Armando Rodríguez Jaramillo
La de los sesenta fue una década memorable para el civismo en Armenia, ese relacionado con altruismo y filantropía, con la prevalencia del interés público y con el emprendimiento de grandes propósitos. Fruto de ello fue el parque de Los Fundadores en cuyo entorno pasé la niñez y adolescencia, vivencias que hoy busco en el rebujo de mis recuerdos para evocar lo que fue el parque y el patrimonio que albergó.
Dos años antes de la creación del Departamento, en 1964, Armenia celebró su septuagésimo quinto aniversario con la construcción de Los Fundadores en terrenos comprados con recurso de valorización a los señores Evangelista Serna y Enrique González[1]. Sus diseñadores se apartaron de la tradicional cuadrícula e idearon una especie de letra eme alargada que se adaptó a antigua carretera que iba hacia el norte y que terminó convertida en la carrera 13A. Sobre este lote irregular se delinearon sus senderos y zonas verdes, su plazoleta (rotonda), su serpenteante espejo de agua que recordaba la riqueza hídrica de la región, sus jardines con los nombres de las plantas y árboles grabados en placas metálicas, y sus bancas, luminarias y reflectores.
Para su inauguración se trajo pendido de una grúa, con cadenas y manilas, el emblemático monumento a Los Fundadores que representa la fortaleza y pujanza de los colonos que llegaron a estas tierras a tumbar el bosque para fundar pueblos y hacerse a tierras de labranza y habitación, escultura que el maestro Roberto Henao Buriticá había entregado para el cincuentenario de la ciudad en 1939 y que se hallaba a la entrada del cementerio de San Sebastián, hoy Terminal de Transporte. El maestro Henao Buriticá (Armenia, 1898 – Bogotá, 1964) había iniciado su formación en la Escuela de Bellas Artes de Bogotá antes de viajar a París a estudiar escultura en la Academia de Bellas Artes, y pintura en la Academia Julián y en el estudio del Pintor Claude Granie. Entre sus obras se destacan la fuente de La Rebeca (1928) ubicada en el centro de Bogotá y la escultura al Libertador Simón Bolívar en Armenia (1930).
A pocos metros de este monumento, sobre una losa rectangular como de un metro de altura y algo más de ancho, están esculpidos algunos nombres de personas que hicieron parte de la junta pobladora: «Armenia a sus Fundadores 1989 – 1964. Jesús María Ocampo, Alejandro Suárez, Jesús María Suárez, Arsenia Cardona de Ocampo, Antonio Herrera y Joaquín Buitrago». En su parte posterior había tres astas destinadas a los pendones de Armenia, Quindío y Colombia. Allí, cada 14 de octubre, el alcalde, acompañado de autoridades civiles, eclesiásticas y militares, y de la sociedad en general, ponía ofrendas florales en honor a los fundadores.
Posteriormente, una vez aprobada por el Congreso la Ley segunda del 19 de enero de 1966 que crea el departamento del Quindío, en la plazoleta de Los Fundadores tomó posesión el primero de julio de ese año el primer gobernador, Ancizar López López, ante el presidente Guillermo León Valencia, en medio de una multitud de quindianos.
Pero en aquel lugar no sólo se honró a los fundadores de la ciudad y el departamento, sino que también se recordó al precursor de la independencia, traductor de los derechos del hombre y presidente de Colombia, con una placa descubierta en el costado sur de la plazoleta por el alcalde Hernán Palacio Jaramillo, el comandante de la VIII Brigada y monseñor Jesús Martínez Vargas, que rezaba: «A don Antonio Nariño. Apóstol de la libertad Americana en el segundo centenario de su nacimiento. Armenia abril de 1965. Cámara Junior».
En el parque también se encuentra una inscripción sobre mármol, por muchos ignorada, que dice: «ARMENIA a su ciudad hermana COLUMBIA Missouri – USA. Octubre 14 de 1965», que fue expuesta con presencia de delegaciones de las dos ciudades con el fin de estrechar vínculos socioeconómicos y culturales. Luego, en 1968, se trae un enorme tronco del valle de Maravelez de varias brazas de abarcadura que se empotró en el costado norte del parque sobre una base de cemento con forma de raíz, y que tiene una placa con la siguiente inscripción: «Tronco donado por la hacienda Maravelez colocado gracias a las siguientes entidades: Personería Municipal, Club de Jardinería, Valorización, Plan Regulador, Cuerpo de Bomberos, Sociedad de Mejoras Públicas. Armenia, abril de 1968».
