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Cultura  |  08 mayo de 2024  |  12:00 AM |  Escrito por: Robinson Castañeda.

El cine del pasado, película grabada en Pijao que rescata del olvido una época gloriosa

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Un texto de Robinson Castañeda.

Era domingo, antes de la proyección de una película China en la función de las 9 de la noche en el teatro Román, en Pijao. El lleno de la sala era total. El problema era que el proyeccionista no aparecía por ninguna parte. Nadie daba razón de ese empleado y el público estaba comenzando a molestarse exigiendo la devolución del dinero.

José Edward Toro, de tan solo 9 años de edad e hijo de don Gustavo Toro, dueño del teatro y que estaba de viaje, después de mucho rato de búsqueda encontró al proyeccionista, borracho y sin poderlo llevar a hacer su trabajo. Triste y asustado, el niño corrió y se metió a la sala de proyección. Como pudo apagó las luces y comenzó a proyectar la película, haciendo todo tal y como lo había visto hacer a su padre y al empleado meses antes. Para que el mecanismo funcionara correctamente, poder alcanzar los objetos y ver si todo se veía bien en la gran pantalla, José tuvo que pararse sobre una butaca de madera. Al final la función terminó con éxito y los aplausos de los espectadores no se hicieron esperar.

Ese día José Edward Toro se graduó como operador de cine y se ganó la confianza de su papá. La verdad es que hacía mucho más que proyectar películas, pues también pegaba afiches, ayudaba a organizar el lugar y buscaba la forma de transmitir la emoción y magia de la sala oscura a los habitantes del pueblo, para que compraran las boletas, incluso llegó a traducir al español, por no decir inventar, idiomas que no entendía, pues eran producciones que llegaban de varias partes del mundo. Todo lo hacía con tal de que el negocio se mantuviera.

“El teatro Román presenta esta noche a las 6:15, 9:15, vespertina y noche”; fueron algunas de las frases que José Edward decía durante el perifoneo en el recorrido por las calles del municipio cordillerano. Eran los comienzos de los años 70.

Primer acto

25 años antes a Pijao había llegado un hombre con una maleta llena de películas, nada era portátil como lo fue décadas después. Para ese entonces eran rollos de celuloide de 9 milímetros metidos en varias latas junto a un enorme y pesado proyector. El personaje en cuestión era un ser itinerante, como un mago que llevaba su espectáculo y lo proyectaba en las calles de los pueblos colombianos dejando a todos hipnotizados y con ganas de ver más.

Desde ese primer momento en el que la luz viajó del proyector a la pared de una calle en Pijao, la gente quedó maravillada y ver películas se les convirtió en una necesidad. Ese hombre, el mago, que en realidad era un comerciante que luego ascendió a empresario, se llamaba Francisco Román Tangarife, quien luego de muchos esfuerzos, ahorros, años y planeación, construyó el teatro que llevaría su apellido. Fue en ese sitio donde Gustavo Toro, proveniente del campo a sus 17 años, llegó y comenzó a trabajar como mandadero de don Francisco, que le pagaba con una boleta para entrar a ver películas.

El primer heredero

Por la violencia bipartidista de los años 50 en Colombia, don Francisco Román se tuvo que ir de Pijao y el teatro quedó a cargo de Gustavo, a quien le había enseñado todo lo relacionado al funcionamiento de los aparatos y adminitración del lugar. Le dejó también la responsabilidad de seguir llevándole sueños e historias de otros por medio de las imágenes, a los habitantes del municipio. Con los años Gustavo conformó una familia y tuvo la forma de sustentarlos económicamente gracias al cine.

El segundo heredero

Años después el legado como proyeccionista y adminitrador le llegó por herencia a José Edward, segundo de la dinastía Toro en el teatro Román, el cual apagó su proyector para siempre el 24 de enero de 1999, un día antes del terremoto debido a algunas averías en su estructura. Cuentan algunos que hasta hace no mucho tiempo este lugar aún se mantenía casi intacto en su interior.

La película

Lo anterior es solo una parte de la historia contada en el documental, El cine del pasado, del director colombiano Andrés Felipe Echeverri, nacido y criado en Armenia y licenciado de Lenguas Modernas, quien llegó a conocerla por la curiosidad de ver que en la ciudad ya no existían los teatros clásicos como el Yuldana, Yanuba, Bolívar, Colombia, Canaima e Izcandé, entre otros, y cómo el olvido los iba sepultando ante la mirada a veces indiferente de todos.

En el año 2017, Andrés Felipe junto con su novia, a quien el tiempo convirtió luego en su esposa, investigaron sobre el tema y fue cuando la utopía los llevó a conocer la historia del papá de una compañera de clases en la universidad, un señor llamado José Edward Toro y su relación con el ya nombrado teatro Román, en Pijao.

En ese momento nació con más forma la película sobre este santuario en el que hace varias décadas se proyectaban otras películas. Un lugar mágico en donde los habitantes del pueblo se reunían, no a contar historias como lo hacían sus ancestros alrededor del fuego, sino a que se las contarán frente a una gran pantalla, y a oscuras.

La producción

Luego de cuatro meses de investigación, tres días de grabación y casi dos meses de montaje, la película, El cine del pasado, hecha con recursos propios, comenzó a participar en varios festivales, encuentros y muestras de cine nacional e internacional, recibiendo buenas críticas y obteniendo algunos galardones importantes, el último de ellos, que se vale como un premio, fue haber sido proyectada en las salas de Cinemark en toda Colombia, previa a la función estelar, siendo vista por miles de espectadores durante dos semanas.

Ver el documental, El cine del pasado, es adentrarse a un poema visual en el que la nostalgia también es protagonista. Es, como siempre lo permiten las películas, soñar, viajar en el tiempo y el espacio. Es conocer la belleza de lo que alguna vez fue y que ahora es y será, gracias al tributo que Andrés Felipe y su equipo de producción le hicieron al teatro Román, en Pijao, para que el olvido se demore un poco más en llegar a sepultar la historia.

Esta producción sigue participando en certámenes de cine dentro y fuera del país, razón por la cual no se puede ver en internet todavía. Les diremos cuando puedan disfrutarla.

Larga vida al cine.

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