Armenia no se recupera. Seguimos contando los años de un desastre, pero no los desastres de cada año y de cada día.
Cada 25 de enero, prensa, radio y televisión vuelven sobre los escombros de un terremoto que dejó muertos, heridos y muchos sin hogar.
Pero, años después, cuando se sigue conmemorando dicha fecha, parece que hay terremoto cada día y cada año.
El parque Uribe, el barrio Santander y otros en el sur no han cambiado mucho desde esa época. Siguen casi iguales en todo sentido.
Para completar, las invasiones son constantes en diferentes partes de la ciudad, incluyendo el norte, frente a Oro Negro. Al sur, varias cuadras después de la glorieta de Sinaí. Nadie dijo algo al respecto. Ni el gobierno se pronunció. Pero las invasiones continúan por diferentes lugares. Ya tienen servicios domiciliarios. ¡No hay problema!
No solamente invaden sectores para levantar casas y barrios casi por completo, sino que también lo hacen con el espacio público, pero nada sucede, acontece o pasa.
Esta foto la publicó elquindiano.com. “Esta ‘fachada’ luce en toda la avenida Bolívar de Armenia, cerca de la planta de tratamiento de agua en Regivit. Pomposamente dice Minimarket, No solo está ocupando parte del andén, que es espacio público, sino que su presentación en esterilla es realmente antiestética, especialmente para una avenida tan importante para la ciudad”.
La galería se extendió por toda la ciudad. No hay un lugar específico, sino en todos los lugares, se encuentran diferentes puestos de carnes, verduras, frutas. No hay paso. Todo está ocupado. Los andenes ya no son transitables por las personas. Deben bajarse a la calle.
Pulula la inseguridad en todo Armenia. Eso es innegable. Se debe tener mucho cuidado por donde se camina en el día y en la noche. En la noche, no se debe ir al centro de la ciudad. Todo cerrado y la soledad invita a los atracadores a hacer de las suyas.
Mi pueblo ya no es mi pueblo.
Ni qué decir del sector del parque de los Fundadores. Inundado de ventas por todos lados. Ni peatones, ni vehículos tienen facilidades para movilizarse por ese sector. Especialmente, llegando a las clínicas.
No hay espacio libre. Todo ocupado por vendedores ambulantes. No hay quién los regule. Nadie hace algo al respecto. Ni la secretaría de gobierno, ni la policía. Todos callados y en sus escritorios, porque desde allí atienden a quien los necesite. Pero tampoco, porque están muy ocupados, agitados, cansados de hacer nada en especial.
Ojalá alguien leyera este escrito para saber si podemos hacer algo por Armenia. Las oraciones, celebraciones eucarísticas cada 25 de enero no recomponen una ciudad desgastada y casi marchita por culpa nuestra.
Pero, nada pasa. Es normal. Estamos en Armenia, la ciudad milagro. Quienes residen fuera de la ciudad sienten que esta es una gran ciudad, pero no es así. La realidad es otra.
Es muy triste ir por el centro de la ciudad y ver el descuido físico y como los habitantes de calle están perdidos en las drogas y el abandono social. Frente a los semáforos, familias enteras piden ayuda, porque son desplazados de distintos lugares debido a la violencia o porque encontraron en Armenia el lugar perfecto para pedir ayuda.
Jóvenes que hacen bailes o se suben a cuerdas que ubican de lado a lado para saltar o jugar con botellas o machetes, mientras el semáforo está en rojo. Otros, buscan limpiar los carros. Hay quienes tocan un instrumento y cantan. Unas monedas los hacen felices.
Me da tristeza ver mi ciudad hecha un desastre. Los huecos en las vías se suman por miles. Por donde vaya, puede dañar el vehículo, pues, a veces, son casi invisibles.
Ya leí que desde febrero se cierran algunas vías para iniciar labores, porque se harán otras para descongestionar la ciudad. O sea, esto se pondrá peor. El pico y placa no funciona en el centro o donde haya. La cantidad de vehículos supera el número de calles y carreras además de avenidas.
Llegó mucha ayuda después del terremoto y se pudo reconstruir una ciudad proyectada al siglo XXI, pero eso de nada sirvió.
Los líderes no existen o están guardados en algún lugar. Los profesionales jóvenes prefieren emigrar y quedamos en manos de los de siempre. Prometen que Armenia va a ser diferente, pero nos dan más de lo mismo.
Hay quienes botan el voto cada vez que pueden, porque poco les importa la ciudad. Armenia podría ser distinta, mejor, una gran urbe, pero no, la desidia impera.
Espero que alguien alce la voz y me escriba diciendo que soy un mentiroso y que lo escrito aquí no es real. Que me equivoco de pea a pa, pero que lo diga o escriba.