POR: ÁLVARO MEJÍA MEJÍA
Dora Castellanos nació en Bogotá, en el año de 1924. Su padre era venezolano, de hecho, ella vivió más de una década en el país vecino. Dora heredó de sus mayores el gusto por la literatura, en especial por la poesía.
Desde muy joven, se convirtió en una gran lectora y comenzó a escribir poemas con fluidez y facilidad. Cuando tenía 8 años, produjo el primer verso dedicado a su madre. No era poesía, sino solo unas palabras consonantes, recordó con gracia Castellanos en una entrevista realizada por El Nuevo Siglo. “Vino dulce de mora hecho por Dora”, era lo que decía la corta dedicación. “Tenía ánimo de versificadora, desde ese entonces”, comentó la poetisa en el referido reportaje.
La asignatura de literatura en sus años de colegiala, le abrió las puertas de la literatura y le sirvió para pulir su capacidad de rimar y expresar sus más íntimos sentimientos. Ella recordaba, con especial aprecio, a su maestro Víctor Mallarino, quien la motivó y orientó en el arte poético. Sobre él dijo la poetisa: “Nos entregó la poesía en monedas, haciéndolo agradable. En esa clase aprendí qué era un cuarteto o un terceto y comencé a investigar sobre qué era un poema que se llamara un soneto”.
Cursó y aprobó la primaria y la secundaria. Realizó estudios universitarios de literatura hispanoamericana, en la Universidad Nacional de Colombia; literarios con el poeta Jaime Ibáñez; secretariado ejecutivo e idiomas; ingles, en la Academia Montoya y el Instituto Colombo Británico; francés, en la ALIANZA COLOMBO-FRANCESA y periodismo, publicidad y relaciones públicas, en INCOLDA.
Con escasos 14 o 15 años, en 1948, publicó su primera obra, “Clamor”, pese a sus dificultades económicas. Desde ese momento, se vislumbraba una estrella en el firmamento poético colombiano. Sobre ese libro dijo Castellanos: “La experiencia de publicar mi primer libro fue muy bella, porque, así como se pone uno un vestido nuevo, me puse feliz de tener en mis manos un libro hecho con poemas de mi puño y letra”.
Dora tenía 18 años cuando se casó con el periodista de El Liberal, Carlos Castellanos, su primer y único esposo.
Sus inquietudes literarias se entremezclaron con sus actividades profesionales. Desde muy joven, entró a trabajar como secretaria de la Contraloría General de la República. Fue secretaria privada de trece ministros de economía, directora de relaciones públicas de Telecom (8 años), y agregada cultural y consejera de asuntos culturales de la embajada de Colombia en Venezuela (13 años) y encargada de negocios de la misma embajada. También, ejercicio con solvencia el periodismo, campo en el que escribió columnas reconocidas como “Dórica” en El Tiempo, El Cofre de Pandora”, “La Columna de Granito y Cromosomas”, esta última sobre sus viajes, que publicaba la revista Cromos.
En 1978, fue recibida como la primera mujer miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua, por sus méritos intelectuales y su obra literaria. Desde ese día, y hasta el 12 de junio de 2023, fecha de su lamentable deceso, Dora Castellano hizo parte de la Academia y participó de manera proactiva en sus actividades, que limpian, depuran y dan esplendor al idioma castellano. En 1991, fue designada por la Academia como miembro numerario en la silla Ñ. Su posesión acaeció en 1992.
Viajó a diversos países de Latinoamérica y Europa, lo que le sirvió para abrir su visión del mundo y de la vida. Muchas de sus obras han sido traducidas a varios idiomas.
En el ámbito del periodismo recibió el premio Simón Bolívar y en el de la poesía obtuvo, en 1988, el premio Germán Saldarriaga del Valle. En la entrega de este galardón, Luis Tirado Vélez, dijo lo siguiente:
(…) Dora Castellanos, bogotana de nacimiento y corazón, recibió desde su infancia el influjo cultural de la Atenas suramericana. Diplomática, escritora, periodista, posee un alto grado como culminación afortunada de su ímpetu vital el de ser poetisa de la consonancia y la asonancia, del soneto y del madrigal, del metro alejandrino y del endecasílabo; de quien escribió Guzmán Esponda: «Ella no solamente ha sabido manejar tan diestramente las palabras, sino embellecerlas y acariciarlas en sus poemas y hacerlas fluir en su voz; cuando desgrana casi confidencialmente, sin teatralidad alguna, con la cadencia aterciopelada del habla de nuestras mujeres». En ella cada palabra, según su misma afirmación, tiene su peso específico, su color, su forma, su propia constitución, como complemento para que el verso no se desajuste ni en lo formal ni en lo conceptual. Es que, en ella, agrego humildemente yo, lo personal, lo subjetivo, lo íntimo, trasunto de sus impulsos vitales, es surtidor multicolor de su riqueza interior; por eso canta con excepcional convicción al amor, al dolor, al mundo y a su patria, a su Dios; su verso, gallardo y musical, impregnado de colores, es una paleta verbal que tiene desde el carmín de una rosa hasta el violeta del amatista. […] Ilustre poetisa, inunde con amor y poesía al pueblo colombiano porque lo está desintegrando el odio.
