Álvaro Ayala Tamayo
Este mundial de fútbol en Catar nos trae muy malos recuerdos a todos los colombianos. No se trata de callar los hechos que giran a su alrededor. Los autogoles contra las mujeres y las comunidades que tienen otras preferencias no pueden ser expulsadas del partido, simplemente porque su régimen político no está de acuerdo.
Es tan absurdo lo de lo Catar que, salió a defenderlo el bandido Infantino, zar de la FIFA. Peor aún, con argumentos morales y principios éticos. Como si Emilio Tapias dictara clases de contratación pública.
Lo duro de este mundial es que no estamos participando con nuestra selección. El olvido que somos, es porque los cabecillas principales del desastre hoy se pavonean por el mundo disfrutando de esa endemia colombiana llamada impunidad.
Los jefes de la debacle, Ramon Jesurún y Reinaldo Rueda, son los únicos que gozan de la mítica frase del técnico Francisco Maturana: “perder es ganar un poco “. Este par de individuos no han sido objeto del análisis del VAR. Su jugada fue objetada tras la protesta de todos, pero tienen tanto poder que las delgadas líneas rojas fueron cruzadas hasta el cinismo de la corrupción.
El peligrosísimo Reinaldo Rueda habla con sus amigos solo por teléfono. Les dice que no se pueden ver porque la situación todavía está caliente y siente mucho miedo de salir a la calle. Sabe que el país entero le sacó tarjeta roja y aún no ha pagado la sanción. El pueblo no le acepta apelar porque traicionar la patria es pecado y es delito. Fue sentenciado a larga vida para que experimente el desprecio de los ciudadanos.
De Jesurún, ni hablar. Es un híbrido entre Daniel Ortega, el nicaragüense y Nicolás Maduro, el venezolano.
OTRA. Es hora que todos los colombianos, sin excepciones, a partir de los 18 años tengamos cédula de ciudadanía y declaración de renta. Declarar no significa pagar impuestos, sí más herramientas para que el Estado controle evasión, fraudes y trampas.
OTRA. Cuando te inviten a invertir en criptomonedas es porque te van a estafar.