Años después, un 14 de octubre de 1972 (o 1973), el presidente Misael Pastrana Borrero sembró un ejemplar de la Palma de Cera del Quindío (Ceroxylon Quindiuense), acto premonitorio de su adopción como Árbol Nacional de Colombia por la Ley 64 de 1985 que lleva la firma del presidente Belisario Betancur Cuartas. Recuerdo, si la memoria no me falla, que entre los asistentes estaban representantes del Club de Jardinería y de la SMP como Argelia Palacio, Eunice Restrepo y Lía Giraldo.
Otro 14 de octubre, pero de 1998, el alcalde Álvaro Patiño Pulido inauguró en la plazoleta un panteón cuya placa decía: «Homenaje a El Tigrero donación ciudadana de Armenia – autor Mtro Londoño». Aquel monumento de concreto con forma de montículo e incrustaciones de cabezas de tigre y hojarascas, cuatro guaduas verticales con un papagayo y el rostro del fundador, todo en bronce, albergó en su interior un cofre con los restos de Tigrero y su esposa resguardados en una bandera de Armenia, con una placa externa donde se leía: «Armenia agradecida a su fundador. Jesús María Ocampo “Tigrero” 1849 – 1901. Arsenia Cardona de Ocampo 1873 – 1950. Octubre 14 de 1998».
Ese mismo año, la administración municipal escogió esta plazoleta, junto con la glorieta Vásquez Cobo al norte, el puente de La Florida al oriente y la glorieta de Tres Esquinas al sur, como los sitios donde ondearía de forma permanente la bandera de Armenia. De igual forma, en su muro periférico se empotraron soportes para poner las banderas de los doce municipios y del departamento en cada aniversario de su creación, tal como sucedió con ocasión del trigésimo octavo aniversario del Quindío cuando en aquel espacio se descubrieron dos placas: la primera rezaba: «Homenaje en los 38 años de vida administrativa del departamento del Quindío a sus gobernadores» que incluía los nombres de los 21 gobernadores entre 1966 y 2004. En la segunda se leía: «En este lugar, el primero de julio de 1966, el presidente de la república, doctor Guillermo León Valencia, dio posesión al primer gobernador del Quindío, doctor Ancizar López López. Homenaje en los 38 años de vida administrativa del departamento del Quindío. Amparo Arbeláez Escalante. Gobernadora 2004 – 2007».
Luego vinieron tiempos de ingrata recordación cuando en la administración de Luz Piedad Valencia Franco, en 2015, se demolió parcialmente la plazoleta y se arrasó con las placas del bicentenario del nacimiento del prócer Antonio Nariño y las del monumento a los 38 años de vida del Departamento, así como con el mausoleo y sus esculturas produciendo la perdida, por varias semanas, de los restos del fundador de Armenia y de su esposa, sin que aún se tenga certeza de lo sucedido. Y para completar, esa administración entregó en arrendamiento la icónica plazoleta del parque. Con el propósito de enmendar el daño causado, el alcalde Carlos Mario Álvarez Morales inauguró el 14 de octubre de 2016 un nuevo mausoleo con la siguiente inscripción: «Dos de los principales fundadores de Armenia. Jesús María Ocampo Toro “Tigrero”. Salamina, 1847 – Calarcá, 1901. María Arsenia Cardona Buitrago. Salento, 1873 – Armenia, 1950» Ese mismo año, a pocos metros de allí, se puso otra placa con los nombres de los integrantes de la junta pobladora que fundó la ciudad.
Definitivamente, pocos parques como el de los Fundadores han concentrado tanta simbología. Sitios como este deberían ser lugares emblemáticos para cualquier sociedad y el aula abierta por excelencia para enseñar sobre patrimonio e historia a las nuevas generaciones. Sin embargo, la minusvalía del civismo y el envilecimiento de la política erosionaron nuestras tradiciones e identidad. Hoy el monumento a los Fundadores está deteriorado, la losa con el nombre de la junta pobladora es sitio predilecto para grafitis de mal gusto y la plazoleta donde inició la vida político-administrativa el Departamento, espacio público que por décadas fue dedicado a ceremonias oficiales y a conciertos y actos culturales, está ocupado por cafeterías de aspectos intranscendentes.
El espacio público patrimonial y los monumentos hacen parte de nuestra heredad y de la riqueza cultural que nos pertenece, así como los símbolos y el patrimonio son referencias comunes que se transmiten entre generaciones formando cohesión social y cultura colectiva. Es evidente que en algún recodo de nuestra historia se nos extravió ese civismo que hoy no se predica en hogares ni escuelas, ese civismo que también cayó en desuso por parte de dirigentes y gobernantes.
Armando Rodríguez Jaramillo
Correo: [email protected] / Twitter: @ArmandoQuindio / www.quindiopolis.co
[1] Información verbal suministrada por José Miguel Jaramillo