Presentar un libro

1 octubre 2022 2:33 pm

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Johan Andrés Rodríguez Lugo

Desde que tuve la oportunidad de presentar “Plaga”, el libro de Juliana Javierre, sabía que el ejercicio de conversar con la autora sobre su obra había sido una experiencia gratificante de la cual podría seguir aprendiendo, mejorando y preparándome para futuras charlas con escritoras y escritores. Luego lo repetiría con Juliana Castro de quien estoy agradecido infinitamente porque su libro me sirvió para explicarle a mis estudiantes eso de “detenerse y admirar” de una manera más práctica; luego, sería con don Alberto Medina sobre su libro del recuerdo de Filandia y el Quindío, sin embargo, jamás pensé que 12 semanas después de la primera charla, estaría presentando el último libro de Héctor Abad Faciolince, leyendo un manuscrito a razón de la no existencia del libro impreso y hablando en el evento Voces y Letras que coordina Pensamiento Escrito Librería y Café, Cofincafe el área de cultura y biblioteca de Comfenalco y otros actores privados que se han unido para permitir estos espacios culturales y literarios.

Resulta pues que no sabíamos si era cierto que venía Abad, sabíamos de su agenda  y sus compromisos, sin embargo, cuando Juan, el librero de Pensamiento,  me dijo que era muy posible que viniera antes de lanzar su última obra, no dudé un segundo en decirle que yo podría moderar esa charla – Juan, déjeme moderarla, yo he leído varios libros de Abad, es más, para mí “El olvido que seremos” no es su mejor texto, a él hoy ya no le gusta hablar de ese, puedo hablar de los otros, incluso de los diarios que es otra cosa – Juan aceptó y me dijo – Listo, prepara algo sin mucho compromiso pues no es confirmado – . Dos semanas después me contó que ya había confirmado a Abad y que además se iba a presentar su nueva novela. Yo quedé feliz.  

Conocí en las letras a Héctor Abad Faciolince como lo han conocido muchos: leyendo “El Olvido que Seremos”, que fue, además, el primer libro que tuve que leer cuando empecé a estudiar Comunicación Social – Periodismo en la Universidad del Quindío. Héctor reconoce que la gente sabe de su obra solo por ese libro y cuenta que muchos incluso creen que no ha escrito nada más, esto lo encontramos en el perfil que escribió Daniel Rivera para la revista Esquire:

“Uno trata de nunca tenerles miedo a los lectores, pero haber tenido éxito implica un lector con expectativas de cierto tipo de libro, y mucha gente ha leído como primer libro mío El olvido que seremos y después se ha ido a buscar los libros anteriores o posteriores, pero que no son novelas, y se quedan un poco desconcertados porque no son como ese, no se parecen, entonces les gustan menos”.

A mí me pasó lo contrario, los otros libros me gustaron más, no porque “El olvido que seremos” no sea bueno, de hecho, lo es, no gratis es el principal, sino porque en los otros empecé a encontrar eso que no sabía que se podía hacer: Hablar de las propias muertes que llevamos encima con una tonalidad narrativa y con formas relevantes, que enganchen y que no sean una chorrada de lamentos por quienes no están.

Yo empecé a estudiar periodismo, entre muchas cosas, por esa necesidad de decir cosas, de contar cosas, ese gusto por narrar historias y encontrar lo que se dice “la propia voz”, así que, desde primer semestre, y desde antes, claro, leo textos para buscar eso, más allá de las historias, que me interesan, leo buscando formas, palabras, descripciones, otras cosas. Leí en un manual de escritura, creo que es el de Juan José Hoyos, que hay dos tipos de lectores, quienes leen por disfrutar y quienes leen por encontrar, yo soy el segundo, leo para encontrar y para entender de otras maneras. Quizás por eso no tengo problema con leer cualquier cosa, incluso lo que me dicen que “es malo” yo lo leo, no solo para comprobar si es malo o no, sino porque pienso que, si alguien decidió publicarlo, algo debe haber ahí, una palabra, una mirada y eso es lo que busco cuando leo.

Empecé a leer “El Olvido que seremos” el 18 de agosto de 2015, no porque sea una fecha inolvidable, sino porque así consta en mi publicación de Instagram. Ese día inicié acosado por el deber de leerlo para presentar el control de lectura. Leí el primer párrafo, luego el segundo y luego el primer capítulo y dije: Qué raro ese amor por un papá, yo soy de los otros, del amor por la mamá. Y seguí leyendo, leí el segundo capítulo, el tercero y cuando llegué al capítulo donde se narra el recuerdo de su hermana me detuve, no fui capaz de seguir, recordé a mamá y a Milena, mi hermana, ambas muertas a causa de The Cáncer, así que tuve que detenerme y regresar días después.

