Manuel Gómez Sabogal
Hace muchos años, por esta época, la Navidad se celebraba con mucho ánimo y había luces en casas y fincas, nos preparábamos para salir a recorrer los alumbrados del 7 y 8 de diciembre.
Germán Ocampo, Jorge Morales, Pedro Arenas, Jorge Vargas y yo salíamos, desde mi casa, por la carrera 20 de Armenia. Hacíamos varios recorridos. Íbamos desde allí hasta el barrio Las Américas, por el estadio San José, bajábamos al barrio Quindío y subíamos al Barrio El Recreo.
Recuerdo que evitábamos totes, papeletas, borrachos, gritábamos, hacíamos ruido por donde pasábamos. Otras veces, tomábamos hacia el barrio Granada y recorríamos los barrios El Paraiso, Corbones, hasta la Lonchería Colombia. Ahí, comíamos algo y luego a descansar y a prepararnos para el día siguiente.
Ya prendieron las velitas, los faroles, las luces en todas las ciudades, centros comerciales, almacenes, barrios, parques, casas, edificios. Hay mucha luz en todas partes. En el campo, los arcos de velitas inundan las diferentes parcelas, granjas, haciendas, bohíos y fondas.
La gente sale a mirar, admirar, recorrer calles, visitar parques. Todos querrán calificar los mejores alumbrados. Todos quieren ser jueces de las mejores luces.
Muchos ya empezaron a preparar el viaje a Medellín, Bogotá y otras ciudades para admirar las calles, carreras, avenidas, parques llenos de arreglos especiales, faroles, luces.
Otros, se alistan para ir a Quimbaya a ver los Faroles en las diferentes calles y carreras de ese maravilloso pueblo.
Luces llenas de imaginación como cada año lo hacen en esas ciudades. Se engalanan ciudades y pueblos a y la presencia de muchos visitantes es de gran regocijo para quienes viven en dichos sitios. Noches de turismo por fantásticos lugares de nuestro país.
El alumbrado, como siempre lo hemos llamado, es el comienzo de Navidad. Hay luces de todos los colores en todos los rincones de nuestro país.
Ojalá esas luces nos recuerden a los secuestrados, desaparecidos, asesinados y a todas las familias de quienes sufren por un ser querido que no ha vuelto o jamás regresará.
Luces para recordar a aquellos que se hallan lejos de sus familias. Para recordar a los niños maltratados, las mujeres agredidas, las familias deshechas.
Luces que nos indiquen que hay una guerra entre Israel y Palestina, otra entre Rusia y Ucrania. Más problemas entre pakistaníes e hindúes.
Y lo peor de todo, las masacres diarias en Colombia, un país dice que 90% cristianos y católicos. Pero no hay día o noche con noticias sobre asesinatos, violaciones, atracos y mucho más.
Para recordar que puede haber una luz de esperanza al otro lado del túnel.
Aunque sabemos que hay tristeza en muchos hogares, prendamos velitas y luces en nuestros corazones para que iluminemos siempre a nuestro alrededor.
Que la violencia cese, que los secuestros terminen, que los secuestrados regresen a sus hogares y que haya paz en cada corazón.
Que guerrilleros, soldados, policías, paramilitares, casi todos campesinos con familias humildes puedan orar para que culmine el odio y para que sus corazones no se manchen de sangre constantemente.
Que las luces de Navidad iluminen las almas rencorosas y llenas de odio contra personas que ni siquiera conocen, que no han tenido la oportunidad de saludar, que no saben que pueden tener sonrisas, alegrías, abrazos, familia y mucho amor.
Que aquellos que no entienden que las personas son importantes y que los valores empiezan por el respeto, reflexionen y entiendan que la vida es un ratico y la amistad llena corazones.
Cantemos a la vida y encendamos las velitas, los faroles, las luces para que esta Navidad sea diferente y la tomemos con la fe necesaria e intensa que merece cada día de diciembre. Dios está con nosotros y nuestras vidas no serán difíciles, gracias a que, en primer lugar, contamos con ÉL.