Roberto Estefan Chehab
Cada vez más preocupante el estilo de gobierno actual. No interesa si el tema es de derecha, centro o izquierda. Toda filosofía, pensamiento o tendencia en cuanto al ordenamiento social posee valiosas consideraciones, siempre y cuando haya rigor y seriedad en sus huestes. Aquí parecemos enredados en una absurda pelea que descuida el nombre de Colombia y lo trastoca hacia apellidos de ciudadanos de moda que han figurado en la política y por eso muchos son petristas, otros uribistas y en ese orden de ideas, trasladando la idea a las regiones, los ciudadanos se adhieren a personas que los lideran y descuidan lo realmente fundamental: la patria. Y desafortunadamente el colombiano, el ciudadano, el súbdito, se compromete con un nuevo gentilicio y así, pierde su capacidad de análisis, su criterio, su espíritu de cuerpo como nacional colombiano y acto seguido se lanza enfurecido a defender, abusar y pecar en contra de las instituciones y el orden; la ley y su observancia. Sentirse respaldado por un ególatra da pie para cometer cualquier clase de delito. Lo estamos viendo en cualquier parte de nuestra geografía y ello es muy peligroso. Es inquietante el modelo de liderazgo de nuestro presidente pues da la impresión de seguir algún tipo de estrategia, muy estudiada, para convertir a la patria en un caos premeditadamente. Sinceramente deseo estar equivocado; sin embargo, los hechos dan para pensar que así estamos caminando a un abismo, inventado por Lenin y otros filósofos de la revolución comunista. El nombramiento de ministros y otros altos cargos en el Estado, de personas poco o nada preparadas, para ocuparlos con seriedad y conocimiento, es una muestra, no solo de amiguismo, clientelismo que raya incluso con el nepotismo: es algo mas malévolo si forma parte de una agenda oculta que necesita de ese estilo de personajes para llegar al objetivo: destruir las instituciones y rearmar a una Colombia “igualitaria”, hermoso pero imposible concepto. En menos de un año este gobierno ha mostrado infinidad de contradicciones, falta de disciplina, incumplimiento, incluyendo la actitud irrespetuosa y el mal ejemplo del jefe de Estado en un sinnúmero de desplantes. Ha mermado la moral de nuestra fuerzas militares, ha arremetido en contra de personas, incluso cercanas a él, cuando le intentan mostrar desacuerdos bien fundamentados; ha protegido a individuos que han delinquido, ha intentado “pasarse por la faja” a la justicia, se ha entrometido en asuntos del fuero interno de otras naciones solo para defender su ideología, sin considerar si detrás hay algo grave e ilegal, que no es de su incumbencia. El tema del chantaje a Bogotá o la manera solapada en la que a cuentagotas va soltando perlas del proyecto de reforma a la salud, necesario, pero no así. En fin, este gobierno parece estar mostrando un serio problema y es el ego inflado de quien lo lidera y así, por mas buenas e interesantes intenciones, estamos abocados a una catástrofe: un ególatra no resiste a su lado sino a súbditos que lo ven y lo tratan como a un semidios y obvio: la democracia es otra cosa. Cuidado pues con este tema ahora que vienen elecciones regionales en las cuales intentaran “tomarse” lo que queda. Colombia clama por verdaderos líderes. Colombia implora por el cambio y es lógico que ese cambio está en renovar la nomina política pero eligiendo No a petristas, No a uribistas, No a samperistas o gaviristas: el gran reto es apoyar a ciudadanos preparados, sin “mañas” “sin roscas”, sin compromisos que por definición están atados a la corrupción. Dios nos libre de empezar a ver grandes capitales “non santos” y hoy protegidos, financiando las próximas elecciones: nada es gratis. Algo hay detrás de tanta gabela a personajes cuestionados.