Los colombianos le diremos “chao” al abuso del que ha sido objeto la identidad del Estado en materia de marca o imagen, por parte de quienes asumen los altos cargos de nuestras administraciones nacionales, regionales y locales. La semana pasada, en plenaria de Senado, se aprobó finalmente el proyecto de ley conocido popularmente como “Chao marcas de gobierno”, impulsado por la senadora ponente Angélica Lozano, de la Alianza Verde, y que tiene el propósito de mantener, independiente de quien ocupe el cargo de alcalde, gobernador o presidente, la identidad institucional.
En palabras de a centavo, lo que regulará la ley de Estabilidad de Marcas para el Estado, es el uso de la identidad visual de las administraciones públicas, para así protegerlas de manipulaciones arbitrarias de los mandatarios de turno.
“Hoy es común que cuando llega el nuevo alcalde, gobernador o presidente, cambie las marcas de gobernar, los escudos, uniformes, eslogan, vehículos, causando un gasto que serviría para el desarrollo de nuevas obras en favor de la comunidad", aseveró la congresista verde.
Esta práctica ha pululado en el país desde hace décadas, a la par con el desarrollo de las estrategias de marketing y posicionamiento de imagen, las cuales han sido implementadas hábilmente por los dirigentes y sus asesores, que llegan, gracias al favor del electorado, a manejar las administraciones públicas.
Así, la imagen de campaña de X o Y candidato, y que gana las elecciones, se traslada a la institucional del municipio, departamento o Nación, usurpando los símbolos oficiales -banderas, escudos y colores-, en un actuar muy distante al respeto por nuestras instituciones.
“Este proyecto ha sido aprobado por unanimidad, por encima de todos los partidos. Todo el mundo tiene ejemplos, todo el mundo cuenta y muestra en su pueblo que en campaña el eslogan y el logo del candidato, es este, y apenas gana, la plata pública de la ciudad o del municipio, se destina para pintar y vestir al pueblo con letreros, material y chaquetas”, recalcó Lozano.
En los últimos años, esta práctica la hemos observado los quindianos cada periodo administrativo, cuando se posesionan los nuevos mandatarios. Pasamos de unas orquídeas y su ‘paraíso’, en el caso de la alcaldía de Armenia, a ‘la ciudad que queremos’ y ‘Es Pa’todos’, con la proliferación de colores muy ajenos, rojos, naranjas y gama de azules y celestes, a los de la capital quindiana: amarillo, blanco y verde. Y nos uniformaron con chalecos fucsias, su ‘firme’ y con las ‘botas puestas’, para luego cambiar drásticamente al ‘Quindío, sí para ti’ y en los últimos cuatro años al ‘Tú y yo’ y el ‘gobierno del billón de pesos’.
Un caso particular es el del fallecido exalcalde de Armenia y exsenador Mario Londoño Arcila, quien se atrevió a instalar en las luminarias públicas de la ciudad una lámina de un ‘Camello’, además de instalar una escultura en la glorieta frente a Bomberos, popularizar la avenida que se construyó en su mandato como ‘la camellos’, y a manera de placa estampar en la obra del puente de la segunda la misma figura, en su vanidosa intención de inmortalizar su mote de ‘Camello’ y su eslogan de campaña en el colectivo de esta municipalidad.
La senadora ponente indicó que el recurso público se utiliza para la autopromoción de los directivos desde un enfoque político e individualista, capitalizando toda la promoción de marca en su propio beneficio, a través de las vocerías de las entidades estatales, ya sea porque la función comunicativa estatal se realizó a través de las cuentas personales de los directivos o porque aquellos conservan las cuentas de vocería institucionales una vez dejan el cargo.
Y es que los dirigentes son hábiles y no desaprovechan la oportunidad para que con los recursos de todos se promocione su imagen de cara a una futura aspiración personal y política. El alcalde desea ser gobernador, congresista o por qué no, presidente. La aspiración es válida, lo que no es correcto es que sea ‘subsidiada’ con los aportes de los contribuyentes, y no con recursos de sus propios bolsillos.
De acuerdo con algunos estudios, solo en Bogotá, en el periodo de 2004 a 2019, se dilapidaron más de 360 millones de dólares en branding, cifra que motivó a Lozano a retomar la iniciativa de la entonces concejal bogotana Ángela Garzón, quien presentó un acuerdo al concejo de la capital de la República, para que se respetará la imagen institucional, y que está vigente desde hace seis años.
Ahora, con la aprobación de este proyecto de Ley, el que pasará a conciliación en la Cámara de Representantes, se espera que en el próximo año, los actuales mandatarios electos abandonen sus marcas personales y se ajusten a las institucionales, a fin de evitar el gasto de recursos adicionales de los municipios o ciudades, pues es absurdo que en un país, donde nos quejamos por falta de recursos para inversión social, cada cuatro se tengan que destinar cuantiosas sumas del presupuesto para cambiar hasta la papelería de las administraciones, porque la imagen no corresponde a la del nuevo mandatario y lo que supuestamente quiere proyectar.
En la actualidad, ya los electos dieron señales de lo que serían sus imágenes, como la de ‘Armenia bonita’, la que además de ser poca innovadora al ser una réplica de la ya conocida y posicionada ‘Ciudad bonita’, Bucaramanga, está saturada de elementos y colores no propios de la institucional, o la del grito de guerra de ‘Luchemos juntos’, que poco contribuye a la unidad de una región que cada mandato se divide entre unos y otros.
Es la oportunidad para que la ciudadanía esté vigilante para que estos abusos se erradiquen y que los gobiernos de turno lideren un manejo institucional responsable y respetuoso de las instituciones y sus conciudadanos.
Recibimos con beneplácito esta aprobación del proyecto de Ley, porque es imperioso que prevalezca la protección y el reconocimiento de la identidad de nuestras municipios, departamentos y de la Nación. Ya basta de tantos ‘copys’ o eslóganes rimbombantes como ‘Colombia, potencia mundial de la vida’, o ‘El futuro es de todos’ o ‘Todos por un nuevo país’, salidos de unas estrategias, intereses particulares o egos personales.
No más gastos innecesarios y bienvenido el respeto por nuestros símbolos, la historia y la identidad, aspectos que en verdad nos unen como sociedad y que coadyuvan a la construcción de comunidades cívicas y solidarias.