James Padilla Mottoa
Yo también tuve la fortuna de encontrarme en la vida con el gordo Gonzalo Uribe Aristizábal, de quien por estos días se está conmemorando un nuevo aniversario de su muerte.
Y he querido traerlo a la memoria de ustedes mis lectores porque Gonzalo fue un periodista diferente, apegado a una filosofía muy suya y sujeta a la ortodoxia ética en el ejercicio de la profesión.
Traerlo a la memoria es un intento por rescatarlo de las sombras terribles del olvido con el que suelen sepultarnos mil veces aquellos que en un momento dicen que son nuestros amigos. Detesto que como gran homenaje de despedida siempre disparen la sentencia final del abandono: paz en su tumba.
Paz en su tumba y se acabó. Y las cosas que aquel hizo en su vida, sus ambiciones y sus sueños, ¿dónde fueron a parar?
¿Y qué hacemos?, dirán algunos en coro. Sólo recordar y tratar de darle esa vida distinta a través de los recuerdos.
Este hombre fue trascendental para La Tebaida, su tierra a la que amó y dedicó la mayoría de sus esfuerzos profesionales.
Políticamente fue admirador del proceso castrista en la Cuba de sus amores y de la exportación de ese modelo a toda la América Latina. Entonces, era un izquierdista de vieja data a quien el establecimiento capturó para meterlo en las lides partidistas locales para darle como premio una alcaldía y un asiento en la cámara de Representantes, recinto del que- paradójicamente- había sido un crítico acérrimo. Pero él era demasiado inquieto y muy capaz para estar allí dejando rastro, distinto a estos quindianos que han ido últimamente y ni siquiera pudieron conocerles la voz. Uribe, pero el nuestro, fue a ese recinto y dio pelea por sus colegas periodistas. Fue el primero en preocuparse por la situación de los servidores del oficio y logró que se designara un especialista para asesorar a los que estaban en proximidades de una edad de pensión. Fue nombrado el abogado Jorge Castellanos, quien nos entregó su asesoría para emprender la lucha por alcanzar la anhelada pensión.
Muchos de nosotros no pensamos nunca en que llegaría un día para decirle adiós a nuestro oficio, por lo menos yo, nunca me detuve en ello. Erróneamente tenía el convencimiento que iba a estar toda la vida. Hasta que Gonzalo me abrió los ojos y me dio el empujón para conseguir ese objetivo que reivindica toda una existencia dedicada al trabajo de comunicar.
Ahora, cada vez que nos sentamos en casa a tomar la sopita, evoco la figura de Gonzalo, enorme y sudoroso con su periódico Actualidad Quindiana debajo del brazo y con la programación de su equipo de fútbol La Tebaida FBC, con el que porfió hasta hacerlo campeón de la categoría C.
Personaje multifacético, bueno y leal, el gordo Gonzalo se nos fue demasiado pronto, cuando aún tenía tantas cosas por hacer…Pero tranquilo viejo que estamos aquí muchas personas que te recordamos con cariño y agradecimiento para que no mueras del todo.