James Padilla Mottoa
Estos días, en una de esas charlas confidenciales en las que de vez en cuando uno tiene la posibilidad de participar, hubo revelaciones por parte de alguno de los contertulios que me han dejado la más grande decepción respecto de lo que siempre he creído en torno al fútbol formativo y profesional: Bueno, la palabra decepción no alcanza para expresar el sentimiento de amargura, ira e impotencia que siento por las cosas que me han contado y que completan el marco de podredumbre de un deporte que ha sido tradicionalmente el favorito de las grandes masas.
En Colombia no son únicamente los torcidos y otros malos procederes de los dirigentes al más alto nivel, sino que como lo denuncian algunos padres y afectados, existe una maraña de vividores que estafan a quienes llegan con la ilusión de que sus hijos, amigos o poderdantes cumplan con su sueño de jugar algún día en primera división.
Según me cuentan, existe una urdimbre nefasta de la que hacen parte supuestos manejadores o representantes, técnicos y otros bandidos que han creado una forma vil para estafar a quienes llegan a pedir una oportunidad para mostrarse en alguno de los clubes profesionales del país. Los llaman "cupos", cada uno de los cuales tiene un valor que oscila entre 40 y 60 millones de pesos. Sumas astronómicas que no le garantizan al pobre muchacho ni siquiera la posibilidad de ser visto seriamente por los técnicos de los equipos a donde han llegado para hacer una prueba.
Hay muchos padres de familia, con algún poder económico, que han caído ya en las garras de estos delincuentes que están haciendo enormes fortunas, pasando por encima de las esperanzas de los jóvenes deportistas de hacerse jugadores de fútbol profesional.
El negocio resulta redondo porque luego de un tiempo de estar en prácticas, el técnico le dice que su fútbol no le agrada y, en consecuencia, no lo necesita en el equipo. No es cuestión de poder o no, es solamente una manera que se ha inventado un entorno mafioso para desplumar a los que tienen la aspiración de surgir. Con su tula bajo el brazo sale el frustrado jugador, mientras los antisociales que le han quitado el dinero se burlan descaradamente de la ingenuidad de quien lo arriesga todo por lograr un sueño.
Algunos, escasos, por cierto, tienen la fortuna de encontrar un buen padrino con los contactos serios que les puedan brindar un escenario para mostrar sus condiciones deportivas. Perversos los técnicos que participan de estos carteles de sinvergüenzas que se cobijan bajo la amplia sombra del fútbol profesional para llenar sus bolsillos con las pobres ilusiones de tantos hombres que sólo quieren una oportunidad para demostrar que tienen argumentos para llegar, en ese mundo tan competido y tramposo.
Y se me ocurrió preguntar: ¿entonces qué pasa con las pruebas o convocatorias que anualmente anuncian los clubes para detectar nuevas figuras para nutrir sus canteras? Sin tomarse mucho tiempo me contestaron que esas tales pruebas son un auténtico fraude. Que en muchos casos ni siquiera son vistos por los técnicos o asistentes, quienes se dedican a charlar a un costado sin importarles toda la lucha que despliegan los muchachos en la cancha, esperanzados en que van a ser vistos, por lo menos. Son varios grupos que obligan a muchos micropartidos, todos incluidos en la pantomima que se monta para tumbar a los padres que creen que vale la pena la millonaria inversión.
También está la modalidad de los que prometen salidas al fútbol internacional y recaudan millonadas para dejar abandonados después a los pobres muchachos, sin equipo, sin dinero y sin forma de regresar a su país. Lo saben todos, según me dicen. Sin embargo, los dirigentes y todos los del estamento del fútbol, callan. Es un filón de oro del que son muchos los que se lucran y nadie va a hacer algo para acabarlo.
Queda el interrogante de ¿cómo vamos a lograr un verdadero potencial en nuestro fútbol nacional, si atentamos de esta manera contra los jóvenes deportistas que van buscando oportunidades y sólo encuentran oportunistas que los desvalijan con la complicidad de tanta gente?