Federico Acevedo Ramírez
El 2023 también fue el año en que una de las grandes figuras de la intelectualidad latinoamericana, Enrique Dussel, partió al enigmático más allá. Enrique Domingo Dussel Ambrosini (1934-2023) fue un filósofo, historiador y teólogo argentino, doctor en filosofía de la Complutense de Madrid, doctor en historia de la Sorbona y reconocido a nivel global como uno de los arquitectos de la filosofía de la liberación, como un gran referente del enfoque decolonial y como uno de los mayores conocedores de la obra de Marx. Su obra se compone de más de 50 libros, que se pueden descargar de forma gratuita en su página web (enriquedussel.com) y 400 artículos.
Con el objetivo de rendirle un modestísimo homenaje a través de este espacio, quisiera contar una historia personal que refleja el impacto que tuvo el pensamiento de Dussel en mí. Antes de tener un modesto acercamiento a su obra, yo tenía una concepción estrictamente negativa del pensamiento mágico, entiéndase por pensamiento mágico toda religión, mitología y creencia que no puede ser demostrada lógica ni empíricamente. Para mí, el pensamiento mágico era simplemente un instrumento de dominación de masas. Después de acercarme a su obra, mi posición cambió. Ahora comprendo que el pensamiento mágico no es bueno o malo per se, conveniente o inconveniente, sino que tiene un carácter ambiguo, puede ser liberador o puede ser dominador. Puede utilizarse para dominar, como lo han hecho las élites económicas y políticas a lo largo de toda la historia (por lo menos, desde el Antiguo Egipto en adelante), o puede utilizarse para liberar, como lo hicieron Martin Luther King y Gandhi, en sus respectivas luchas sociales.
Estas dominaciones y liberaciones a las que puede dar lugar el pensamiento mágico no ocurren solo a nivel colectivo, sino también individual. Por ejemplo, cuando un individuo supera una adicción después de abrazar con fervor un credo, ahí ocurre una liberación de carácter individual. Por el contrario, cuando un individuo se impone a sí mismo restricciones y sacrificios que dañan su bienestar, físico o mental, por agradar a alguna deidad, ahí ocurre un momento de dominación de carácter individual. Esta posición frente al pensamiento mágico está inspirada en la construcción ideológica de la teología que hace Enrique Dussel[1].
Después de leer algunas de las obras de Dussel, decidí liberarme de prejuicios, y leer con detenimiento los cuatro Evangelios, algo que nunca había hecho porque pensé que no encontraría nada valioso allí. Para mi sorpresa, estaba muy equivocado, pues encontré muchas ideas de liberación, entiéndase por ideas de liberación aquellas con capacidad de liberar al ser humano de la violencia de todo tipo, incluida la violencia económica (que es la explotación de unos por otros), la violencia política (que no solo es la persecución del que piensa, siente y actúa diferente, sino la reacción violenta de algunos de los oprimidos), y la violencia social (que inferioriza a unos grupos de personas, creyéndolos merecedores de poco y nada, e idealiza a otros, creyéndolos merecedores de glorias y alabanzas).
En mi interpretación, después de leer los Evangelios de Marcos, Lucas, Mateo y Juan, Jesús propone una ética cuyo valor supremo es el amor al prójimo (Juan 13:34-35, Juan 15:12). Hay que amar tanto al prójimo que incluso hay que amar a los enemigos (Marcos 12:28-31). Se ama a Dios a través del hijo (Juan 14:21, Juan 14:23-24), y si el hijo vino a darnos el undécimo mandamiento, es decir, el imperativo de amarnos unos a otros (Juan 13:34-35), entonces, la consecuencia lógica es que se ama a Dios a través del amor al prójimo. Seremos juzgados, dice Jesús, por cómo nos comportemos con el otro, por la misericordia que tengamos con el vulnerable, el pobre y el oprimido (Mateo 25:31-46). Jesús no propone una teología de rituales y sacrificios, sino de amor al prójimo y de misericordia (Mateo 12:1-9).
