El poema está dormido si no tiene lectores

6 septiembre 2023 11:33 pm

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Por Manuel Tiberio Bermúdez

Carlos Fajardo Fajardo es parte de los poetas invitados al XXIII Festival Internacional de Poesía, Cali 2023.

Es ensayista, Magíster y doctor en literatura; profesor universitario. Colaborador del periódico Le Monde Diplomatique.  Director de la Colección Pensamiento Estético Siglos XX y XXI y del seriado audiovisual Vida y obra de Artista, realizado y producido por Desde abajo televisión. Ha sido ponente y profesor invitado a varias universidades de Colombia y del exterior, como también a distintos festivales nacionales e internacionales de poesía. Cofundador de la Corporación «Si Mañana Despierto», dedicada a la investigación y creación artística y literaria. Ha publicado varias obras de poesía, entre ellas: Origen de Silencios, 1981; Serenidad Sitiada, 1990, Veraneras (Premio de poesía Antonio Llanos, Cali, 1991); Atlas de callejerías, 1997; Tierra de Sol (Premio de Poesía Jorge Isaacs, Cali, 2003); Navíos de Caronte, 2009; Péndulo de Arena. Antología, 2013; el libro de crónicas, La ciudad del poeta, 2013, El primer sol. Antología, 2014; Ínsula del viento (finalista en el Concurso Internacional de Poesía Paralelo Cero, 2016, Quito, Ecuador; y Primera Mención en el XX Premio Latinoamericano de Poesía Ciro Mendía, 2016, Colombia). Varios libros de ensayos llevan su firma y muchos de sus trabajos han sido traducidos al inglés, italiano, ruso, turco, francés, serbio, polaco y portugués.

Su presencia está programada para varias partes durante la programación del Festival de Poesía. Estaré en Libertienda, en La Tertulia, en algunas escuelas de las comunas de Cali y en el Colegio Santa Librada.

Tuve la oportunidad de hablar con el poeta, quien había participado en el 2015 y en el 2019 en Festivales de Cali. Este fue el resultado de nuestra charla.

¿Expectativas para esta edición del Festival?

Como en todos los festivales,uno espera que de una u otra forma la poesía tenga acogida, que construya lectores; que fuera de los que existen, aumente el amor a la lectura de poesía. Que genere pasión hacia la escritura poética. Que los poetas jóvenes, estableciendo una relación con los poetas que tienen una obra ya construida, encuentren la posibilidad de aprender a generar una mejor poesía. Y que se construyan «poelectores» porque a la larga cada lector de poesía tiene gran posibilidad de volverse poeta. Como dice Octavio Paz, “despierta el poema”. El poema está dormido si no tiene lectores y el lector lo despierta. Es una relación muy admirable porque tanto el lector como el texto, se constituyen en una diátesis bella desde la sensibilidad y el conocimiento».

¿Cómo ve a la juventud haciendo poesía?   

—Yo soy un poco escéptico hacia ciertas condiciones. Pero si los jóvenes aman, asumen la poesía como un acto importante, necesario para su existencia, me parece que gana la poesía. Si la poesía se hace como una condición personal, interna, y sobre todo, de la necesidad íntima, de expresar, decir y descifrar el mundo: gana la poesía.

Si se hace como un acto fundamental de estremecimiento esencial del mundo con la realidad y sobre todo con disciplina libertaria, vale. Es decir, necesitamos poetas que generen una disciplina libertaria, que trabajen el lenguaje, que no hagamos “garrochismo estético”, es decir, que no salten sobre las piedras fundacionales de la poesía y de la cultura sin importarles nada. Que pasen al otro lado creyéndose poetas, sin leer, sin estudiar, sin conocer, sin estructurarse desde el punto de vista de la educación poética misma.

Si los jóvenes asumen el reto de construir la poesía con intensidad, altura, y fundamentalmente, con estudio y disciplina del lenguaje y las formas poéticas contemporáneas: bienvenidos sean».

Parecería que este es el fenómeno que se está presentando: más cantidad que calidad. ¿Será así?

Yo tengo precisamente unas reflexiones sobre esto. Primero: una sociedad que, hasta hace unos 30 o 40 años, había impuesto el emprendimiento y sobre todo, el rendimiento, como concepciones culturales: entre más se rinda, entre más se acumule, entre más se emprenda, entre más cantidad se tenga, es mejor aún con menoscabo de la calidad.

Desde el punto de vista de la acumulación se está tratando de que el poeta acumule muchos poemas y eso tiene mucho que ver con los premios de poesía a los que se convoca. Estos premios imponen, para su participación, un cierto número de poemas: mínimo a veces hasta 70 u 80. Es decir, exigen al poeta que la cantidad sea la función principal, así no haya calidad y eso también hace parte de la no exigencia fundamental en la poesía de tratar de hacer una poesía de calidad antes que cantidad.

Hay libros maravillosos y con pocos poemas: el caso de Jorge Gaitán Durán con sus Amantes, o Neruda, con Veinte poemas de amor, y Valéry, con Cementerio marino.

