No la tiene nada fácil el nuevo mandatario de los armenios, la ciudad con el transcurrir de los años ha dado pasos agigantados hacia atrás, los alcaldes de los últimos 20 años la han sumido en el atraso, tanto así que ni siquiera se merecen el título de gobernantes. Su ambición personal, su ineptitud, su falta de responsabilidad, su compromiso politiquero los ha llevado única y exclusivamente a administrar una empresa en donde la burocracia, es decir las cuotas políticas, ha sido lo más importante.
La ciudad ha retrocedido de manera asombrosa. Armenia es una ciudad abandonada al garete. Los ocupantes de los edificios del Centro Administrativo Municipal CAM y el de la gobernación, que también le compete, están de espaldas al accionar de una sociedad que se pelea el espacio sin dios ni ley.
La desorganización se evidencia en todos los aspectos. Una desorganización amparada por la ingobernabilidad cuya base es el importaculismo de quienes llegan al poder con la falacia de su “amor por Armenia”. En todos los aspectos del desarrollo: económico, social, estructural, cultural, educativo, deportivo la ciudad ha sido abandonada a la buena de Dios. La lista es larga.
Para nadie es desconocido el gran parqueadero en el que se ha convertido Armenia, y ya no solo en el centro, también en los barrios, en las zonas de hospitales, de los centros comerciales, de restaurantes. Parqueadero “permitido” por las autoridades correspondientes, y lo que es permitido se convierte en consentimiento, en autoridad para que todos lo hagan.
El embotellamiento vehicular es otra de las consecuencias del abandono gubernamental. Es tal, que los transeúntes ya hacen parte de ese embotellamiento que se ha tomado las calles y los andenes. A ello se agrega la falta de nuevas vías, de salidas de entradas lo que está convirtiendo a la capital quindiana en una localidad “estrecha”, lenta en donde vivir es cada día más difícil.
A ello se suma la grave problemática de la informalidad, de los vendedores ambulantes y estacionarios. En Armenia, parece que hay un gran aviso en las redes sociales en el que se invita a ocupar las esquinas, los andenes, las calles con ventas ambulantes. “¡Venga todavía quedan espacios, andenes para acomodar su carreta! Ese, es el llamado de la incompetencia gubernamental, o mejor de los politiqueros que ocupan los concejos y la asamblea que convierten en votos a los ambulantes y sus familias con la defensa del espacio que ocupan, no importa que se sea la peatonal de la 14 de Cielos Abiertos, la Calle Real tomada hoy por ventas de toda clase con el “consentimiento” de quienes se comprometieron en un principio en su defensa como la Cámara de Comercio de Armenia.
Ya son varias las calles y carreras en las que no cabe una carreta o un “almacén” más y lo más grave no hay una explicación de la permisividad de ocupación de estos espacios públicos.
Uno de los tantos ejemplos: por la calle 19 desde la carrera 19 hasta la 14 no hay por donde transitar. No hay andenes para los transeúntes. No hay respeto para el ciudadano, no hay respeto del espacio público y todos tan tranquilos y relajados en el interior del edificio del CAM.
El Centro Comercial del Café y la plaza de “mercado” Minorista fueron y son en su momento “caballitos de batalla” que en boca de candidatos se convierten en la solución a la informalidad, sobre todo a la de perecederos que ya se tomó la antigua galería ante la impotencia de las autoridades y junto con los rebuscadores que ofertan en el suelo ropa y tenis de segunda, y hasta de tercera, cacharro en los alrededores del CAM la convirtieron en la nueva galería. Paradójico, esta vez en las narices del alcalde y de su equipo de trabajo. A la carrera 18 con calles 18, 17, 16, 15, tampoco les cabe una carreta más.
El Centro Comercial del Café, el que supuestamente albergaría a los informales, nació como elefante blanco. Nunca se tuvo la capacidad gubernamental de adecuarlo debidamente con el respeto hacia los ambulantes. No se les dio la gana a los dueños del poder de hacer de este un lugar decente, llamativo para vendedores y compradores. Su competencia no va más allá de sus intereses particulares.
Igual la Minorista, un elefante blanco, pero bien grande y ya crecidito en el tiempo. La administración anterior ilusionó a los armenios con convertirla en un Centro Comercial con todas las de la ley. La maqueta virtual presentada por la alcaldía hizo renacer las esperanzas de una plaza con categoría en donde los comerciantes de la antigua galería rescatarían no solo sus locales, sus negocios, sino también su dignidad, su respeto. Falacia, mentira, engaño, demagogia.
La Minorista sigue siendo una plaza en la que reina la soledad, sus locales desocupados, sellados, su estructura interior oscura, lúgubre, en obra negra sin un ápice llamativo para comerciantes y menos para compradores y a punto de convertirse en centro de operaciones de Setta, otro lunar de la ciudad.
La minorista, este sí el monumento a la inoperancia, irresponsabilidad, falta de compromiso, ineptitud. Un monumento a esa rancia politiquería que como planta parásita nos ha robado las opciones de crecer y sigue empujando a la ciudad al caos total, a la confusión, al desorden.
Dura tarea le queda al nuevo alcalde de Armenia y la lista es larga…