Un examen de conciencia para los cristianos

3 diciembre 2022 4:57 pm

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Agostino Abate

Si los cristianos de nuestro tiempo optan por reducir su papel, como lo están haciendo a menudo, a la defensa de unos valores con una posición reaccionaria, entonces la fe será manipulada y la Iglesia, traicionando su misión, hablará un lenguaje extraño a la vida real y se convertirá en una sinagoga sólo dispuesta a acoger a los que practican la ley. Pues los cristianos están inclinados, por educación recibida y por una antigua costumbre, a poner en la doctrina y en el orden moral el centro de gravedad de la revelación. La cuestión esencial no es reaccionar contra el mundo, sino ser levadura en el mundo.

Doctrina y moral son, naturalmente, de importancia fundamental; pero uno se pregunta si ellas solas pueden expresar la plenitud de lo que se llama revelación.

Surgen de hecho, preguntas: ¿Qué imagen de Dios se presenta hoy en el anuncio cristiano? Y, sobre todo: ¿A qué imagen de Dios se refiere el rechazo tan frecuente, tan generalizado de Dios?

Podríamos considerar este tópico como un examen de conciencia colectivo: ¿han concebido los cristianos a un Dios para ellos, según sus deseos y sus necesidades o no deberían acaso concebir a un Dios según la imagen que Jesús ha dado de Él?

Cuando en el tiempo surge una conciencia nueva y por lo tanto una nueva línea de comportamiento, automáticamente parece que se desprecie la línea antigua. No es así. Todo lo que se hizo en el pasado quizás era lo mejor para ese tiempo, para aquellos hombres, para aquella situación y para la conciencia colectiva de aquel momento histórico. Ahora parece que la conciencia colectiva de la humanidad haya madurado por lo que es necesario dar un paso, tanto en nuestro modo de releer el evangelio como en el modo de encarnarlo en una situación concreta. Se trata de conservar la tradición renovándola de la forma más adecuada para la conciencia humana colectiva de hoy.

Si pensamos en el anuncio cristiano de hoy, creo que la imagen de Dios que se está presentando es la imagen de un Dios Padre, pero padre de niños, no de hijos. A veces, sin quererlo, con frecuencia se anuncia un reino de Dios en el que el Padre paternalista parece decir al niño: sé bueno, haz lo que te digo, que después te doy un premio. Un lenguaje esto que nada tiene que ver con la maduración humana querida explícitamente por Dios cuando creó al hombre a su propia imagen y semejanza, por lo tanto, como un interlocutor, como un tú, como una persona.

Un malentendido que podemos notar también en el pensamiento religioso actual, es cuando se habla de las virtudes. Por ejemplo, cuanto más se ayuna mejores somos porque después llega el premio (en la otra vida): concepto completamente extraño a los Padres de la Iglesia y a la primera comunidad cristiana y, por lo tanto, a la fe en sí misma, porque el ayuno no tiene merito alguno en sí mismo. Mas si alguien ayuna para compartir con los pobres, reconociendo por ellos que Dios es Padre y que todos somos hermanos, entonces sí, se entra efectivamente en comunión con Dios y con el prójimo.

El mismo motivo es el que justifica la virtud de la pobreza, porque en sí la pobreza no es una virtud sino una desgracia. Si veo a un necesitado y rehúso socorrerlo por no recortar mi capital que me da seguridad económica y psicológica, no hago más que renegar de Dios como Padre y por lo tanto no solamente no entro en comunión con mi prójimo rechazado, sino que corto la comunión con Dios.

Otra imagen de Dios que a veces se anuncia, es la del deus ex machina. (Ese concepto se refiere a un mecanismo de poleas que en el teatro greco-romano permitía a un personaje que se identificaba con Dios, bajar en escena y arreglar los problemas existenciales cuando humanamente ya no tenían solución). Es el Dios que se quiere que intervenga en cada situación para arreglar todos los problemas humanos.

Pues bien, este deus ex machina, este dios artificial no es creíble y no lo es sobre todo para la conciencia moderna.

Otra imagen de Dios bastante equivocada y que con frecuencia se presenta es la del Dios elitista, el Dios que creó al mundo y la humanidad y después se contenta con una pequeña elite que vaya al paraíso. El Concilio Vaticano II ha establecido sobre bases nuevas el concepto de la salvación, pero en el modo de pensar y actuar se continua a menudo con una mentalidad pre conciliar.

Un cristiano, debería mirar al prójimo con el mismo ojo amoroso y misericordioso del padre del hijo pródigo, también a los ateos declarados, a los gnósticos, a los anticlericales, a los que no pertenecen a su misma creencia religiosa, porque desde el momento en que Jesús asumió la naturaleza humana todo lo humano es asumido por Dios por medio de Jesús.

Por lo tanto, si alguien no es capaz de amar a los diferentes todavía no puede llamarse cristiano

Parece que la visión cristiana del mundo se haya quedado en los libros de teología y de antropología, en las homilías, en el secreto del confesionario y que haya creado pocos modelos culturales de comportamiento que incidan en la construcción de una sociedad capaz de realizar ideales de solidaridad y de reciprocidad. Evidentemente algo no ha funcionado y sigue sin funcionar. Quizás en lugar de crear puentes de amistad y simpatía, se han construido sistemas, se han elaborado ideologías; ideologías de contraposición; ideologías de alternativa; se ha usado a veces a Dios contra el hombre.

El hombre y por lo tanto la consciencia humana colectiva es un lugar teológico; la humanidad y la cultura son un lugar imprescindible para poder llevar adelante un discurso de fe en el contexto de cada situación histórica donde se vive. La Iglesia debería preparar el terreno mediante el uso de un lenguaje que sea más comprensible para el hombre actual.

También a través de imágenes de Dios que sean más verdaderas, más evangélicas y, naturalmente, que tengan como soporte el testimonio.

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