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25 junio de 2018  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Un viaje por la cultura del Quindío: Calarcá, una joya patrimonial

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Imagen informe especial

Por: Henry Plazas Olaya y Roberto Restrepo Ramírez

Llegar a Calarcá, en servicio de bus urbano que hace las veces de intermunicipal, es fantástico. Pasamos, en quince minutos, de la congestionada Armenia a la pequeña ciudad tranquila, donde su entorno es ensoñador.

Decidimos hacer el viaje -cómodo y barato por demás- al corazón cultural del Quindío, una ciudad intermedia que tiene todas las características del centro neurálgico -porque conecta con vías nacionales a Bogotá y Cali- pero que es también un reservorio de patrimonio cultural en todos los órdenes.

Nos apeamos del servicio de transporte -un bus confortable, amplio y bien equipado- que habíamos tomado en Armenia en el Parque de los Aborígenes, luego de haber visitado otra maravilla patrimonial, el Museo del Oro Quimbaya.

Viajar a Calarcá desde la capital del Quindío es placentero y económico. Esta segunda población del Quindío en número de habitantes, se nos acerca fácilmente a todos los que decidimos visitarla. Llegamos en ese bus urbano e intermunicipal, pagando un módico pasaje, el mismo precio que cobran otros servicios de transporte como son el colectivo y la buseta.

La primera visión particular que se obtiene al bajarnos en el paradero general es el de un entorno feriado que lo constituye la antigua plaza de mercado. Alrededor se encuentran todavía algunas casas de bahareque, que nos recuerdan el sentido del patrimonio arquitectónico tradicional, parte de lo que sobrevive de haber declarado Patrimonio Artístico y Cultural de Colombia al conjunto de varias manzanas del centro histórico de este municipio que también es conocido como la Villa del Cacique, por el imaginario creado alrededor de la leyenda de Calarcá, el personaje indígena de la conquista y que la inventiva de los calarqueños ha elevado al carácter de leyenda. Todo ello por la formación rocosa que se levanta al oriente, imponente y blanquecina, llamada el Cerro de Peñas Blancas.

Al interior de la plaza de mercado -o galería- de Calarcá, se pueden encontrar todavía las manifestaciones de la cultura popular: venta de productos campesinos, yerbas y plantas medicinales. También se pueden degustar los desayunos suculentos, almuerzos, caldos de pescado y todas las delicias de la preparación culinaria a cargo de las más conocidas cocineras. Imposible llegar a Calarcá y no probar estos exquisitos manjares en los puestos que se encuentran en la parte baja de la renovada construcción.

Salimos de la galería y comenzamos a ver lo que será constante en el centro de Calarcá: murales artísticos en algunos espacios de sus calles y carreras. Por algo se le ha querido llamar “La Ciudad Mural”. Casas de bahareque antiguas, algunas bien cuidadas en su parte exterior, otras que ya muestran el deterioro de las estructuras de madera. Pocos, pero bien diseñados andenes que tienen entre 80 y 100 años de antigüedad. Una plaza principal, donde se encuentran dos estatuas dispuestas una frente a la otra, representación artística del maestro García sobre el hombre y la mujer de la caficultura. Los nuevos murales de los artistas de Calarcá, y en especial, las pinturas de escenas típicas o de personajes importantes de la literatura regional, logradas por las hermanas Muriel.

Igual que ocurrió con el reconocimiento de la galería o plaza de mercado, imposible no disfrutar este recorrido sin entrar a uno de los sitios del turismo que han sido acondicionados en la primera o única planta de cualquiera de las casas tradicionales. Hay varios, desde el agradable café bar hasta el restaurante.

Pero tal vez la visita más memorable que se realiza en el interior de estas casas de bahareque se hace en lo que se conoce como el Museo Gráfico y Audiovisual. Allí nos atiende su dueño, don Luis Fernando Londoño, y nos deja atónitos al mostrarnos los tesoros patrimoniales que ha logrado rescatar.

Ya es mediodía y desde las 9 de la mañana, en Armenia visitando las piezas orfebres del Museo del Oro, degustando un apetecido calentado en la plaza de Mercado de Calarcá y observando en el Museo de objetos audiovisuales las más espectaculares colecciones, hemos entendido una vez más que el Quindío es pequeño en extensión, pero grande en maravillas culturales para conocer en el plano turístico.

Decidimos almorzar en Barcelona, uno de los corregimientos de Calarcá, para lo cual abordamos otra vez el servicio urbano que recorre la carretera intermunicipal. En este caso, pasamos por el Jardín Botánico, La Bella donde se encuentra el Parque de los Poetas Baudilio Montoya, La Ye, la entrada a Recuca y entramos al casco urbano de Barcelona.

En la tierra de la forcha, encontramos también la plaza más grande del Quindío, mucho más extensa que la de Armenia donde está la estatua de Bolívar del Maestro Roberto Henao Buriticá.

En Barcelona también funciona una Casa de la Cultura que ha tomado el nombre de uno de sus escritores, Alister Ramírez Márquez y todavía, se ven dos casas de bahareque en el marco de su grandiosa plaza. A propósito, en este espacio se encuentra el busto de uno de sus benefactores, el sacerdote que fundó el Colegio San Bernardo.

Ya muy al atardecer, luego de almorzar un sencillo y sabroso plato de fríjoles, decidimos alquilar el pequeño carruaje que presta el servicio urbano en Barcelona. De tres ruedas, esta pequeña chiva es todo un espectáculo. Como lo fue su recorrido por la vía principal que conecta con Río Verde, para quedarnos en el sitio tradicional donde venden la simbólica bebida llamada forcha, el verdadero símbolo de Barcelona.

Regresamos a Armenia en un bus intermunicipal que conecta a los pueblos de la cordillera del Quindío y que pasa con frecuencia por ese sector. Día inolvidable por el paseo cultural.

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