Faber Bedoya Cadena
En los salones de clase de bachillerato, en nuestros tiempos, lo común era advertir el temor, rechazo, casi fobia hacia las matemáticas. Se decía que esta materia era solo para los muy inteligentes, el resto, pasábamos habilitando, o perdíamos el año. En tercero aparecían el Algebra, de Baldor para ser exactos, y la Geometría, fuimos pocos los sobrevivientes. Pero en quinto eran Física, Química y Trigonometría, y la mortalidad era mucha. El año se podía repetir, y en el mismo colegio, pero por lo general se prefería cambiar de institución, hasta de ciudad. Y en sexto, no solo eran Física, Química, sino que le añadían Calculo o Análisis. Mi salvación fue la excelente memoria que siempre me ha acompañado, me aprendía de memoria fórmulas, soluciones completas, además de ser experto en “pasteles o chancucos” para los exámenes. Pero no eran solo las matemáticas, el Inglés, la Historia Universal, la Biología, la Anatomía, todo era de memoria. Hasta Dibujo con don Israel Bernal eran imposibles de aprobar. Y aquí radicaba el quid de la cuestión se trataba de aprobar, no de aprender. No valoramos la trascendencia formativa para la vida, que tenían las asignaturas que cursábamos, nadie nos lo dijo. Los problemas que traían los libros eran muy difíciles de resolver, pero los que nos deparaba la vida, eran pálidos ante los ejemplos de los textos de estudio. Porque no aprendimos a hacer cuentas, o a manejar un presupuesto, y todos basados en las cuatro operaciones.
Destacarse en Sociales o Español era lo común y corriente. Y esto determinaba la carrera que se iba a estudiar. El 90% de los estudiantes, preferían profesiones que no tuvieran que ver con las matemáticas. Craso error de juventud. Hasta cuando llegó un profesor, y sacerdote para más señas, el padre Ariel Tobón, que nos demostró con datos, que todo en la vida tiene que ver con las Matemáticas. Eso era una sospecha que todos teníamos, pero nos resistíamos a aceptar. Preferíamos la Filosofía, el Español, la Literatura, el Latín, el Inglés, el Francés, los Centros Literarios, la Educación Fisica con el profesor Fanel Villarreal, antes que ceder ante el dominio de las matemáticas., que nos parecían imperialistas, “Gringos Go Home”. Preferimos combatirlas, obteniendo un “tres raspado”. Aprobamos. Ya podíamos decirles adiós y para toda la vida. Otro craso error. Y salimos bachilleres. Somos de las promociones que no presentamos pruebas del icfes, por lo tanto ingresar a la universidad era relativamente fácil, con las calificaciones de todo el bachillerato. Se miraba la calificación de Conducta. Importaban las recomendaciones personales. En las universidades oficiales era más difícil ingresar, pero eran pocos los aspirantes. Muchos se fueron para la Universidad de Caldas, ninguno de mis compañeros estudiamos en universidades privadas. Empezó la universidad del Quindio y esa fue nuestra institución de Educación Superior. Como primer centro de educación pública superior en el Quindío, empezó a funcionar en 1962, cuando salimos bachilleres, con los programas de Agronomía y Topografía. Después ofreció Pedagogía y Administración Educativa, programa al cual ingresé en 1964. Ya en la educación pos secundaria, superior, la vida estudiantil era otra, y hasta ahora nada de matemáticas. Pero en quinto semestre apareció Estadística I cuya base son las matemáticas. Y gracias a la profesora, la doctora Marina Torres Blanco (1966), nos cambió la mentalidad hacia esta ciencia. Nos enseñó lógica matemática, la importancia de las cuatro operaciones, las ecuaciones, a despejar incógnitas, enunciar, plantear y solucionar problemas, a clasificar, ordenar, sacar promedios. Nos enseñó a vivir las matemáticas, mediante la estadística, I y II. Nos retaba a encontrar alguna actividad