James Padilla Mottoa
Siguen causando espanto los hechos violentos sucedidos en Armenia el fin de semana pasado entre vándalos disfrazados con camisetas y distintivos de los equipos Atlético Nacional, América – y me aseguran- también del Deportes Quindío. Espanto y desconcierto porque lo primero que uno se pregunta es: ¿qué tiene que ver Armenia con un partido que acaba de jugarse a más de 200 kilómetros de distancia y entre dos divisas ajenas a nuestro territorio? Además, a todo esto ¿qué papel juegan supuestos seguidores del Deportes Quindío en estas reyertas que infelizmente se han vuelto cotidianas en el desarrollo normal del torneo colombiano?
No hay una respuesta lógica, salvo lo que se ha repetido tantas veces: que no es más que el enfrentamiento entre unos grupos de individuos que se disfrazan con los colores de algunos equipos del fútbol profesional para darle salida a sus más primitivos instintos de violencia, estimulados por el abundante consumo de drogas que los convierte en un grave peligro para la sociedad.
Ya no con sorpresa y sí con mucho estupor, sigo observando la pasividad de las organizaciones del fútbol nacional ante estos hechos. Pareciera que esto no les importara; que no tuviera las características de sumo peligro para el futuro de una actividad que llegó a ser la más atractiva para las familias del país.
Por doquier se manifiestan los clientes del fútbol, de los de antes y los de ahora, en el sentido de no querer regresar a las tribunas de los estadios porque "no vamos a exponernos ni a exponer la seguridad de nuestra familia ante esta horda de siniestros personajes".
Ya sabemos cuál es el remedio, probado con éxito en países europeos en donde los bandidos del fútbol eran cosa de respeto. El hecho que rebosó la copa fue la muerte de un gendarme en Francia, con motivo del campeonato mundial del 98, a manos de los llamados hooligans ingleses. Inmediatamente las autoridades inglesas decidieron ponerle punto final al tenebroso asunto y en el parlamento se endurecieron las penas para estos desadaptados: 5, 4, 3 años de cárcel para los protagonistas de estos hechos violentos, además de la prohibición para volver a pisar los terrenos de un estadio, y ya. Volvió la tranquilidad a los escenarios y las calles, a tal punto que hasta las mallas que separaban las canchas de la gradería, se eliminaron.
Aquí no han querido tomar las medidas necesarias y ponen a las autoridades a enfrentar en desventaja a estos violentos, resultando víctimas de estos.
Las cosas no pueden seguir así; que se dejen de joder si creen que van a convertir a Armenia en escenario de sus locas actuaciones porque algo tienen que instrumentar aquí para contrarrestarlo. Pero no cerrando las puertas de los estadios o en casos extremos cancelando el espectáculo; es poniendo las penas que le duela a esta casta de locos que quieren acabar con una manifestación deportiva que hasta hace poco congregaba a multitudes. Si no es así, que se olviden; seguiremos escondiéndonos debajo de las camas cada vez que haya un partido, ya sin importar dónde.