James Padilla Mottoa
En el diario acontecer de mi ciudad hago preguntas que no encuentran la mente brillante o la persona sabia que las pueda responder. No sé si a la mayoría le pasa igual, pero a mí sí me carcome la inquietud por despejar estas dudas:
Alguien me podrá ilustrar convenientemente ¿para qué sirve, por ejemplo, el día sin carro y sin moto en una ciudad pequeña como Armenia?
Es que pienso, salvo mejores opiniones de aquellos que estudian a profundidad la materia, que con esa jornada que se programa por partida doble en el año, no le vamos a hacer ni cosquillas al calentamiento global o a toda esa porquería con la que están acabando con el planeta las grandes potencias industriales. Si acaso, vamos a ayudarle un poquito a los pobres magnates del transporte público de la parroquia, quienes en esos días incrementan considerablemente sus ganancias por la obligada utilización de sus servicios.
Hace ya un tiempo, a una mente brillantísima, de esas que aparecen de cuando en cuando en nuestra pintoresca sociedad, se le ocurrió en la capital del país, una urbe de más de 10 millones de habitantes e infinidad de vehículos que hacen un tormento para la movilidad, que Bogotá tenía que contribuir con la salvación del planeta tierra prohibiendo por un día la circulación de carros y motos. La idea revolucionaria cayó de perlas a los amigos transportadores del servicio interno de pasajeros en muchos otros municipios de Colombia y por eso, también aquí, nos clavaron no uno sino dos días al año sin moto y sin carro: esta vez serán el 30 de mayo y el 21 de septiembre.
Según sus inspiradores, Armenia se suma con ello a la limpieza del maltrecho hogar en que vivimos, saturado hasta bien arriba por los gases de efecto invernadero, los cuales se niegan a eliminar los países que verdaderamente nos están ahogando con ello y con todos sus desechos. Esas grandes potencias industriales prestan oídos sordos al clamor de toda la humanidad consciente del terrible mal que están causando y del futuro apocalíptico que nos está esperando.
Ellas no quieren oír cosa distinta a lo que se refiera a la necesidad de sus economías agresivas y salvajes. Pero, tranquilos que Armenia Quindío ya tiene programados sus dos días sin moto y sin carro para decir presente en la gesta por la salvación de nuestro planeta, mientras se frotan las manos los empresarios del servicio urbano de pasajeros.
Otra pregunta es ¿por qué las autoridades municipales de tránsito y la Policía nacional, no han sido capaces de acabar con los llamados piques que protagonizan unos jóvenes motociclistas a quienes parece que su propia vida y la de los demás, les importa un pepino? Sus exposiciones suicidas las realizan semanalmente en un sector de la Vía Panamericana, justo entre la Glorieta Malibú y el antiguo Parque de Recreación. Empiezan entre 8 y 8:30 pm. y encontrarlos, uno en condición de desprevenido conductor, es toda una película de terror, no importa que sea una autopista de dos calzadas. Al parecer las autoridades se dieron por vencidas y poco o nada se ha vuelto a hacer para ponerle freno a unas prácticas que son todo un atentado contra la vida, de aquellos irresponsables de la velocidad y de las personas que tienen la mala suerte de cruzarse por su escenario preferido.
Acaba de ratificar la Corte Suprema de Justicia que consumir drogas alucinógenas en parques y lugares similares, está prohibido. Pues, creo que no lo tienen claro las autoridades de policía porque en parques, escenarios deportivos, sitios públicos y en las propias aceras de nuestras calles, el consumo de todo tipo de drogas hace insoportable el ambiente para las personas de bien. Por ejemplo, en la llamada Villa Olímpica de Armenia, a toda hora pululan estos personajes que no tienen pudor para meter el maldito veneno. Y me perdonan, pero nunca he visto por allí a un agente de policía para limpiar ese campo deportivo de los indeseables. ¿Será que la autoridad se está relajando y será más cómodo para ella que las cosas transcurran así?