Democracia, un bien en peligro

23 marzo 2023 4:09 pm

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Roberto Estefan Chehab

Es constante la preocupación respecto al deterioro moral, el respeto y las consecuencias de la ambivalencia, desde las instituciones cuya razón de ser se cimenta en lograr una sociedad sana, que sea capaz de convivir, crecer, progresar y ofrecer un ambiente digno a sus miembros. Si se pierde el respeto por la vida, regalo supremo de la creación y el universo mismo, nada de lo que sigue puede ser bueno. Todos, individualmente, podemos sentir necesidades e inquietudes, que van de acuerdo con el momento que vivimos, a nuestra propia conveniencia y forma de pensar, con frecuencia cambiantes y de acuerdo con ello podríamos desear que se legisle de tal manera que se satisfagan esas necesidades o conceptos aun cuando ello vaya en contravía del bien común. En ese orden de ideas, habría una norma para cada uno, o para cada grupo o corriente del pensamiento y eso se llama anarquía. Quitar y poner delitos, amañar los principios, acomodar valores solo para complacer a unos cuantos es destruir los límites, atentar contra los derechos y poner en franco riesgo de barbarie a una sociedad. Me he referido en otros escritos a la absurda visión del derecho al aborto: no es caprichoso, no, sencillamente la vida se debe preservar y defender y nadie tiene el permiso ético de atentar contra ella ¿o es que los derechos humanos son tema de conveniencia política? ¿un ser que aún no ha dañado a nadie no tiene el sagrado derecho de existir solo porque un grupo de letrados lo considera así? Mientras los peores asesinos, según la conveniencia del momento, la mermelada, el deseo de poder, si son protegidos e incluso consentidos, Y ¿si esos letrados pertenecen a una sociedad que no se educa, le tienen que cobrar la ineficiencia y la mediocridad de su liderazgo, a un ser completamente inocente? Realmente eso no termina de convencer a nadie, sin que el asunto no termine por instalarse en la conciencia y se convierta en recriminación íntima: pues obvio, el crimen contra la vida es una violación a la ley natural y no puede dar tranquilidad. Pero aún peor, atreverse a aprobar detener un corazón de un ser completamente formado, de veintiún semanas de gestación, para después extraerlo del útero de su mamá, es abominable ¿o no? Y qué decir del tema del incesto: despenalizarlo lleva un claro mensaje en contra de los valores del concepto de familia; porque unos letrados, sacando pecho, lo consideran pertinente, ¿se pueden tener relaciones sexuales entre padres e hijos o entre hermanos? ¿Qué clase de sociedad se construye y preserva así? Y, con argumentos amañados a estadísticas, tecnicismos y graficas de PowerPoint, bien presentadas, pero ignorando el tema de la salud física y mental de las personas y las familias, lo que sigue ante la ausencia de educación adecuada, es aprobar el consumo de marihuana ¡no pudimos prevenir, educar, dar ejemplo, ser honestos! y entonces se nos salió de las manos eso que desde décadas se venía advirtiendo. ¡Ante la mediocridad y la irresponsabilidad lo mejor es hacernos amigos de todo lo que nos destruye! Vaya manera de liderar a un país. ¿O todo es parte de un planteamiento filosófico y político en el que hay que acabar con la familia y adueñarse del individuo solo como una ficha más de un régimen en cual la autonomía y las libertades no caben? Disfrazar el interés por buscar justicia y equidad social, con un camino caótico, azuzando a las masas para que embrutecidas, asesinen, incineren, dando al traste con años de construcción y trabajo es también una acción perversa. Y lo peor, cuando no hay coherencia: la corrupción sigue grave, los abusos de poder se mantienen y aumentan, los entramados y el engaño sustentan las bases de reformas autócratas; la autoridad se agrede y vitupera ¿eso es lo que queremos hacia el futuro? ¿a eso llamamos cambio? Colombia, nuestra patria, no merece ser una veleta de pasiones, rencores y experimentos ególatras. La democracia está peligrando. Piénselo. [email protected]    

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