“Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”. – Refrán
Eso está ocurriendo en Armenia. Y no es porque manden o no, sino porque se hacen los locos. Y eso, a nadie toca.
Me da tristeza que todo pase, ocurra, suceda, acontezca y nadie diga: “Qué vamos a hacer”. Y los días se van, pero los que deben irse, no piensan igual. Que los abogados, que los términos, que la resolución, que la notificación no aparece, que nadie sabe, que todo está en veremos. Que dijeron que ya, pero que no hay cómo.
Y nos siguen enredando. Armenia se va quedando. El atraso de nuestro pueblo es manifiesto, pero eso no implica nada para nadie. Todos estamos preguntando y respondiendo. Y el centro de Armenia se sigue llenando de ventas ambulantes. Hasta hace poco, al frente del Éxito (Ley) había vendedores de relojes, radios, medias, zapatos, sandalias. Ahora, frente a ellos y en la calle, impidiendo el paso de vehículos, están los que venden verduras. ¿Para dónde vamos?
Y nadie dice nada. Porque en el gobierno no ha habido alguien que diga que no se puede o que hay soluciones. Ni lo uno, ni lo otro.
No hay respuestas concretas, porque a nadie preocupa si se va o no.
En un pueblo que ocupa un buen lugar en desempleo, no podemos quedarnos callados, silenciosos y marcando el paso, sin querer queriendo. Ahora, pulula la informalidad. Y pienso que eso es desempleo, aunque las estadísticas digan algo diferente.
¿Dónde están los verdaderos líderes de Armenia? Ahora, cuando todos los que se quieren presentar para Gobernación, Alcaldía, Asamblea y Concejo, no he escuchado a alguno de los candidatos armando la de Troya, porque no le interesa. Importan los votos y mejor, quedarse callado ante lo que ocurre en el pueblito.
Pueblito, porque en los pueblitos de antes, el gamonal o el cacique de turno, decía y hacía y los demás obedecían. Así estamos aquí.
¿Quién podrá defendernos? Porque los que mandan no tienen vergüenza y los que estamos acá no sabemos qué es respeto. O mejor, los que mandan no respetan y nosotros nos morimos de la vergüenza.
¿Que nos pasa? ¿Por qué debemos aguantarnos siempre? Si observamos, ya se están lanzando los mismos para lo mismo. Como no quedaron antes, quieren ser los líderes ahora.
Gozo cuando los escucho o cuando leo lo que han dicho y queda en el periódico. Prometen hacer algo diferente y no parecerse a los anteriores, pero ese cuento no me convence. No aprenden, porque no aprendemos.
No les da verguenza faltar al respeto, porque no saben qué es respeto o verguenza. Lo grave no es que se presentena elecciones. Lo triste es que la gente bote el voto, gracias a lo que escuchan decir.
Este pueblito no progresa, porque ellos son así y nosotros también. Es decir, ellos siempre serán los políticos politiqueros y nosotros los botantes. Sí, porque siempre botamos los votos.
Muchos jóvenes profesionales trabajan con algunos políticos, se trasnochan, madrugan, porque les prometieron un buen cargo cuando estén allá.
Y esas promesas se quedan ahí, porque cuando logran lo que siempre quisieron, se olvidan de esos jóvenes profesionales, porque para ellos, son “inexpertos”. Entonces, vuelven a sus puestos los que alguna vez ocuparon alguna secretaría o estuvieron allí, gracias a los “partidos”.
Nos quedamos, estamos atrasados, aunque, a veces, escucho lo contrario. ¿Será que estoy equivocado?
Debe ser que no escribo sobre Armenia o el Quindío, porque algunos dicen que es una gran ciudad, maravillosa y con mucho progreso. Y el Quindío, un verdadero paraíso. En cambio, yo veo todo lo contrario.
Puede ocurrir que perdí la verguenza y el respeto. Aunque los que mandan no tienen verguenza y los que obedecemos no tenemos respeto.