Reflexiones y palabras

10 febrero 2023 4:31 pm

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Jhon Faber Quintero Olaya

¿Qué sería del mundo si las barbaries de la guerra no pudieran ser contadas? Los periodistas son la voz de quienes no la tienen o los defensores de los valores sociales cuando el poder ataca los intereses colectivos. Los comunicadores por años han arriesgado sus vidas para que el mundo conozca noticias sobre las cuestiones más siniestras de la naturaleza humana, pero también las anécdotas más altruistas de la urbe planetaria. Una sociedad democrática y pluralista no puede existir sin libertad de expresión y menos de información.

Los garantes de estos importantes principios son los periodistas. De allí que la legislación internacional como la Convención Americana de los Derechos Humanos haya consagrado esta libertad como un derecho humano en el artículo 13, lo cual fue reproducido por la carta constitucional colombiana en el artículo 20. Como casi todos los derechos, la libertad de expresión y de información es una importante conquista, previas luchas económicas, políticas, sociales y hasta existenciales.

No todas las formas de expresión tienen la misma forma de protección legal. La Corte Constitucional en ese sentido ha puntualizado que: “existen discursos especialmente protegidos por el derecho internacional dada su importancia para la democracia o los derechos humanos, entre los que se encuentran: (i) los de contenido político o sobre asuntos de interés público; (ii) discurso sobre funcionarios públicos en ejercicio de sus funciones y sobre candidatos a ocupar cargos públicos y (iii) los que expresan elementos esenciales de la identidad o dignidad personales”[1]. Por tanto, esta clase de manifestaciones, en principio, están cobijadas por una especie de inmunidad.

Sin embargo, libertad no es equivalente a irresponsabilidad, por lo que la información y expresión deben ser, en primer lugar, veraces y también decorosas. Estos deberes no siempre acompañan las palabras ciudadanas, al tiempo que la denuncias por injuria y calumnia tienen mayoritariamente por fuente palabras no reflexivas o noticias ligeras. Estos delitos parece que, en buena hora, van a desaparecer del tránsito penal.

Las rectificaciones de los medios permiten colegir que ellos se hacen responsables de lo que publican o emiten; obligación que no puede hacerse exigible a diferentes portales virtuales o redes sociales con autores anónimos que en cuestión de segundos acribillan la dignidad humana y bajo la falta de autenticidad realizan toda clase de señalamientos. Las redes sociales son fuente instantánea de información por lo que la corroboración de fuentes y de contenido cada día se hace más difícil en un mundo que corre a la velocidad de la luz. No se trata de retroceder o apartarse de las bondades de la virtualidad, pero sí de dudar de cada cosa que llega a nuestros ojos por intermedio del teléfono o el computador.  

Como diría la Corte Constitucional “la libertad de expresión es uno de los pilares sobre los cuales está fundado el Estado, que comprende la garantía fundamental y universal de manifestar pensamientos, opiniones propias y, a la vez, conocer los de otros”[2]. No obstante, esta capacidad de difundir pensamientos e ideas, así como de informar debe estar acompañada de reflexión necesaria sobre la veracidad e impacto de lo que se exterioriza porque una palabra empleada o escrita no se puede borrar. Palabras libres y reflexiones profundas son importantes a la hora de comunicarnos, de informar y de compartir con los demás incluso en la virtualidad.

Feliz día a todos los periodistas porque sin ellos no sería posible el pluralismo, el respeto, el control social y demás axiomas intrínsecos a la noble labor de informar. Ellos son siempre garantes de palabras y reflexiones.  

 

[1] Corte Constitucional, Sentencia T-145 de 2019.

[2] Corte Constitucional, Sentencia T-244 de 2018.

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