Diálogo de actualidad

7 diciembre 2022 6:12 pm

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Por: Libardo García Gallego

Paré la oreja para escuchar la discusión entre dos grupos en pro y en contra del desarrollo de la sociedad. Me extrañó que no hubiesen hablado de los sistemas socioeconómicos ni de las clases sociales; se empeñaron más en el crecimiento y el decrecimiento, como en apoyo y rechazo de las ideas de la ministra de Minas y Energía.

En un grupo estaban, entre otros:  Retraso, Conservación, Estancado, Solidario, Mamerto y en el otro: Moderno, Crecencio, Competidor, Progreso, Ubérrimo. Los primeros se oponen radicalmente a continuar explotando la energía procedente del carbón, el petróleo y el gas, debido al exceso de CO2, origen del calentamiento global y del cambio climático, mientras los contrarios defienden a capa y espada seguir su explotación para no frenar el desarrollo económico, echando mano del fracking o de cualquier sistema descubierto hasta hoy.

Los primeros rechazan la tala excesiva de los bosques en vez de conservarlos, y proponen, en cambio, dedicar un espacio mínimo al ramoneo de los animales y alimentarlos con forraje adecuado, con pastos de levante. El grupo de los desarrollistas riposta que es mejor aprovechar tanta selva y bosques para sembrar pastos y dedicarlos a la ganadería extensiva que nos produzca carne y leche, insisten en que podríamos aumentar varias veces la exportación de carne y ganado en pie cuya demanda es alta en los países desarrollados. También están en desacuerdo con darles tierra suficiente a los campesinos carentes de ella con el fin de que cultiven productos agrícolas para alimentar la población y proponen que mejor se dediquen grandes extensiones a cultivos industriales, como tabaco, caña de azúcar, soja, algodón, además de las ganaderías, para la exportación.

Los desarrollistas son partidarios de la obsolescencia programada, es decir, que las fábricas determinen la duración de sus productos: vehículos, electrodomésticos y todo tipo de máquinas, así circularía aceleradamente el dinero y estaríamos estrenando más a menudo en lugar de pasear en vehículos de veinte o más años de duración y utilizando aparatos viejos, pagando reparaciones con alguna frecuencia. Esa misma explicación la usan para justificar la profusión de las modas en los vestidos, pues es muy feo andar con la misma prenda de vestir 10 o más años, cuando lo mejor es estrenar por lo menos cada seis meses, especialmente las mujeres que se sienten muy incómodas cuando miran en los almacenes otros diseños que ellas quisieran ya para sí mismas.

Al término de estas reflexiones encontré un artículo en El Espectador donde Alejandro Reyes Posada le da la razón al primer grupo con este párrafo:

“Si se quiere proteger al país de inundaciones y deslizamientos, no hay una política más eficaz que la regeneración de los suelos en la agricultura y la ganadería. Por cada 1% de aumento de materia orgánica en el suelo se capturan 132 toneladas de CO2 de la atmósfera y se retienen 144.000 litros de agua por hectárea. La agricultura regenerativa de suelos comienza por la siembra directa, sin arar ni exponer los suelos al sol, manteniendo siempre la cobertura vegetal, usando abonos orgánicos y estimulando la biodiversidad de hierbas, arbustos y árboles. Produce alimentos sanos, captura el CO2 de la atmósfera y regula el sistema hídrico, evitando inundaciones y deslizamientos, que serán mayores cada año por efecto del cambio climático. El mejor efecto es que libera a los productores de invertir en fertilizantes y agrotóxicos, reduciendo sus costos de producción y mejorando sus ingresos, con una productividad que crece a medida que se enriquece la capa orgánica del suelo.” Ver: “La muerte de los suelos y el cambio climático” Alejandro Reyes Posada  6 dic. 2022 

https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/alejandro-reyes-posada/la-muerte-de-los-suelos-y-el-cambio-climatico/

 

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