existirá diálogo sólo con algunos Departamentos?; ¿Qué pasará administrativamente con aquellos Entes Territoriales en los que no se hará presencia?
Un dialogo demasiado incluyente puede terminar sin soluciones y uno excluyente culminar con focos de incertidumbre e incluso violencia. Los anuncios del Gobierno, por ahora, están cargados de buenas intenciones, pero mayoritariamente carecen de estructura y parecen más cartas al viento. Es deber ciudadano tener paciencia con una nueva administración, pero de ésta ser prudente y planear para comunicar.