La reforma de los izquierdistas

15 febrero 2023 4:36 pm

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Aldemar Giraldo Hoyos

 

 En este mundo moderno, con tantas maromas, es difícil distinguir entre una democracia y una tiranía; muchos déspotas se hacen pasar por demócratas y, a la vez, infinidad de demócratas son tiranos disfrazados o títeres de fuerzas oscuras llamadas partidos políticos.

Cuando la derecha gobierna, sus adeptos aplauden y la izquierda constituye la oposición, pero cuando esta logra “el poder”, inmediatamente los derechistas los tildan de comunistas y tiranos, simple y llanamente, porque saborean los dulces y comparten beneficios que otrora pertenecían solamente a quienes se autoproclaman derechistas y, por consiguiente, verdaderos demócratas; en palabras de un vendedor de dulces, “una persona de izquierda o de pensamiento contrario al que se ha considerado como tradicional, nunca puede ser un demócrata”. Los derechistas se preocupan no solo de mantener gabelas y beneficios, sino de mantener el statu quo, el estado de las cosas para él y sus sucesores.

Es bueno recordar que en política, la izquierda “es el sector del espectro político que defiende la igualdad  social y el igualitarismo, frecuentemente en contraposición a las jerarquías entre individuos”; desafortunadamente, algunos sectores, especialmente, de la derecha política, usan el término también para referirse al comunismo y varias formas de anarquismo; en resumidas cuentas, en Colombia, un izquierdista, la mayoría de las veces, es tildado de comunista, guerrillero, paramilitar o peligroso; algo preocupante es que a la izquierda política también se le asocia con los movimientos por los derechos civiles, el movimiento contra la guerra y al ecologismo. ¿Si defiendo la igualdad social, el igualitarismo, los derechos civiles, la paz y el medio ambiente, necesariamente, soy de izquierda y, por consiguiente, comunista? Da la impresión de que el concepto de comunista que manejan los llamados “demócratas” de Colombia se aleja mucho de ese “sistema social sin clases, con una forma de propiedad pública de los medios de producción y con la plena igualdad social de todos los miembros de la sociedad”, cosa que no se da ni se ha dado en nuestro país. Una cosa es el comunismo y otra, los comunistas.

No sé por qué tanto miedo a los cambios y a las reformas; el mundo es dinámico y los sistemas sociales y económicos deben ajustarse a las nuevas realidades; la sociedad global clama justicia social y disfrute de los derechos; esto que llamamos tierra no es propiedad de los pícaros con suerte; es un terrón donde debemos caber todos disfrutando de sus beneficios; la salud no puede ser una mercancía , sino un derecho por excelencia; la justicia es para los de arriba y los de abajo; pensar distinto no puede ser razón para ser señalado de anárquico comunista.

Ya se ha vuelto costumbre, en este mandato, que la oposición, léase derecha, interfiera, de cualquier forma, en las transformaciones del Estado, en las Reformas, inclusive sin saber qué se va a cambiar, sin conocer el texto de lo que se va a proponer; suponen un futuro catastrófico o hacen creer que el país se va a desmoronar; que vamos a ver “un borrón y cuenta nueva”; que la historia va a desaparecer de un plumazo.

Para completar el circo, se reúnen ministros o viceministros de gobiernos anteriores para sentar cátedra sobre la cartera en la cual no fueron tan eficientes y poner en tela de juicio las propuestas y señalar caminos, cual congreso de sabios que busca protagonismo en momentos de incertidumbre.  Han faltado funcionarios que “trabajaron” con José Manuel Marroquín, Marco Fidel Suárez, Tomás Cipriano de Mosquera, Mariano Ospina Pérez, Enrique Olaya Herrera, Simón Bolívar, Jorge Tadeo Lozano, Rafael Urdaneta y otros que se fueron. Lo extraño para mí es que este desfile de defensores o alfiles no se presentó en momentos en los cuales la salud y la justicia se convirtieron en verdaderos esperpentos de lo que hemos llamado la democracia agonizante. Como decía mi abuela, “Afortunado el Papa Francisco, que ya puede gobernar”.

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