Asimismo, me di cuenta de que la codicia, la vanidad y el amor al poder, lo que Bertrand Russell llamaba “deseos infinitos” (infinitos porque no se pueden satisfacer: cuánto más se intenta hacerlo, más grandes se hacen), son antivalores en la ética propuesta por Jesús, por cuanto no conducen al amor del prójimo. La condena a la codicia es reiterativa, de hecho, Jesús le otorga categoría de “falso Señor” (Mateo 6:24, Lucas 16:13-14, Marcos 4:19, Mateo 6:21, Mateo 19:24, y un largo etcétera). Con respecto a la vanidad, al deseo de ser reconocido, de ponerse por encima de los demás y de recibir alabanza, la condena también es tajante y reiterativa (Mateo 6:1, Mateo 6:16-20, Mateo 20: 26-28, Mateo 23: 5-7, Marcos 9:35). Pasa lo mismo con el amor al poder (Mateo 4:8-10, Lucas 1:52, Lucas 4:5-8).
En los evangelios (Marcos 12:41-44, Lucas 12:48, Lucas 21:1-4), también encontré justificación para la justicia democrática, que es la igualdad proporcional o de mérito, “un trato igual para los iguales, y un trato desigual para los desiguales”, mejor conocida como “equidad”, que se contrapone a la igualdad aritmética, que consiste en “lo mismo a todos”, que constituye una injusticia, porque no todos necesitamos ni merecemos lo mismo. La ley, por ejemplo, es diferente para los niños que para los adultos, y es justo que así lo sea. La ley también es diferente para las mujeres, por ejemplo, cuando contempla acciones afirmativas para compensar sus desventajas históricas frente a los hombres. Asimismo, dice Jesús, Dios nos juzgará, no de forma igual, sino equitativa: “…porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá (Lucas 12:48).
En la misma línea de Sócrates[2], Jesús considera que es injusto pagar mal por mal, que el famoso “ojo por ojo, y diente por diente” no es la idea de justicia correcta, sino que hay que “poner la otra mejilla” (Lucas 6:29). Si bien esta idea de la no-venganza puede ser liberadora, porque evita la guerra (que es una sucesión de venganzas), también puede ser interpretada de una forma dominadora, como cuando se utiliza para proponer la resignación ante la injusticia. Esta interpretación, a mi juicio, debemos negarla, pues contradice la figura misma de Jesús, que enfrenta a las autoridades de su tiempo, a los guardianes de la ley, a los escribas, acusándolos de una mala interpretación de la ley de Dios y hasta llamándolos <> (Mateo 23:13, Mateo 23:27-31, Marcos 12:38-40). La figura de Jesús es una figura disruptiva, que enfrenta el statu quo, que lucha contra la injusticia y que muere como mueren los disidentes en el Imperio Romano: crucificado. Jesús no encarna la figura de la aceptación de la injusticia, sino de la lucha pacífica, sin recurrir a la venganza y perdonando (Mateo 18:21-22).
En mi interpretación, los momentos de liberación de los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan pueden agruparse alrededor de tres grandes ideas de liberación: 1) la no venganza como paradigma de justicia; 2) la misericordia frente al vulnerable y 3) el rechazo a los deseos infinitos de codicia, vanidad, amor al poder y, en últimas, de rivalidad, que está en el origen de los tres primeros.
Del maestro Enrique Dussel, aprendí que no hay que negar el pensamiento mágico (que ha sido transversal a todas las culturas y tiempos), sino solamente sus momentos dominadores, al tiempo que se afirman sus momentos liberadores. Así como el cristianismo, las demás religiones también están llenas de momentos e ideas liberadoras, que pueden enriquecernos moral e intelectualmente. De allí la importancia del diálogo interreligioso, del que Dussel fue un promotor.
Paz en la tumba del maestro latinoamericano Enrique Dussel…