Actualmente, está expuesto uno de sus poemas en una placa de mármol a la entrada de uno principales cementerios del norte de Bogotá, "Oscuro mediodía" del libro “Con luz de tus estrellas”, homenaje a Venezuela.
Entre sus obras destacamos las siguientes: Clamor, Verdad de amor, Escrito está, Eterna huella, Hiroshima, amor mío, Luz sedienta, Año dos mil contigo, Zodíaco del hombre, Amaranto, La vida irremediable (Homenaje a Julián Castellanos), La Bolivaríada, El Libertador, Tomo XV Colección de Oro del Militar Colombiano, Soñar soñando (Antología y Florilegio), Efímeros mortales, El mundo es redondo, Perversillos, Ánfora viva, Con luz de tus estrellas, Propósito de espuma, Poesías colombianas, Moscú, la de las cúpulas de oro, Anclado en mis sentidos, Clepsidra, Recital poético de Dora Castellanos: introspectiva y perspectiva de su obra, Aroma de ciruelos (Homenaje a Taiwán), A cuerpo de rey (homenaje al Hombre), Bosque de niebla (amor por la naturaleza), Ventanita de Luna (amor para los niños) Todo el amor (fascículo antológico), Marimar, poesía para los niños, Marilunio (amor de la madre por su hija), Ella… la madre Eva (poema ganador del accésit del III Premio Internacional de poesía Rubén Darío, organizado por el PEN Club de España), Abolengo, fascículo antológico, Eterna huella y otros poemas, Fascículo, Miniantología (publicación Academia Iberoamericana de Letras, Artes y Ciencias), Colombeia, geográfica lírica de Colombia, Madre, fascículo antológico. Su más reciente obra fue presentada en la pasada Feria Internacional del libro «De paso por la Vida» 2023.
En prosa: Un Hombre Diáfano, Simón Bolívar. (Mujeres en la vida de El Libertador); "Garcelita La Garza Bonita", didacticuento de la colección "El Sol de los venados"; La Piñata de Aurel (cuento infantil traducido a la lengua visa para discapacitados de la audición; "Luminosa la estrella codiciosa", didacticuento para niños, de la colección "El Sol de los venados"; Sapote el sapo feote, didacticuento para niños, de la colección "El Sol de los venados".
Periodismo: Columna Dórica El Tiempo Bogotá, 20 años; Columna Vitrina, El Espectador, 8 años; periodista de planta de El Nacional de Caracas, 1 año; página El Cofre de Pandora, Revista de la Policía Nacional, Bogotá; Página Poesía de Ayer y de Hoy, Revista Cromos Bogotá; Página Hebdomadario, Revista Momento; Crítica literaria y comentarios de la vida social de Bogotá, Banco Central de Venezuela; Corresponsal Literario de Colombia para la Revista BCV Cultural. (1974-1976 y 2003-2011).
En 1951, su poema Redondillas a Sor Juana obtuvo el primer premio. Concurso Internacional promovido por México en homenaje a la X Musa, Sor Juana Inés de la Cruz.
En 1962, el poema Hiroshima amor mío obtuvo el primer premio. Concurso convocado por la Dirección de Educación Pública del Departamento de Bolívar. Cartagena.
En 1983, el libro Bolivaríada, Poesía épica, obtuvo mención especial en el concurso convocado por la Sociedad Bolivariana de Venezuela, Caracas. Bicentenario del nacimiento de El Libertador Simón Bolívar.
DORA CASTELLANOS, quien en sus escritos usó, frecuentemente, el seudónimo de Angélica falleció en pasado 12 de junio, en Bogotá, su ciudad natal. La silla Ñ de la Academia de la Lengua ha quedado vacía y la poesía colombiana ha perdido a una de las más grandes poetisas de su historia.