El Quindío al revés

18 enero 2023 4:18 pm

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Por Alberto Gómez Mejía

Resulta muy impresionante observar la ciudad al revés. Me explico: por la circunstancia de tener cálculos en la vesícula, fui trasladado de una moderna y bien atendida clínica oficial de la Nueva EPS, ubicada en el barrio la nueva Cecilia en Armenia hasta otro establecimiento médico en Pereira para que me hicieran un examen con una cámara al interior de mi organismo, examen que se llama sonoendoscopia o sonoecografía. Obviamente el viaje tenía que hacerse en ambulancia y a uno lo acuestan de tal manera que lo único que ve es lo que aparece a través de una sola ventana grande ubicada en la parte de atrás del vehículo. Por esa razón es una sensación extraña observar cómo la ciudad se aleja, se aleja y se aleja, y ante tan curiosa perspectiva, sucedió que en algunos lugares no distinguía dónde me encontraba. Es como si la urbe fuera desvaneciéndose, perdiéndose en los recovecos de sus propias calles. Es ver la ciudad al revés. Rarísima.

Alguien razonablemente podría preguntarse la razón por la cual, para un examen tan simple, que lo pueden realizar varias instituciones en Armenia, una entidad del Estado contrata una ambulancia con enfermera y obviamente con conductor, gasolina, peajes y otras arandelas, para llevar a un paciente a otra ciudad, operativo en el que se invierten, si todo sale bien, por lo menos tres horas. La razón burocrática es que la entidad oficial de Armenia tiene contratados esos servicios en Pereira. ¿Por qué no en Armenia? Tal vez porque el Quindío también está al revés.

En Pereira me llevaron a una clínica vieja, en el centro de la ciudad, por lo cual el camillero tuvo que hacer su labor en la calle esquivando los vehículos automotores y subir la camilla por una rampa al andén que tenía estratégicamente ubicada una pequeña valla que impedía su utilización normal. Ingresamos por fin al establecimiento: el hacinamiento era feroz. Muchas personas acompañando muchos pacientes, en unos corredores angostos, con baja luminosidad, casi kafkianos. Después de un rato me llevaron a un consultorio, donde tenían a buen volumen una poco relajante música de vallenato despiadado.

El médico me explicó que sólo harían la sonoecografía, porque eso era lo único que habían autorizado. Le informé que los médicos en Armenia me habían dicho que además de ese procedimiento me harían de manera sucesiva la Cpre (colangiopancreatografía retrógrada endoscópica), que, en lenguaje llano, consiste en la recolección de los cálculos, arenillas y barros que se encuentren en la vesícula, en los conductos biliares y en los alrededores, tarea sin la cual no me pueden operar. Respondió con raciocinio burocrático perfecto que sólo habían permitido uno de los procedimientos y sólo eso me harían y solo eso me hicieron.

Yo no sé si las entidades de control hacen estudio comparativo de costos operativos sobre cuánto le representa a una entidad pública hacer los exámenes en el mismo lugar donde está el paciente frente a la posibilidad de trasladarlo a más de 30 km de distancia con toda la parafernalia asociada.

La lógica médica de los profesionales en Armenia era impecable: como era evidente que había cálculos, por la pancreatitis leve que me dio, la Sonoendoscopia era simplemente para cumplir el requisito y hacer las exploraciones necesarias, y que a continuación, en el mismo estado de anestesia general, me harían la Cpre. Algún burócrata de la Nueva EPS resolvió que no: que primero hicieran la exploración y que luego tramitaran otra solicitud para la Cpre, que en un inusitado gesto de lucidez me han anunciado que será en Armenia, lo cual implica un día más, como si yo no tuviera nada que hacer. Habrá que esperar a continuación que la EPS autorice la cirugía un día de estos. No hay urgencia, no hay afán.

Esta entidad también está al revés. Al segundo día de mi llegada me informaron que me harían una ecografía, muy cerca de donde estaba hospitalizado, para lo cual debía estar listo, con acompañante, a las nueve de la mañana. Pues bien, la ambulancia llegó a las 2:30 de la tarde, sin haber podido yo probar bocado alguno porque no me permitían ni desayunar ni almorzar. En el sitio del destino una bella funcionaría me indicó que la ecografía había sido programada para las 10:40 y que habíamos llegado cuatro horas tarde a un establecimiento que queda aproximadamente a seis cuadras de distancia. Adicionó que hablaría con el médico, quien amablemente accedió a hacerme la tarea.

Para mí todo esto es un contrasentido generado por unos burócratas que no tienen en cuenta a cabalidad lo que los médicos indican.

El doctor Fernando Gómez Cabal me refería que en cualquier centro hospitalario del mundo a un paciente que le tienen que hacer extirpación de vesícula, máximo lo demoran tres o cuatro días. Yo voy para 12 o 13 días y he estado ocupando una cama que bien podría ser utilizada por otros pacientes, si el sistema fuera eficiente. Yo no sabría si esta dilatada e inútil permanencia sea además un riesgo para mi salud o para mi vida.

El servicio, salvo en la clínica donde estoy, está totalmente deshumanizado. Está al revés, como veía yo la ciudad. Y el Quindío también está al revés porque nadie se preocupa que las entidades oficiales realicen sus actividades comerciales aquí. Sólo en la medida en que no nos percatemos que la circulación del dinero dentro de la región es uno de los factores que dinamizan la economía, no llegaremos a ningún Pereira.

Estamos todos al revés.

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