humana que no fuera susceptible de aplicarle la estadística y por ende las matemáticas. No la encontramos. Personalmente me fascinó la estadística. En 1966 se creó el programa de Matemáticas y Física en la Universidad del Quindío, y en todos los programas se tenía que ver dos semestres de Matemáticas. Nosotros nos salvamos porque no nos tocó esa reforma curricular, a los nuevos si, y por referencia supimos que era bien difícil aprobar esta materia. Pero gracias a la calidad, no solo profesional sino humana, de los profesores como Marco Fidel Suarez, Jacobo Arana, Ramiro Solano, Abdul Chaib, Diego Pareja, Olver Mejia, entre otros, terminamos admirando, queriendo las matemáticas, pero tampoco como para estudiarlas. No solo enseñaron matemáticas modernas, sino que trajeron una enseñanza moderna de las matemáticas. En el mundo empezaron a aparecer las maquinas calculadoras, las registradoras en los almacenes, la regla de cálculo, que fueron reemplazando las operaciones con papel y lápiz, o a los ágiles que podían hacer operaciones matemáticas mentales. Conocimos una persona que por teléfono tomaba el pedido, lo pasaba al cuaderno, le ponía precio y cuando terminaba, le decía el valor total. Conocimos un señor que lo llamaron “la calculadora humana” por la cantidad de operaciones que podía hacer mentalmente. Aparecieron las calculadoras portátiles, primero a precios excluyentes, hasta volverse populares y de fácil acceso. Y el lápiz y el papel se archivaron, y las operaciones mentales cada vez menos. En 1970 la mayoría de los bachilleres, éramos profesionales, con calculadora en el maletín. Y empezamos otra etapa del camino, el hombre y la tecnología. Pero la generación de las matemáticas esenciales aprendió el orden que enseña y exige esta ciencia, a ser cumplidos con las cuentas, a manejar un presupuesto, a cumplir con los compromisos adquiridos mediante la palabra empeñada. Las maquinas nunca suplieron la rectitud, ni ampararon el incumplimiento. Los cambios sucedieron a velocidades fantásticas. En 1977 comenzó la historia de las computadoras personales o pcs, como dispositivos electrónicos de consumo para el mercado masivo. En 1980 las Empresas Públicas de Armenia tenían un computador Texas Instruments, para elaborar los recibos de los servicios públicos. Telearmenia era una entidad prestadora del servicio telefónico, altamente sistematizada. Los tiquetes aéreos se expedían por computador. Los bancos todos estaban sistematizados, y era lo que el sistema autorizara. Se acabó la relación personal con los gerentes. Los sobregiros hasta fin de mes. El 1o. de junio de 1994, se realizó la primera llamada celular en Colombia, la originó Celumóvil en Barranquilla conectando a Barranquilla con Bogotá y New York entre el empresario Julio Mario Santo Domingo, Carlos "El Pibe" Valderrama y María Cristina Mejía de Mejía, presidente de Celumóvil. Y desde ese día hasta hoy, los avances tecnológicos rebasan la imaginación humana. Todo se encuentra en ese aparato móvil, aquí y ahora. Se acabaron las distancias, los tiempos, los cálculos, las cuatro operaciones, ellos lo hacen por nosotros, hasta con la voz si así lo prefieres. Existen aplicaciones para todo.
Pero las máquinas con toda su sapiencia no reemplazan la función formativa de los maestros. A nosotros se nos recuerda por lo que somos no por lo que enseñamos. El respeto por la diferencia, la libertad de expresión, la tolerancia, la promoción humana, la unión en la diversidad, no se mide en gigas, no son una simcard que se inserta en una mente juvenil. Eso se aprende en la vida, en el intercambio con el otro. Es por eso, que le pido a Dios, en este camino de la vida, que ahora que estoy en la vejez, no me reemplaces por un móvil y sigas hablándome a pesar de tantos años juntos.