James Padilla Mottoa
Un poco de sorpresa porque, de pronto, el fútbol se puso falda y comenzó a posesionarse de escenarios que antes eran inimaginables.
Un deporte de fricción, bastante rudo, por cierto, en el que los movimientos exigen mucha sensibilidad y destreza, no era el nicho que uno podría llegar a pensar para la delicadeza de las damas.
Pero está requetecomprobado que no hay barreras que paren a la mujer cuando se trata de alcanzar sus propósitos: poco a poco fueron incursionando en el deporte más popular y aunque con mucho escepticismo inicial, natural por lo demás, paso a paso han ido conquistando los espacios requeridos para instalarse en lo más alto del ambiente del fútbol mundial.
En lo que respecta a Colombia ha sido vertiginoso el ascenso que el fútbol femenino ha tenido. Vertiginoso y tozudo porque el camino no ha sido fácil. Creo que a los primeros que han derrotado ha sido a los dirigentes mayores de la Federación. Sus principales voceros manifestaron hace unos años su repudio hacia este movimiento, esgrimiendo gran cantidad de prejuicios y escrúpulos que fueron contrarrestados con energía y perseverancia en su andar hacia el futuro. Aún ahora, el presidente de la jerarca nacional del fútbol Ramón Jessurum ha manifestado abiertamente su rechazo a un tratamiento igualitario para las jugadoras nacionales poniendo como socorrido argumento que las jóvenes jugadoras colombianas no tienen la categoría profesional que las pueda poner en el mismo nivel de los varones a la hora de la repartición de los premios.
Sin lugar a dudas ha sido esta una de las más desafortunadas salidas del personaje que llegó al puesto más alto en el manejo del fútbol colombiano sin mostrar un récord de acciones importantes para el desarrollo de esta actividad y en el que realmente no pasa de ser más que un grisáceo virrey.
Las damas, sin una liga normal y sin los grandes patrocinadores que permanentemente buscan los mandamases de la organización futbolística del país, han resultado protagonistas de una gesta que nos deja boquiabiertos a casi todos y sumidos en una total pobreza conceptual a los que viven lucrándose del gran esfuerzo de los demás.
No me vayan a decir que el lucimiento de las damas en los distintos certámenes internacionales y, sobre todo, en esta antesala de la disputa de un título mundial en la categoría de los 17 años, es un logro que estaba en la agenda de los aficionados del país. No, a regañadientes han armado los de la Dimayor unos torneítos ridículos cada año, sin las garantías económicas de las chicas que superan estos escollos pensando en su proyección internacional para redimirse ellas y las múltiples necesidades de sus familias, pobres como son casi todas las familias de los deportistas nuestros.
Aún no sabemos lo que podrá suceder este domingo en la prueba final ante un rival de la envergadura de las españolas, equipo que justamente gano a Colombia por la mínima diferencia de un gol por cero en el primer juego de esta cita orbital que se juega en la India. Sin embargo, de todas maneras, estas niñas han llegado, sin pedir permiso, a la gloria absoluta del deporte de este país al ser el primer representativo nuestro en subir al escenario de la disputa de un título mundial en el fútbol. A pesar de los directivos de la federación, a pesar del escepticismo de muchos más y contando solamente con el respaldo de sus familias, de los técnicos y de un puñado de dirigentes de clubes que no ha dudado en ofrecer su respaldo a una quimera de ayer que hoy es una dorada realidad.