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Gracias a Dios es viernes

16 octubre 2022 4:54 pm
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Iván Restrepo

Hubo un momento de mi carrera profesional en el cual, a pesar de estar residenciado felizmente en Isla Margarita, Venezuela, la expansión del mercado de la empresa para la cual trabajaba en calidad de Director Corporativo de Mercadeo y Ventas  para América Latina,  Carnival Hotels & Casinos –con responsabilidad directa en la comercialización de unos quince hoteles en Centro y Sur América, y en el Caribe,–  se nos requirió abrir oficina en la Caracas boyante, alegre y llena de oportunidades para todos.

Además de la oficina, fue necesario hacerme a un apartamento en la capital venezolana desde donde despachaba, con un equipo de diez ejecutivos todo lo inherente a la responsabilidad de generar negocios para todos los hoteles. Esto me obligó a vivir a la manera de los congresistas modelo colombiano, lunes primer vuelo Porlamar (Isla Margarita) a Caracas, con regreso todos los viernes a Porlamar en un vuelo alrededor de las 6.00 PM.

Cierto viernes de esos tantos, tomé un taxi en Caracas para dirigirme al aeropuerto, (50 minutos de recorrido); luego de unos quince minutos, el taxista que había logrado captar por mi acento que era colombiano, de inmediato y para reafirmarse en su inquietud me pregunto: “Ajá mi pana ¿tú eres Colombiche”? A lo que respondí en un tono muy pausado y elegante: “Así es hijo, soy colombiano pero residente en tu país desde hace unos años”; pasaron unos dos o tres minutos, y el conductor, de esos que tanto pululan por ahí, hablador como el que más, comenzó un dialogo motivo de esta anécdota que, por más veras, permanece activo en mis gratos y anecdóticos recuerdos:

Me cuenta el chofer: “Coño mi pana yo tengo una novia colombiana hace como seis meses y ahí voy bregando y bregando, salimos a pasear cuando puedo, pero la carajita es dura conmigo; a duras penas me deja cogerle la manito y más ná. Ni te cuento cómo me pongo cuando vamos de playa por acá por el litoral; el coño de madre esa se cala un bikini, de esos que no dejan nada a la imaginación; pero hay más para contarle mi pana, el otro día que fui a su apartamento, me presentó a su mamá, le juro, estuve tentado a dejar a mi novia, la hija y comenzar a cortejar a su mamá que estaba mucho más buena.”

El monologo, y digo monologo porque hasta ahora, yo no emitía palabra alguna, transcurrió tal y como les relato, hasta justo unos minutos antes de llegar al Aeropuerto de Maiquetía en donde me abordó y me lanzó la pregunta: Coño vale, te he contado por mas de 40 minutos tantas historias mías y de ti no sé nada vale, ¿Qué haces tú, a que te dedicas? A lo cual, mordiéndome el cachete por dentro para no dejar explotar la carcajada, le respondí muy educadamente: “Hijo, yo soy sacerdote y siempre estoy en búsqueda de almas descarriadas para justamente procurar enderezarlas al servicio del bien.” 

 Al escuchar mi respuesta, pude sentir cómo la velocidad en que veníamos disminuyó en un 50% y mi conductor de turno no volvió a emitir vocablo alguno. Cuando llegamos, se apeó del coche corrió hacia la puerta cercana a donde yo venía, la abrió y me dijo en un tono de extrema amabilidad: “Padre, con toda su venia, le suplico me responda: ¿Será que yo me voy a condenar? A lo que le respondí: “Hijo, reza mucho, porque el que peca y reza empata”.

Para finalizar, el conductor de marras casi no me recibe el importe de la carrera del taxi. Yo me entré de prisa para el terminal, me senté sobre mi maleta y la risa no me abandonó por un buen rato.

En fin, era viernes, el mejor día de la semana.  

 

Hasta la próxima mis panas del alma.

 

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