Hay que construir una mejor versión del Quindío

1 noviembre 2022 12:45 am

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Armando Rodríguez Jaramillo

Algunas veces he insistido en la necesidad de pensar hacia dónde va el Quindío y en tener un acuerdo sobre ello. Sería atrevernos a soñar lo que podemos llegar a ser como grupo humano si aprovecháramos las oportunidades y nuestra capacidad de innovar.

También en ocasiones he reflexionado sobre los pocos ejercicios de prospectiva o estudios de futuro que tuvimos y que jamás se ejecutaron por falta de apoyo político. Igualmente he señalado que los llamados planes de desarrollo municipales y departamentales enmarcados en la Ley Orgánica del Plan de Desarrollo (Ley 152 de 1994) solo tienen objetivos y acciones de corto plazo (para 4 años) y un plan de inversiones que de ninguna manera los aproxima a una práctica de planeación territorial. Esto se evidencia al observar que los ocho planes de desarrollo departamentales y los 96 municipales formulados en el Quindío desde la expedición de la ley no transformaron en esencia al departamento, esto sin contar los planes y esquemas de ordenamiento territorial municipales, los planes de ordenamiento y manejo de cuencas hidrográficas y otros como los de ciencia y tecnología, competitividad e innovación, exportación, turismo y muchas otras iniciativas que al final quedaron en deuda con el territorio.

Creo que por carecer de un estudio de futuro pensamos equívocamente que nuestras necesidades y problemas son responsabilidad de la Nación, esto explicaría el porqué nos concentramos en captar recursos públicos para inversiones que por lo general son en infraestructura, propósito que acapara gran parte de nuestras discusiones. Además de esto, algunos plantean la necesidad de rescatar y fortalecer la caficultura, especializar el turismo, construir una plataforma logística de transporte; pensar en agroindustria y cosas similares que casi siempre obedecen a visones sectoriales más que colectivas.

Sin embargo, no debemos perder de vista que todo esto sucede en medio de un escenario global incierto donde se cocinan cambios de modelos políticos y económicos. Y es que no somos inmunes a las consecuencias de la pandemia del Covid-19, al enfrentamiento por la hegemonía tecnológica entre los EE.UU y China, al cambio climático, a la transición energética, a la invasión de Rusia a Ucrania, a la interrupción de las grandes cadenas de suministros, a la relocalización de la producción industrial, a la Cuarta Revolución Industrial y las disrupciones tecnológicas, al envejecimiento de la población, a la crisis de los mercados, al aumento de la inflación, a las migraciones, a la polarización política entre izquierdas y derechas y a muchas otras cosas que nos afectan y que deberían inducirnos a cambiar nuestra forma de actuar y las estrategias de desarrollo. Así que mientras el país y el mundo convulsionan, pareciera que nos sintiéramos a salvo entre La Línea, al oriente, el río La Vieja, al occidente, y el río Barbas, al norte.

Pero regresemos a la prospectiva como medio para identificar futuros posibles y, entre ellos, cribar los futuros probables y deseables, y también para identificar hechos portadores de futuro como sucesos que anuncian las tendencias que tomarán fuerza con el potencial de conducirnos a destinos deseados. Implican una mirada del presente con visión de mañana, es intentar visualizar lo que le sucederá a una variable en el futuro inmediato o de mediano plazo. Es disponer de miradas globales a través de la vigilancia tecnológica y la inteligencia competitiva para detectar alertas tempranas y señales cargadas de información que pueden ser útiles en lo económico, tecnológico, político, cultural y ambiental para anticipar riesgos y aprovechar oportunidades. Pero es, ante todo, contar con la información y conocimientos necesarios para imaginar y hacer realidad la modernización del Quindío, concebida esta como la transición progresiva para avanzar desde una sociedad premoderna o tradicional, como la nuestra, a una sociedad moderna. En pocas palabras, es alcanzar niveles de desarrollo y bienestar similares a los que tienen aquellos países que ya lo lograron.

No me cabe duda de que preguntarnos sobre la modernización es aceptar el debilitamiento de los paradigmas tradicionales, es ser conscientes que enfrentamos enormes retos que requieren de nuevas ideas políticas y de modelos mentales con cosmovisiones renovadas. Tengamos en cuenta que las herramientas analíticas usadas en el pasado para tomar decisiones, aunque hayan servido, flaquean en el mundo moderno. De ahí que precisemos de nuevas herramientas analíticas fruto del contexto socioeconómico en el que vivimos y del escenario de conocimiento tecnológico y científico hacia el que nos movemos.

Es hora de reaccionar, es tiempo de proyectar un territorio de gran potencial y enormes oportunidades. Es el momento de apostarle a la modernización del departamento para que lo por venir no sea la prolongación del presente, pues la historia nos juzgaría de pusilánimes.

Me resisto a pensar que no seamos capaces de construir una mejor versión del Quindío.

[email protected]   /   Twitter: @ArmandoQuindio         

 

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