La condición actual es la sociedad del rendimiento y la acumulación, esa exigencia que hay de acumulación y de masificación, ha impactado, no solamente la poesía, sino en muchas artes. Eso hay que pensarlo mucho porque va en detrimento de la calidad del poeta y del poema.

La sal en la taza de café

Y sobre ese interrogante antiguo de si tiene validez la poesía, ¿qué opina?

—Esa pregunta se ha hecho no solamente hoy, sino en otros tiempos. Sobre todo aquella que decía: “para qué poetas en tiempos terribles”.

Yo insisto, en que hay una condición del poeta que proyecta un poco el tiempo contemporáneo y es que debe existir la poesía. La poesía es una forma de estremecer ciertas sensibilidades para que se despierten. Y, como digo yo, para que echen sal en la taza de café. Es una metáfora: echen fuego en el oído de los que están sordos o los que están dormidos. Esto puede facilitar la condición del poeta. El poeta como el que estremece, como el que subvierte; el poeta como el que va en contra vía, el remero a contracorriente, el que tiene la misión de despertar a los somnolientos. Eso genera escozor, pero la poesía es escozor, es una herida, es sal en la herida.

Desde ese punto de vista pedir que la poesía solarmente sea terrones de azúcar para el día; yo creo que es al contrario, se le echa sal a la taza que la gente quiere saborear, para estremecerlos, para sacudirlos.

Camus decía que el tiempo que uno vive, el tiempo de la existencia, es tan poco que hay que estremecerlo hasta el final. Y Malraux decía que hay dejar  una cicatriz sobre el corazón de la tierra. Creo que eso es lo que hace el poeta y abrir un poco la posibilidad de que los otros, a partir de esa herida, esa cicatriz, vean con otros ojos y se amplíe el mundo para ellos.»

¿Es difícil en este hoy tener motivaciones poéticas para escribir?

Depende. Estamos llenos de una infocracia, de una emocracia, de una infopolítica también, y de la emocracia o sea la política de las emociones a partir de los medios que pueden estar impidiendo hasta cierto punto lo que nosotros vivimos en los tiempos anteriores. Sin embargo, yo digo que a partir de ello, no podemos echarnos atrás. No podemos ser, como decía Eco, ni integrados ni apocalípticos. Ni integrarnos totalmente, aplaudiendo lo que está viviendo el mundo a partir de la infocracia, las informaciones y las tecnologías de la información, ni tampoco alejarnos absolutamente de ellas, e ignorarlas.

Tenemos que hacer el Caballo de Troya; y yo creo que los jóvenes tienen que hacerlo. Un Caballo de Troya que nos permita entrar dentro del esquema actual del mundo contemporáneo, tanto por su información como por su leviatán informativo, de mercado, que es tan tenaz; su leviatán de mentiras informáticas.  Hay que entrar a él, pero no identificarse con ellos, sino criticarlos desde adentro.  El Caballo de Troya que me sirve como metáfora es entrar al leviatán moderno y sabotearlo desde adentro, aprender y conocerlo. Pero a la vez hay que estar alejado de ese fenómeno cultural, pero con un sentido crítico: en el adentro y en el afuera. En el adentro como críticos y en el afuera no como escapistas, alejándonos. Ese fenómeno me parece interesante para los jóvenes que aprovechen ya están en el mundo absolutamente informático, de los ciber. Ya no pueden salirse de ellas, lo que tienen que hacer es asimilarlas, aprovecharlas, generar desde ahí una posibilidad poética y sobre todo construir a partir de ello condiciones para un hombre nuevo, un hombre distinto. Lo veo muy difícil, sobre todo cuando viene todo esto de la Inteligencia Artificial, que es algo complicado en este momento».

¿Qué quiere dejar en este Festival para Cali y sus lectores y escuchas?

Si se dan las condiciones, lógicamente, a partir de los diálogos poéticos que se van a realizar, dejar a los jóvenes parte de esto que estamos hablando, dejar inquietudes. ¿Qué hace el poeta también? Sembrar inquietudes, sobre todo dudar, inquietar, agrietar algo que se creía seguro. Agrietar el barco en donde todo el mundo va seguro y que a la larga es una mentira. El poeta fragmenta ese barco y yo lo que creo es que a través de ello es que lograremos que la poesía haga eco; es uno de los papeles del poeta y del artista en general: hacer grietas y hablar de ellas.

No es aplaudir todo como algo sensacional, es precisamente estar a la expectativa crítica y cuestionar. Lo que yo espero es que mis charlas y mi poesía provoque eso: escozor, preguntas, interrogaciones. Que luego de leerme o escucharme salga distinto.  

Sobre su trabajo, Carlos señala: «Yo trabajo en varios frentes: poesía, ensayo, temas políticos, como los que publico en Le Mond Diplomatic o con el periódico Desde debajo de Bogotá, y la poesía. Acabo de terminar un libro y el más reciente publicado fue El eco de la tormenta y pronto se va a publicar una novela Crónicas sobre el siglo XIX y mediados del XX en Cali con la Universidad del Valle.

Un poema para los lectores

 

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