Jhon Fáber Quintero Olaya
Esta semana se celebró el día del agua y, como era de esperarse, todo el mundo salió con mensajes alusivos a la importancia del líquido para la vida humana. Los foros alrededor de su preservación y la apología a la protección del medio ambiente y el desarrollo sostenible nuevamente ganaron protagonismo en medios de comunicación y redes sociales. Sin embargo, una pregunta puede hacerse en este oportuno momento: ¿Será el recurso hídrico un indicio más de la desigualdad de una sociedad?
Antes de responder este cuestionamiento es necesario evocar la historia presentada por el columnista Daniel Samper Ospina titulada “Gabriel José González” en la que cuenta la trágica muerte de este menor por cuenta de diferentes problemas de salud, particularmente desnutrición y diarrea. Este niño, falleció igual que otros 144 el año pasado, en la Guajira según el autor por “beber agua del mismo charco en que abrevan los animales”. La corta biografía del valiente chico caribeño y la causa de su prematuro deceso permiten responder la duda precedente, indicando que el agua en Colombia es un privilegio.
EL QUINDIANO, en forma reciente, publicó una noticia que retomaba el “Informe Nacional de Calidad de Agua para Consumo Humano (INCA)” del Ministerio de Salud y Protección Social en el que se concluía que: “el 27,47% presenta un índice de riesgo de la calidad del agua para consumo humano (IRCA) que va desde “riesgo bajo” hasta “inviable sanitariamente”. Es decir, que magistralmente describió está casa editorial, que “la tercera parte de los colombianos consume agua con riesgo para salud”. ¿Cuántas personas como Gabriel mueren a diario en forma invisible y simplemente son estadísticas?
La diferencia entre el mundo rural y urbano también contribuye a esta infraestructura de privilegios. El problema del campo no es sólo en la salud, al tiempo que los vertimientos de aguas residuales y el consumo o captación de agua en la mayoría de los casos se realiza a través de sistemas rudimentarios y con el acompañamiento de artesanales acueductos rurales. ¿Cómo se pretende industrializar el campo si sus trabajadores no cuentan con las condiciones mínimas para su desarrollo?
Las ciudades tampoco están en un mar de virtudes. En el Quindío, por ejemplo, la mayoría de los Municipios cuentan con retrasos considerables en el cumplimiento de sus Planes de Saneamiento y Manejo de Vertimientos, lo que genera dos grandes problemáticas: I) La ausencia de obras para la descontaminación de las fuentes hídricas y; II) La ausencia de obras para el tratamiento de las aguas aptas para consumo humano. Diversos esfuerzos en esta materia se vienen haciendo entre la ciudad capital, la autoridad ambiental y el Ministerio, pero las demás localidades también requieren de este trabajo interinstitucional.
Circasia y Montenegro, por ejemplo, son referente casi semanal por cuenta de los cortes del servicio. La Tebaida ha realizado diferentes manifestaciones por las tarifas y las condiciones en que llega a los hogares este recurso natural, al tiempo que la Filandia busca desesperadamente crear su propia empresa prestadora. Esta última campaña no pareciera ser la ideal para la solución al turismo desbordado y sus efectos nocivos para la colina iluminada del Quindío.
El Plan Departamental de Aguas no avanza en una estrategia clara y articulada con los Entes Territoriales para que este bello territorio tenga un billón de oportunidades. El día del agua debe servir para que la institucionalidad haga los diagnósticos, pero también las obras indispensables que paulatinamente permitan su preservación, pero también su consumo de calidad y equitativo. El agua no puede ser un relámpago de desigualdad.