Betto, el caricaturista

24 febrero 2024 11:34 pm

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Johan Andrés Rodríguez Lugo

Caricatura: Jorge Mendoza

Betto será siempre referente colombiano al hablar de caricatura. Su arte como su estética fueron específicas:  una combinación del blanco y el negro, lo monocromático puesto al servicio de la narración política y satírica. En una de nuestras conversaciones me explicó – Escogí la ropa negra desde que empecé a usar tinta china y se me regaba encima, entonces me adelanté al desastre –, porque ir más allá fue siempre parte de sus formas. Decir con elementos puntuales lo que otros explican con muchas palabras es lo que nos queda luego de tanto y todo. El minimalismo y el humor gráfico son elementos relevantes en su arte, la utilización de símbolos, momentos y situaciones que ocurren a diario hicieron que a lo lejos se supiera qué dibujo era de él. Le pregunté sobre su concepto de caricatura – Tengo varias definiciones, la romántica es que para mí la caricatura es un estilo de vida, o más bien, ser caricaturista, es un estilo de vida, es muy chévere, me siento muy orgulloso cuando me preguntan por mi oficio, digo caricaturista y lo digo con mucho orgullo –.  

Tuve la fortuna de reír a carcajadas con Betto en 2017. Por esos días hice parte del comité organizador del Festival Nacional de Caricatura en contra de la megaminería que se realizó en Calarcá y que contó con la participación de diferentes caricaturistas de renombre y aficionados, además de conocedores de este arte, ambientalistas y activistas que se unieron para generar un espacio de discusión sobre el calentamiento global, las aguacateras que estaban llegando al territorio y los procesos industriales que estaban acabando con el agua. Recuerdo la emoción que tuve cuando me enteré de que Betto estaría en Calarcá. Yo ya era fanático de sus viñetas en El Espectador y me habían dicho que ver a Betto era ver realmente a un artista, que su forma de vestirse, de hablar y de pensar era lo que se suponía. Me dijeron: cuando vea a alguno que parece una caricatura, ese es.

Cuando llegué aquel jueves al Museo Gráfico y Audiovisual del Quindío me recibió el sonido de una armónica que sonaba a lo lejos. Era él. Betto, el caricaturista de negro.

Luego de buscar en el pasado concluí que mi gusto por la caricatura específicamente inició con Mafalda y mi desasosiego actual a la sopa. En un inicio era el rechazo normal e infantil al agua con papas que preparaba mamá y posteriormente fue al guiño que Quino hacía de lo que sucedía en su país y en el mundo. Durante estos años de estudio les he preguntado a los caricaturistas por sus inicios y la mayoría coinciden en que las primeras miradas vinieron de esas tiras cómicas que tenían chistes inentendibles para algunos. La caricatura se me presentó desde antes como formato de interpretación y gracias, entre muchos, a Betto, logré iniciar un camino de entendimiento sobre la combinación del arte, el humor y el periodismo.

Betto fue docente de humor gráfico en la Universidad Javeriana de Bogotá, allí buscó que los estudiantes comprendieran que hacer humor es un asunto serio, que no es el chiste ramplón, ni el facilismo, sino que se trata de ir más allá, de pensar, de buscar, de tener algo qué decir, algo inteligente, pero con humor. Dentro de la bibliografía que aportó a mi trabajo de Maestría, se encuentra el libro “La Risa” de Henri Bergson que fue fundamental para la interpretación de la comicidad en la narrativa de lo cotidiano, entre las preguntas que le realicé sobre su trabajo en pandemia, me dijo – Ya estábamos en Semana Santa y el virus no se acababa, entonces lo que hice fue dibujar a Jesús esperando a los apóstoles, allí Jesús está aburrido porque no le llegó nadie y su aureola fue el virus del coronavirus. Yo quería jugar con la imagen, jugar con la forma del coronavirus, encontré muchas formas de meterlo en todo lado, los motores de un avión, el niño volando en un globo con forma de coronavirus, entre otras cosas, se trataba en ese momento de sacar del letargo a las personas, de hacerlos reír con la invasión de virus que teníamos –.  

Betto siempre estuvo pendiente de los avances en mi investigación sobre la caricatura como género periodístico de opinión. Desde la primera entrevista se mostró dispuesto, amable y crítico sobre esto que propuse. Me dio ideas, me mostró libros, me recomendó artistas y, para dar alarde aquí en su nombre, me explicó que mi idea era importante puesto que la caricatura es un género periodístico aceptado en la comunidad, aunque la academia se ha alejado por un tema de dolientes. Aunque sus clases eran sobre humor gráfico, en sí mismo no buscaba enseñar a dibujar sino a pensar. Me dijo que antes de rayar, primero había que leer, escuchar y comprender el mundo. No se podía hacer humor sino se conocían los contextos. Luego de todo esto venía el dibujo y después, mucho después, de saber mirar y comprender – puedo afirmar – viene una caricatura como la que hace, hizo, Betto.

Estos días han sido dolorosos, volver a leer las entrevistas que le hice, escuchar su voz en los audios que tengo. Recordar su carcajada cuando se le ocurría un chiste en plena conversación y verlo a través de su voz con sus formas y su manera de ver el mundo, me causa tristeza. Betto fue un artista en todo el sentido de la palabra y saber que vivió literalmente de su arte hace que su trabajo sea más relevante. El hombre ya era grande y consciente de eso. Hizo que supiéramos que salía por la puerta que era, como lo demostró en su última caricatura. Lo recordaré siempre con mucho cariño, admiración y respeto. A sus amigos, familiares y colegas, envío un abrazo inmenso desde este espacio. Sabernos efímeros no se hace tan difícil cuando hacemos cosas que perduran y Betto nos queda en toda su obra, su música y su risa. ¡Gracias, querido!

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