James Padilla Mottoa
Se nos vino encima otro mundial de fútbol. Y lo peor de todo es que hace mucho que se inventaron el cuento de que para nosotros, los periodistas deportivos, la edad no se cuenta como al resto de los mortales, sino por el total de mundiales que nos ha tocado vivir. Y ahí está lo delicado del asunto porque la conversión está como el dólar a los precios de ahora.
El que viene es un mundial medio raro; por lo menos, a muchos nos parece con menos expectativas que la gran mayoría de los que han pasado: tal vez las circunstancias en que consiguieron la sede los multimillonarios integrantes de la familia que domina ese pequeño estado del Golfo Pérsico, los millones y millones de verdes que repartieron a los dominadores del fútbol, algunos presos y otros condenados al ostracismo pero con las alforjas repletas de petrodólares, o tal vez las circunstancias de un país ajeno a este deporte y que ha querido entrar a saco en la gran sociedad de las potencias que tuvieron el privilegio de organizar y realizar un mundial.
Raro también y sobre todo, porque Colombia no tuvo con qué llegar allí. Por múltiples factores Colombia dejó escapar la ocasión de esta cita orbital, dejándonos con unas emociones limitadas, haciendo fuerza por seleccionados que hasta ayer eran nuestros antagonistas.
Tenía la ilusión que la bajada de Colombia sirviera para bajar también a una gran cantidad de lagartos que siempre están al acecho para pegarse en estos viajes que son la chapa más brillante para cualquier periodista. Pero, nada; lagartearon igual y ya se anuncian las nutridas embajadas de periodistas que van llegando a Qatar, "porque la otra cara del mundial hay que contársela a los colombianos". Como si los periodistas deportivos no fueran tan capaces como para hacerlo con lujo de competencia. Será que nunca se enteraron de las gestas periodísticas cumplidas por extraordinarios servidores de la información deportiva, como aquellos inolvidables hombres que cubrieron minuto a minuto los lamentables acontecimientos que enlutaron los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972.
Pero bueno, esa es otra historia. Lo que ahora nos ocupa es lo raro de este mundial: fechas inusuales, ausencias notables como la de Italia, potencia indiscutida de este deporte mundial, el fasto con el que los cataríes lo van a presentar al orbe, con edificios que parecen sacados del cuento de Aladino y La Lámpara Maravillosa, y calles tan lustrosas en las que uno preferiría andar en calcetines para no ensuciar el piso.
Muchachos y muchachas, nada qué hacer: se nos vino encima este mundial que además tiene el ingrediente nostálgico de despedidas muy notables como las de los jugadores Lionel Messi, el súper astro argentino y la de Cristiano Ronaldo, catalogados como los dos más grandes jugadores de las últimas dos décadas. Ellos ya no tendrán edad para volver…
Extraño, raro y todo, pero ya adelanté trabajos y mandados para poder ver el mundial de los cataríes. Ah y también he adelantado algunas oraciones para que el Señor me regale unos añitos más para poder ver el próximo…