El antropólogo y escritor canadiense Wade Davis presenta en la FILBO su nuevo libro, Bajo la superficie de las cosas

19 abril 2024 10:23 pm

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“La antropología revela lo que se encuentra bajo la superficie de las cosas”, decía el profesor Johannes Wilbert, a quien Wade Davis admiró siempre. De ahí el nombre de este libro que recoge varios ensayos que nacieron, principalmente, durante la pandemia, en medio de la paradoja de un viajero y antropólogo como lo es él, encerrado, recorriendo el mundo desde los libros y la imaginación, ante la imposibilidad del movimiento.

Aquí, el celebrado autor de los libros, El Río y Magdalena, reflexiona sobre el mundo que dejó el coronavirus, la pasión por explorar, el interés de la humanidad por el Everest, la coca como un dilema eterno, la India como destino, una reflexión sobre lo sagrado, sobre el mundo indígena y, claro, sobre por qué importa la antropología.

Ensayos que parecen, a su vez, crónicas de viajes cargadas de una erudición exquisita para que sus lectores aprendamos a ver el mundo que nos rodea de manera diferente, apasionada, inquietante, solo como un gran explorador puede hacerlo.

“Cierta vez le pregunté al poeta Gary Snyder que cuál era la cosa más importante que podríamos hacer para cuidar la vida salvaje. “Quedarnos quietos”, respondió”

página 13.

Aspectos a tener en cuenta

Un viajero que no puede viajar: Los ensayos plasmados en este libro fueron escritos por un Wade Davis diferente, “cuando alguien que viajaba incesantemente se vio obligado a quedarse quieto, incluso mientras los eventos estallaban por todos lados en un mundo que nunca deja de moverse”.

Libro escrito en pandemia: “Los ensayos de esta nueva colección, escritos en su mayor parte durante los meses del encierro de la pandemia, cubren mucho terreno, desde guerra y raza, hasta montañas, plantas, clima, exploración, la promesa de la juventud y la esencia de lo
sagrado”.

Página 16.

Otros fragmentos

“Al final, claro está, la naturaleza no renació y, a medida que la pandemia menguaba, los viejos hábitos regresaron con una velocidad y confianza de por sí inquietante. El hecho de que tantas personas hubieran sufrido, con millones habiendo perecido, se perdió en la fluidez de nuestra memoria, abrumada por la capacidad de nuestra especie para olvidar. Lo que recordamos como individuos no es lo planetario, sino lo profundamente personal, todas esas anécdotas locas que compartimos entre nosotros en esa época”. Página 14.

“Durante más de un año, obligado como todos a no salir de mi espacio, abracé la quietud y al cabo de un tiempo veía mi antigua vida frenética de viajes como una violenta alucinación. Casi todo lo que había escrito antes se había basado en el movimiento, en experiencias directas en los confines de la Tierra. De repente, viajar ya no era una opción. No tuve más remedio que mirar el mundo a través de las ventanas de este pequeño nido en la colina, exploraciones que me llevaron, no a lo largo de ríos o de desiertos, sino a través de densas selvas de palabras que abrieron nuevos panoramas, animándome a pensar y a escribir de maneras diferentes”. Página 15.

“Cada cultura era una expresión única de la imaginación y el corazón humano. Cada una era una respuesta única a una pregunta fundamental: ¿qué significa ser humano y estar vivo? Cuando se le hace esta pregunta, la humanidad responde en siete mil idiomas diferentes, voces que colectivamente comprenden nuestro repertorio para manejar todos los retos que nos confrontan como especie”. Página 70.

“Después de una década de absoluto silencio, decenas de novelas, memorias, libros de poesía, cartas y diarios inundaron la cultura popular, redefiniendo la narrativa de la guerra, arrasando las últimas ilusiones de gloria. La guerra que pondría fin a todas las guerras no había terminado con
nada, salvo la certeza, la confianza y la esperanza. La Gran Depresión trajo tanta miseria que incluso quienes tenían una seguridad financiera pusieron cuestionaban la legitimidad de organizar costosas expediciones de montañismo, vistas cada vez más como un deporte que invariablemente
terminaban en fracaso. Si alcanzar la cumbre del Everest había sido en algún momento un símbolo de redención imperial, el registro de seis intentos fallidos era un recordatorio de la impotencia nacional”. 
Página 155.

“Las drogas nuevas tienden a alterar el orden social. La Revolución francesa fue provocada, al menos en parte, por la cafeína. Durante generaciones, había sido imposible beber agua en cualquier ciudad europea por temor a sucumbir a una enfermedad, cólera y disentería en particular. La gente saciaba su sed con alcohol: ginebra, ron, whisky, vino, cerveza y aguamiel. El continente entero vivía ligeramente alicorado, lo cual estaba bien siempre y cuando las principales actividades económicas siguieran siendo la agricultura y la manufactura artesanal. Entonces, en el transcurso de varias décadas, aparecieron tres tesoros botánicos, todos ellos estimulantes del sistema nervioso: té de India y China, chocolate de Guatemala y café de Abisinia por vía de Brasil y las tierras tropicales del Nuevo Mundo”. Página 202

Datos sobre el autor: 

Nació en Vancouver, en 1953. Estudió en la Universidad de Harvard Antropología y Biología y recibió allí también su doctorado en Etnobotánica. Entre 1999 y 2013 fue Explorador Residente de la National Geographic Society. Es autor de más de veinte libros, entre ellos Magdalena (2021) y El río (2017), publicados en Crítica.

En 2012 obtuvo el Premio “Samuel Johnson” por su libro Into the Silence. The Great War, Mallory, and the Conquest of Everest. Ha desarrollado también una prolífica carrera audiovisual, en la que se destaca la serie documental de ocho horas de duración Light at the Edge of the World, escrita y producida para National Geographic Society.

Davis ha recibido once títulos honoríficos, así como la Medalla de Oro de la Royal Canadian Geographical Society en 2009, y por parte de la Universidad de Harvard la Medalla de los Exploradores (2011), Medalla “David Fairchild” por sus exploraciones botánicas (2012) y la Medalla Centenaria (2015). Desde 2016 es Miembro de la Orden del Canadá y en 2017 recibió la Medalla “Sir Christopher Ondaatje” a la Exploración.

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