Luego de este libro leí “La Oculta”, una historia diferente en la que también se narra la vida y la muerte, es más, la primera parte inicia con una llamada telefónica anunciando el adiós. De esta novela, recuerdo, tuve problemas con una expareja porque no paraba de leerla, prácticamente como dicen: me la devoré. No solo por lo interesante, sino por los datos políticos que tiene y las referencias que, aunque sea ficción, uno reconoce en diferentes actores políticos de la actualidad. De esta novela escribí una reseña para la revista VÍALTERNA del programa de CSP que posteriormente ubiqué en mi blog “Entonces tin”*

Luego, pasarían 2 0 3 años para volver a leer algo de Héctor, pues, aunque tiene una columna en El Espectador, estos textos no son un referente de su narrativa, de hecho, son pocas las columnas que he leído porque realmente son otra cosa, ustedes saben, son posiciones que pocas veces coinciden con las mías, entonces no suelo seguirlas, más allá de “las polémicas” porque claro, chisme es chisme, entonces las leo para decir: Uff, sí, descachado.

El tercer libro que leí fue “Traiciones a la memoria”, lo inicié pensando que era otra cosa, una novela, un cuento, algo, pero no, es todo el trasegar que hizo Abad para comprobar que el poema que le da nombre al texto sobre su papá era realmente un poema de Borges y no un plagio como lo indicaban Harold Alvarado y William Ospina. Este texto es el recuerdo de una FILBO de las tantas a las que no he asistido, pero que mi amiga Yveen me trajo de obsequio porque sabía de mi gusto por La Oculta y El Olvido. Empecé su lectura y paré un mes. En uno de los capítulos se narra el encuentro del autor con el audio del programa de radio que realizaba don Héctor Abad Gómez justo el día en que lo mataron y justo el día en que llevaba consigo el poema. Abad hijo narra la experiencia de escuchar la voz de su padre casi 30 años después. En ese momento me di cuenta que tampoco recordaba la voz de mamá, así que paré.

“Basura”, uno de los libros premiados de Héctor, es un obsequio de mi amiga Valeria Machado quien lo escogió para dármelo en la entrega de un amigo secreto. En este texto se narran entre otras cosas, la forma en que un vecino recoge las hojas despreciadas de otro vecino y empieza a componer la historia que se narra. Es un texto muy interesante, rápido, con reflexiones sobre la vida, el amor, la literatura, el desasosiego, el insomnio, el amor, el desprecio del amor, el olvido del amor, todos esos amores que no fueron.

Finalmente, en diciembre de 2019, adquirí, a razón de un texto que me pagaron, tal vez el primer texto que me pagaron, “Lo que fue presente”, la recopilación de los diarios de Héctor Abad Faciolince, un libro que me acompañó varios meses de la pandemia, un libro extenso, en donde ese sentimiento de chismoso que tenemos los periodistas se pone feliz pues es ver a alguien confesar cosas que en otros espacios no confiesa, es más, nos dijo que ese libro estaba vetado para la familia. En los diarios encontré algo: el fracaso, el miedo, el terror a fallar, la aceptación de la mediocridad. También encontré la disciplina y la necesidad de narrar historias, de sucumbir al fracaso esperando que algún error no lo sea tanto y se logre algo.

Yo sé que debí escribir sobre el último libro aquí también, que de hecho es el título de esta columna, contarles que no leí un libro sino unas fotocopias con una marca de agua de la editorial, que tuve que guardar una especie de compromiso de silencio porque la editorial no ha publicado nada al respecto, que leí el libro en mi cuarto, en Unicentro, en el café Selva Negra de Calarcá, en mis clases; que le leí fragmentos a mis amigos, a don papá, que esta ha sido una experiencia gratificante para mi formación y mi trabajo. Contarles también lo que hablamos Héctor y yo previo a la presentación y contarles más cosas, pero voy a dejar esto para el especial que haremos en revista El Rollo. Fin.

*https://entonces-tin.wixsite.com/entoncestin/post/2019/07/05/la-oculta-una-historia-del-recuerdo

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