Nada ha cambiado

22 noviembre 2022 5:15 pm
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Juan Carlos Murcia

Y nada va a cambiar. Entre otras razones porque para impulsar cambios reales en la vida económica, política, social y cultural de un país como Colombia, un gobernante requiere de cuatro componentes claves: voluntad, organización, independencia y apoyo popular. El presidente Gustavo Petro, lamentablemente, no cuenta con ninguno de ellos. Empiezo por el último. En el momento en que escribo esto, 7:10 p.m., del martes 15 de noviembre, los medios de comunicación informan de la escasa participación ciudadana en las marchas convocadas en favor de sus primeros cien días de gobierno. "Debemos demostrar que somos más los que apoyamos al gobierno y las reformas estructurales que se tramitan en el Congreso. Quedarnos en casa es dejar que la oposición construya el relato del inconformismo", había dicho el senador Gustavo Bolívar. ¡Qué ingenuidad! ¿Esperaban que el pueblo se volcara a las calles a respaldar el alza en los impuestos y en el costo de vida?

Hasta el día de hoy, del total de “reformas estructurales” propuestas por el gobierno Petro, la única que anda a buen ritmo es la que nos toca el bolsillo a la mayoría de colombianos. Hablo de la reforma tributaria de José Antonio Ocampo. La misma que busca garantizar, como todas las anteriores, el pago del servicio de la deuda y el funcionamiento burocrático del Estado. Es falso que haya sido pensada para poner a pagar más impuestos a los que más tienen, pues los impuestos de los que más tienen los terminamos pagando entre todos, vía consumo. No de balde la tributaria fue aprobada en ambas cámaras por partidos como el liberal, el conservador y el de la U. Hasta cuándo y bajo qué condiciones sus dirigentes, senadores y representantes seguirán alineados al “gran acuerdo nacional” de Petro, es la pregunta que cabe hacernos. Porque el viacrucis recién comienza. Falta tramitar las reformas a la educación, a la salud, al sistema pensional, la reforma política y, la más importante de todas, la reforma rural integral, que además es el primer punto de los Acuerdos de La Habana, apenas uno entre todos los compromisos que el Estado se ha negado a cumplir. Así las cosas, la llamada Ley de paz total se quedará en los primeros acercamientos con insurgentes y narcos.

Aseguran los analistas que los cambios prometidos por el actual presidente dependen, en gran media, de su capacidad, y la de Roy, de negociar las reformas con los partidos políticos tradicionales. Dicho de otra manera: los cambios tendrán que ser revisados y aprobados por los enemigos del cambio. Por los responsables de nuestra tragedia histórica. Por los políticos de siempre. Los arquitectos del uribismo. Los que, hasta ayer, sostuvieron a Iván Duque en la presidencia de la República. A esta particular forma de gobierno, a esta antítesis, por decir lo menos, apostó Gustavo Petro todas sus fichas. “Aquí cabemos todos”, viene diciendo desde los tiempos de su militancia en el Polo Democrático Alternativo. Esa frase, propia del más puro pancismo, resume su visión de la política, la esencia de su gobierno. Por ese boquete ideológico entraron al Polo, que nadie se olvide, personajes como los Moreno Rojas. Quince años después, la historia se repite, esta vez en el partido de gobierno. Basta con ver los desencuentros entre algunos ministros y los congresistas del Pacto. Los rifirrafes entre militantes rasos hambreados de dinero y poder. Para no ir muy lejos, en el Quindío, desde hace ya varios meses, dos facciones se disputan, al estilo de las barras bravas, las migajas que desde Bogotá arrojan sus líderes. Pensarán, con razón, que si en el gobierno del cambio todos caben, es porque todo vale.

Y todavía hay quienes creen que la izquierda al fin llegó al poder.

 

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