El Quindío y su visión de futuro

8 noviembre 2022 3:00 am

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Armando Rodríguez Jaramillo

En el artículo Hay que construir una mejor versión del Quindío (https://bit.ly/3zWMaX7)

escribí sobre la necesidad de modernizar al departamento a través de la prospectiva como instrumento para explorar futuros deseables y factibles. Sobre estos asuntos Javier Medina Vásquez y Edgar Ortegón en el Manual de prospectiva y decisión estratégica: bases teóricas e instrumentos para América Latina y el Caribe (ILPES – CEPAL 2006), plantean que toda prospectiva parte de una visión que deviene en un proyecto. Una visión determina qué puede cambiar y qué no puede cambiar, y al establecer qué cosa debe cambiar la visión empieza a convertirse en proyecto. Así que construir futuros tiene que ver con encontrar auténticas visiones y materializarlas en proyectos, lo contrario sería tan solo tener imágenes que distarán mucho de ser realidades tangibles.

Pero una visión de futuro está lejos de ser lo que un gobernante o dirigente piensen para un territorio o lo que un reducido grupo de técnicos o académicos digan, por cuanto ello implica un proceso de diálogo y negociación para construir un punto mínimo de consenso, proceso de por sí complejo porque hay cuestiones negociables y otras no negociables, hay cuestiones deseables y otras que no lo son. De ahí que una sociedad como la nuestra debe aprender a dialogar y negociar para acordar un mínimo común denominador que permita identificar aquellos puntos en los que se pueda llegar a acuerdos, fuera de esto quedaran muchas cosas que no son negociables ni realizables, que apenas son deseables.

Conocer este mínimo común denominador es esencial para tener visiones compartidas y construcciones colectivas de futuro. Una cosa es imponer visiones y otra cosa es aprender a compartir visiones. Construir futuros no es fácil, pero es algo fundamental si se quiere convivir en un escenario de entendimiento, progreso y bienestar social.

En todo caso la visión de futuro debe ser estructurada, transformadora y realizable para que cumpla su cometido. Por estructurada se entiende que esté soportada en un tejido conceptual de modo que sea fruto de múltiples perspectivas de la realidad que incluya aspectos en lo político, económico, social, cultural, ambiental, tecnológico y organizacional. Por transformadora y creativa se entiende que sea portadora de cambio, que empuje hacia la innovación a un territorio mientras que cuestiona su status quo. Por realizable significa que su probabilidad de ocurrencia o su capacidad de plasmarse en el tiempo sea alta.

Un ejemplo emblemático de visión de futuro fue la planteada por el presidente Kennedy y su gobierno cuando expresó que un norteamericano llegaría a la Luna antes que terminara la década de los sesenta. Hacer realidad esta visión requirió que la NASA liderara un proyecto que catapultó el liderazgo tecnológico de los Estados Unidos en las siguientes décadas. De modo que es tan importante la imagen de futuro expresada en una visión como lo son los medios y los recursos para hacerla realidad. Sobre esto, Medina y Ortegón señalan: «Hay dos situaciones que deben evitarse: que se tengan una visión, pero no se pueda desplegar en un proyecto y que se tenga un proyecto de futuro carente de visión. En el primer caso no se tiene claridad de cómo se puede transformar en acción una propuesta de cambio o una innovación tecnológica; en el segundo caso, un proyecto sin visión puede carecer de perspectiva, de sentido de la novedad y del valor conceptual […]». De aquí la necesidad de decantar la multiplicidad de imágenes de futuro que se encuentran entre la población, seleccionar las que pueden convertirse realmente en visiones y traducir las visiones en proyectos tangibles, estructurados, innovadores, verazmente transformadores, si esto no se hace, solo tendremos proyectos que le apuntan a múltiples cosas, algunas sin duda valiosas, pero no a una visión consensuada de futuro del departamento.

Cuando una sociedad carece de visiones y de proyectos transformadores, poco a poco ve como se deteriora la razón y el espíritu colectivo corriendo el peligro de caer en la desesperanza. Sobre el particular los autores citados escriben lo siguiente:

«La función creadora de las imágenes de futuro tiene que ver directamente con la calidad de gobierno que tenga una sociedad. Las ciudades, las regiones y las naciones viven procesos de auge y decadencia. Las sociedades crecen y se desarrollan cuando comparten una visión de futuro, bien sea de modo implícito o explícito, como un consenso social o un plan deliberado. Pero cuando las visiones entran en obsolescencia, pueden perder su rumbo y estancarse en las mismas fórmulas de éxito del pasado, lo cual inicia los períodos de decadencia.

La capacidad de aprendizaje y renovación de las ideas fuerza que constituyen el núcleo de la visión de futuro, es fundamental para que una sociedad sintonice las nuevas realidades y oriente adecuadamente sus procesos de cambio. En cada gran momento de cambio un territorio o nación debe transformar su estructura productiva, su capacidad de gestión y su mentalidad colectiva, para lograr una mejor inserción en el contexto internacional y generar calidad de vida para sus habitantes.

Otra condición fundamental para la gestión pública es la capacidad de traducir las visiones de futuro en proyectos de gobierno. Para ello es necesario que el gobernante tenga legitimidad, de modo que su visión sea creíble y pueda ser compartida por la ciudadanía. El punto crítico de una sociedad en conflicto es que realmente hay muchas imágenes, pero no una visión compartida. El conflicto ocurre en la medida en que no se logra conciliar ni negociar esas imágenes, existe una fuerte disputa entre diferentes coaliciones que luchan por imponer su propia imagen de futuro».

En consecuencia, hoy más que nunca creo que nuestra sociedad acusa fatiga y desesperanza y que debemos aprender de los errores del pasado. Hoy más que nunca estoy convencido que nos encontramos en un momento de inflexión que debería conducirnos a renovar propósitos y liderazgos para construir una mejor versión del Quindío.

Correo: [email protected]   /   Twitter: @ArmandoQuindio

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