Álvaro Ayala
Solo cuando apunten a Moscú con un arma de igual calibre, el desgraciado Putin, parará la guerra.
Nos vamos acercando al año y no hay motivos para ser optimista sobre el fin del conflicto en Ucrania.
Los ataques iniciados por Rusia el pasado 24 de marzo se prolongan y no se ven indicios de callar las armas. Por el contrario, todo apunta a que la guerra se mantenga.
Diariamente vemos los anuncios de los gobiernos de Occidente enviando material bélico de apoyo a Ucrania, para defenderse del genocidio al que es sometido, pero nadie hace nada por parar el exterminador, ni el exterminio.
El presidente Zelenski se dejó echar el cuento de los apoyos y descorazonados vemos avanzar el poderío ruso. No creemos que nuestra solidaridad sea suficiente para que Ucrania detenga al enemigo. De palmaditas en la espalda no se sobrevive.
A bombazos agigantados está desapareciendo al inocente y valiente pueblo ucraniano. Algo peor, todavía hay muchas empresas de este lado del mundo operando en Rusia. No son absolutas las sanciones decretadas por los organismos internacionales.
OTRA
Las grandes multinacionales tecnológicas han comenzado a despedir miles de empleados. Cada semana los trabajadores están perdiendo sus puestos, dando inicio a la catástrofe que se avecina: recesión. Ya no estamos con señales de alarma. La advertencia se encuentra en máximos niveles de alerta. Las luces cambiaron de amarillo a rojo.